#ZN Libros – Apocalípticos e integrados
En su colección de ensayos en torno a la cultura de masas, Umberto Eco dedicó especial atención a ciertas tiras de prensa y al icono del tebeo superheroico por antonomasia. ¿Siguen siendo válidas son conclusiones, medio siglo después de su formulación?



Edición España: Lumen. Tusquets Editores / Colección Fábula
Autoría: Umberto Eco
Traducción: Andrés Boglar
Precio: 9,95 euros (libro en tapa blanda de 362 páginas)
Umberto Eco es bien conocido por sus ensayos relacionados con el mundo de la cultura y es probablemente uno de los más reconocidos este Apocalípticos e integrados en el que el filósofo alessandrino reflexiona sobre la cultura, su vulgarización y el consumo de masas y hace una serie de análisis sobre estos particulares, así como alguna que otra predicción.
El libro contiene una serie de obras en las que Eco habla sobre la cultura de masas, analiza el concepto de mal gusto -con expresa referencia al término kitsch- y comenta algunos concretos ejemplos en la forma de tiras de prensa -como las de Terry y los Piratas o Dick Tracy- personajes de tebeo superheroico -Superman, que aparece en la portada de la edición que se comenta por aquí- la música enlatada, la radio o la televisión.
El hilo conductor de los ensayos se encuentra en la dicotomía entre los apocalípticos, que consideran que la cultura de masas es signo de decadencia y que no debe ser considerada como otra cosa que «anti-cultura» y los integrados, que opinan que la apertura de las obras y actividades de naturaleza cultural al gran público es un hecho positivo por su carácter democratizador. Teniendo en cuenta que han pasado casi sesenta años desde que estos trabajos fueron publicados por primera vez, hay que decir que buena parte de las conclusiones del autor sobre las relaciones entre la cultura y el consumo de masas siguen siendo aplicables a buena parte de las sociedades actuales, en tanto que otras, así como ciertas predicciones del ámbito audiovisual, se han quedado desfasadas. Eco escribe en un momento en el que la radio y la televisión constituyen productos de consumo cada vez más generalizado y sobre un mundo en el que Internet aún no existe más que en la forma de un precedente desarrollado en el ámbito militar.
Las masas que se acercan a esa cuestionada cultura popular lo hacen a través de las tiras de prensa, de los tebeos de superhéroes, la música grabada en discos de vinilo o cintas caseteras, del transistor o del televisor. ¿Quién habría de pensar que las imágenes que describe don Umberto quedarían añejas unos pocos años después y que el propio autor llegaría a ver un mundo en el que la otrora pujante televisión se vería arrollada por las redes sociales y la popularización de un consumo a la carta? Hay una sensación de anacronía en sus dos acepciones de anacronismo y atemporalidad en buena parte de los ensayos. Por un lado, está el hecho de que algunas situaciones -como las reacciones a la muerte de ciertos personajes en tiras de prensa- se han trasladado a otros sectores de la cultura del entretenimiento -y valgan como muestra los numerosos botones que nos brindan las redes sociales ante los avances de ciertos productos de consumo masivo-. Por otro lado, está el hecho de que algunos de los análisis de los hábitos de consumo son aplicables a la sociedad presente y, en bastantes ocasiones, en los mismos supuestos. El ejemplo de los automóviles dotados de detalles lujosos y recargados como símbolo de ostentación es parte de la definición de hortera, tanto entonces como ahora.
