Drones para la viticultura en Chile
En la sarcástica película The Menú, hay una escena particular que tocó a German Lyon, enólogo de Viña Pérez Cruz. En un salón con vistas al mar, el sommelier del laureado restaurante que está a punto de servir su última cena revela que probarán un vino excepcional. Uno que no nació de un viñedo único […] The post Drones para la viticultura en Chile appeared first on 7 Caníbales.

En la sarcástica película The Menú, hay una escena particular que tocó a German Lyon, enólogo de Viña Pérez Cruz. En un salón con vistas al mar, el sommelier del laureado restaurante que está a punto de servir su última cena revela que probarán un vino excepcional. Uno que no nació de un viñedo único (single vineyard). No, aún más. “Este vino”, dice el sommelier levantando una ceja, «nace de una única hilera de viñas; es un single row”.
Lyon explica que observar la relación entre el suelo de un viñedo y los vinos que allí nacen, tal como se menciona en la película irónicamente, es en realidad una metodología que viene de la Edad Media. “El análisis de nuestros suelos a los pies de los Andes en el valle del Maipo ya estaba hecho, y como el suelo es una unidad que no podemos realmente cambiar, dijimos: vamos por las plantas, que son el intermediario entre el suelo y el vino”. En ese camino fue como, en 2017, llegaron al uso de drones en esta bodega donde el cepaje cabernet sauvignon es el rey.
“El dron”, explica el enólogo mientras recorremos el campo un día de vendimia, “permite escalar tu observación”. En el caso de Viña Pérez Cruz, se trata de un campo de 580 hectáreas, 250 de ellas plantadas con vides. “Con la cantidad de hileras que tenemos”, dice Lyon, “si sumas metros lineales, tenemos 1070 kilómetros de hileras de viña. Son más de un millón de plantas. Para el ojo humano es imposible ver cada una. El dron, con las fotos, con su tecnología, te permite ver el campo de otra manera y detectar problemas que el ojo humano no puede apreciar”.
El dron les ha permitido abandonar el tradicional muestreo, que consiste en tener un punto fijo en el viñedo donde se mide el azúcar de las uvas y su grado alcohólico potencial (grados brix), se detectan posibles pestes, etc. “Ahora podemos observar todo sin necesidad de suponer«, explica Lyon. “Con toda esa información, vas construyendo y calculando múltiples índices, por lo que puedes decir: si esta hilera tiene un índice más bajo, será que no se está regando. Puede que el gotero esté tapado… Son cosas que nunca lograrías ver con el ojo”.
Tras analizar toda la información sumada durante varios años, en la vendimia 2025 comenzaron a trabajar con una nueva unidad de manejo. “Ya no es el polígono demarcado por el tipo de suelo”, dice Lyon. «No es el single vineyard; es la hilera de la que habla el sommelier de The Menu como si fuera un imposible».
Una cosecha dirigida por drones
Entre el viñedo, a lo lejos, vemos una máquina cosechadora; una transformer con mesa de selección incorporada. No es ficción. “Vas a ver”, dice Lyon. «La máquina se metió en esta hilera, avanza otras tantas más allá y se mete en otra. Donde estamos ahora, pasó hace dos semanas. Sabemos con métrica el estado de madurez promedio de cada una. Por eso vamos cosechando hilera por hilera”.
Desde su teléfono, Lyon puede ver en una aplicación el plan de cosecha del día que ha preparado Bastián Fonfach, el agrónomo responsable de los drones. Los jefes de los cuarteles tienen una tablet con el mismo plan. El maquinista lo ve en su monitor dentro del transformer.
Cosechar como saltamontes los hace menos queridos entre los trabajadores, pero es la clave. “La diferencia de madurez la tienen las bayas de un mismo racimo; los diferentes racimos de una misma planta; y las plantas de un mismo cuartel. Entonces, un valor promedio de 23° brix implica que hay uvas desde 20 a 26° brix. El trabajo con el dron nos permite identificar esa hilera donde están hoy la mayoría de las uvas con 26° brix».
