3 poemas de La lentitud de los bueyes, de Julio Llamazares
Julio Llamazares publica su primer libro de poemas, La lentitud de los bueyes, en 1978, hace cuarenta y siete años. Esta edición de Nórdica recupera una de las voces más singulares de la poesía y la narrativa españolas. Zenda lo celebra publicando los tres primeros poemas de este libro que, como dice su autor, son... Leer más La entrada 3 poemas de La lentitud de los bueyes, de Julio Llamazares aparece primero en Zenda.

Julio Llamazares publica su primer libro de poemas, La lentitud de los bueyes, en 1978, hace cuarenta y siete años. Esta edición de Nórdica recupera una de las voces más singulares de la poesía y la narrativa españolas. Zenda lo celebra publicando los tres primeros poemas de este libro que, como dice su autor, son “todo mi patrimonio poético, sobre el que se sustenta toda la arquitectura de mi literatura y de mi identidad”. Ese lugar y ese tiempo perdidos, como señala Gamoneda a propósito de la poesía de Llamazares, son “un tiempo y un lugar de desaparecida serenidad campesina”.
***
1
Nuestra quietud es dulce y azul y torturada en esta hora.
Todo es tan lento como el pasar de un buey sobre la nieve. Todo tan blando como las bayas rojas del acebo.
Nuestro abandono es grande como la existencia, profundo como el sabor de las frutas machacadas. Nuestro abandono no termina con el cansancio.
No es un error la lentitud, ni habitan nuestra alma las oquedades del conocimiento.
En algún zarzal lejano anida un pájaro de aceite que nace con el día. Siento su sed granate algunas veces. Su abandono es tan dulce como el nuestro.
Su lentitud no está desposeída de costumbre.
***
2
En el origen fue el silencio de las jaras encendidas, los pórticos de agua y los racimos de dátiles amargos.
Aquel fue el único momento ciertamente memorable.
Y, si la nada crece sobre el brocal de espuma de la historia, cuando las llamas se concierten bajo las bóvedas de piedra, ¿de qué valdrá asomarse al corazón metálico del tiempo?
¿Cómo parar el viento el día en que las ruecas enloquezcan?
Los espinos silvestres no podrán arañar la primera palabra, ni las lluvias podrán restañar las heridas que el vapor que se eleva del miedo depositó sobre el gesto.
Porque es aquí donde nacen las arenas movedizas del olvido.
Porque es aquí, en la acidez helada del beso originario de la mujer que tiene el vientre hinchado de tristeza, donde se incuba el pájaro invisible de la desolación.
Y, sin embargo, nadie bajará hasta las norias a beber agua amarga. Nadie recordará el primer grito.
Con la primera palabra nace el miedo y, con el miedo, se incendia la hojarasca del conocimiento y del olvido.
Pero no basta con doblar la cabeza como tiernos girasoles.
No es suficiente con esparcir las brasas de la última fogata.
La primera ley está escrita sobre la corteza de los abedules y existe una medida convenida de antemano por si el cansancio llega.
Qué importa, pues, que el paisaje se rompa antes de tiempo o que zarzales rojos obstruyan las salidas a los lados.
Llega un momento en que la duda no sirve de moneda.
Llega un momento en que el silencio más dulce y más helado se escurre como un gato por el angosto tragaluz del miedo.
Y, para esa hora de las nueces arrugadas y vacías, las señales grabadas en el barro ya habrán sido borradas.
No quedará por tanto ninguna perspectiva de retorno: pues los espesos bosques de cucañas no pueden ser talados en un día.
***
3
Nada trasciende la densa mansedumbre de esta tarde.
Todo está en calma delante de mis ojos: las cigüeñas varadas sobre el silencio y los frutales florecidos más allá del tendido del ferrocarril.
En odres muy antiguos, tan antiguos que ni siquiera el dolor puede alcanzarlos, está guardado el tiempo. Y su costumbre deja posos más ácidos y azules que el olvido.
Como hierba crecida entre ruinas, la soledad es su único alimento y, sin embargo, su sustancia es tan dulce como nata crecida.
Absteneos, no obstante, de ponerle interrogantes amarillas o de buscar dioses de trapo allí donde existen solamente aguas absurdas.
De todos es sabido que el tiempo no posee otra grandeza que su propia mansedumbre.
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Autor: Julio Llamazares. Título: La lentitud de los bueyes. Ilustraciones: Leticia Ruifernández. Editorial: Nórdica Libros. Venta: Todos tus libros.
BIO
Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955). Poeta, ensayista y narrador, ha cultivado la literatura de viajes, la crónica de prensa y el guion cinematográfico. Con el paso de los años ha conseguido madurar una brillante y atractiva personalidad literaria basada en la calidad poética de su estilo. Nació en Vegamián, un pueblecito de la montaña de León desaparecido bajo las aguas de un embalse, y estudió Derecho antes de instalarse en Madrid, ciudad a la que se trasladó para dedicarse al periodismo. Se dio a conocer como poeta con La lentitud de los bueyes (1979).

Foto: Jesús Marchamalo.
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