Desde un punto de vista personal, así como por el hecho de que el autor le concede el protagonismo de la portada al último hijo de Kripton, considero que merece especial atención el análisis que Eco hace de una serie de obras del mundo del tebeo, empezando por unas tiras de prensa de indudable valor histórico y pasando a continuación a uno de los primeros y principales personajes del cómic de superhéroes, Superman. Cuando Eco decide analizar las aventuras del Hombre de Acero, éste es el más importante de las creaciones de ese género. La edad de plata marveliana está en sus inicios y Batman está por ser el protagonista de una serie televisiva particularmente kitsch. El estudio que hace el creador de Guillermo de Baskerville es, desde cierto punto de vista, demoledor. El Superman al que don Umberto se enfrenta es un héroe inmutable que no cambia y cuyas aventuras terminan dejando a su protagonista y a su entorno en el mismo punto en el que comenzaron. La evolución no se plantea porque el personaje no está llamado a cambiar y la continuación entre sus historias le llevaría a vincularse a una temporalidad que le es negada. Superman está llamado a ser inmortal y, al mismo tiempo, no puede exponer en toda su extensión las implicaciones de esa condición, propia de las divinidades, ya que la fuente de su interés es la doble condición compuesta por la condición de héroe de origen alienígena e identidad civil, la del periodista Clark Kent. La audiencia que se identifica con el apocado plumilla sueña con volar como el kriptoniano. La conclusión parece arrojar una sombra de desprecio sobre Superman y sus tebeos, por cuanto su historia general no avanza, los intentos de evolución se encuadran en las «historias imaginarias» y el talento artístico resulta irrelevante cuando los creadores son sustituidos por imperativo editorial. La imaginación en alquiler, dicho de otra forma. Cuando Eco escribe su ensayo, Superman tiene poco más de un cuarto de siglo. Pronto alcanzará el centenar de años y, muy probablemente, su primera versión se convertirá en dominio público, por lo que hay que plantearse si las conclusiones expresadas en esta obra siguen siendo válidas. En un primer momento se puede considerar que no es así, por cuanto el personaje y su entorno han sido sometidos a cambios, movidos en buena medida por su condición de icono de la cultura popular de naturaleza transmedia. Sin embargo, si repasamos los planteamientos del semiótico italiano veremos que sus conclusiones siguen siendo aplicables a una escala superior. Superman y, por extensión, sus colegas del multiverso DC tuvieron que adaptarse ante el desafío que presentaban sus competidores de la casa de las ideas. Los héroes de Marvel captaron la atención de las masas porque estaban más cercanos a sus integrantes y, al menos durante un tiempo, estaban unidos a la corriente del tiempo. Sin embargo, esa situación ha ido desapareciendo para convertir en algo completamente habitual el clásico retorno a los orígenes -back to basics- que convierte el eterno retorno del que hablara Eco dentro de un tebeo en una práctica ejecutada en una escala temporal mayor. Lo que antes acontecía en un número de una colección, ahora se aplica a una etapa o al conjunto de una franquicia. ¿No fue acaso el controvertido «Mefistazo» una medida explicable según las conclusiones establecidas en el ensayo dedicado a Superman? El problema que plantea esta estrategia a estos niveles es que no da al público lo que pide, sino que lo divide. El deseo de ejecutar die ewige Wiederkunft y traer de nuevo al personaje de turno a sus esencias supone contrariar a quienes han crecido consumiendo unas historias construidas a partir de un statu quo. Durante veinte años, Peter Parker ha estado casado con Mary Jane Watson y ahora debemos volver a ver en acción a su versión de nerdo pringado. Diez años antes se había intentado jugar con la idea de que el Trepamuros que habíamos visto en acción durante un intervalo similar no era más que un clon, trayendo de vuelta a un presunto original y dando pie a la presentación de nuevas historias de apuros y pretendiendo crear un nuevo bagaje para este «nuevo-viejo» Lanzarredes. Los personajes se mueven siempre en el tiempo presente y no evolucionan, como sucede con el Superman del que habla Umberto Eco, pese a que la característica que les granjeó el favor popular es también la que les encamina hacia su final. Si, en palabras del propio ensayista, la atemporalidad de estos personajes podía acabar generando cierta hilaridad -o frases lapidarias como la del autor tinerfeño Eduardo González Rodríguez sobre Charlie Brown, que fue niño durante su medio siglo de existencia en tiras y que por tal razón «era evidente que tenía un problema»- la política de dar freno y marcha atrás -como en la obra teatral de Enrique Jardiel Poncela- genera hastío. Para Eco, el público lector de Superman recibe con esos tebeos que no avanzan justo lo que quiere, pero no plantea que pueda haber un momento en el que esa misma masa llegue a un punto de agotamiento que se convierta en uno de inflexión y determine la búsqueda de otro producto de masas que consumir y un nuevo público con el que cubrir el vacío que surge.
En conclusión, esta recopilación de artículos constituye un ejercicio de reflexión sobre los conceptos de cultura y consumo que, pese a tener en algunos pasajes cierto tono condescendiente, resulta de actualidad y casi de obligada lectura para cualquiera que tenga interés sobre los temas tratados en cada uno de los ensayos.