Todo este trabajo se traduce en que ahora están cosechando más temprano la uva que está sobremadura y cosecharán más tarde la que está fresca. “Es totalmente paradójico”, dice Lyon, “porque normalmente, para cosechar más maduro, tienes que esperar más». Lo interesante de esta nueva tecnología es que este año se escaló sin pensarlo a 250 hectáreas productivas, de las cuales el 80% se cosecha hace ya varios años a máquina.
“O sea”, dice Lyon, “estás subiendo el estándar a todo tu portafolio, no sólo la punta de tu pirámide que sigue cosechando a mano. En nuestro caso, nuestro vino de entrada, el Cabernet Sauvignon Gran Reserva, va a mejorar porque vamos a obtener en el momento óptimo lo mejor de cada componente. Se trata de un salto gracias a una visión e inversión con la que los dueños de la bodega, la familia Pérez Cruz, están más que contentos”.
En la moderna bodega, escondida entre el bosque nativo, probamos vinos 2024 y 2025 aún en cubas, versus 2022 y 2023, lo que muestra el resultado impactante del trabajo con los drones. En los dos últimos años, la fruta se siente más neta, jugosa, con volumen y rica acidez.
“Seleccionamos a ojo las plantas que creíamos debían producir el mejor vino y las echamos a pelear con los vinos que hicimos de uvas seleccionadas por el dron. Afortunadamente nos gustó más lo que seleccionó el dron”, sonríe Lyon, que aclara: “Afortunadamente, porque yo prefiero trabajar para poder escalarlo, y para eso necesito la herramienta, porque en resumen, el dron nos ayuda a identificar sectores que no sabíamos que teníamos, y ese hallazgo lo vamos a sacar de la masa, y le vamos a dar un tratamiento específico”.
Entre las otras cosas que lograron descubrir, o desmitificar, fue cosechar su primer cabernet sauvignon del año el 28 de febrero con madurez plena. “Ya tengo en estanques un cabernet sauvignon 2025 estructurado, potente y con apenas 12.5 grados de alcohol. Yo decía que aquí en el valle del Maipo se necesita un mínimo de 14°A para tener madurez, concentración, etc. La paradoja es que esas uvas de febrero deberían haber sido las más frescas. Después, otra paradoja: al final sí vamos a cosechar las más frescas”.
Otra importante creencia que desechó el trabajo con drones es la de que un suelo muy pobre y con poca capacidad de retención de agua tenga que dar los mejores vinos. “Debido a la sequía de la década pasada —cuenta el enólogo, con 20 años en la viña— tuvimos que empezar a alterar algunas cosas. Vimos que teníamos bloqueos de madurez en algunas plantas y ahí empezamos a buscar. Esto coincidió con la llegada de los drones. Entonces teníamos poca agua para el riego, y detectamos que había viñedos con falta de agua y otros con exceso. Los que tenían exceso podían esperar”.
Actualmente, las mezclas de sus grandes vinos de cabernet (Pircas y Piedra Seca), con sus uvas cosechadas a mano, explica Lyon, tienen entre 50 y 70% de la zona intermedia del viñedo. “Es el sector con mejor equilibrio, con cierta cantidad de arcillas y piedras. En años fríos vamos a complementarlo con la zona alta, de buen drenaje y más piedras grandes. En años más cálidos, por lo contrario, con la zona de más arcilla y mejor retención de humedad”.
Ciertamente, dice Lyon, “antes, a la viña que le costaba todo, era la mejor. Pero yo creo que hemos cometido tremendos errores. El problema de sobrevivencia de nuestro viñedo y su corta longevidad, está dado por ese estrés. Pienso que tratamos de forzar un equilibrio que no era propio de la juventud. Es como decirle a un niño de 7 años que esté sentado todo el rato. No puede. Se han hecho vinos atómicos con viñedos jóvenes, sí, súper buenos, pero siempre pensando en el corto plazo. Con lo que estamos haciendo ahora en las plantaciones nuevas, si viven 30 años y no 20, yo me quedo feliz. Diez años más de vida te cambian todos los valores de un proyecto. Si llegan a 50, será maravilloso, aunque probablemente no voy a estar en la tierra”.
Su reflexión nos lleva a pensar hasta dónde se podrá llegar con un dron de aquí a diez años. Quizás a los viñedos que la familia Pérez Cruz ya planea tener en la alta montaña, donde nace el mismísimo río Maipo.
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