La reclamación a Europa de un tesoro entregado a los nazis abre el debate sobre qué patrimonio debe exigir España de vuelta
La iniciativa del estudiante que pide la restitución de las joyas visigodas de Castiltierra (Segovia), al que ya ha respondido la UE y la embajada de Austria, examina la posición de la autonomía y del Ministerio de Cultura, que aún no se han pronunciadoBénédicte Savoy, experta en expolio artístico: “Los museos tienen un lado oscuro muy violento en el origen de sus colecciones” No es que el caso de Castiltierra —un pueblo segoviano de cuatro habitantes censados— estuviera definitivamente enterrado, pero diferentes iniciativas y circunstancias han rescatado del olvido lo que ocurrió a principios de los años cuarenta en la necrópolis visigoda que subyace en el municipio, uno de los yacimientos de esta época (siglos V y VI) más importantes de la península. Se habla de un (más que discutible) expolio, de sumisión a la Alemania nazi o de capítulo vergonzoso para el patrimonio español. El resultado, en todo caso, es que la mayor parte de los vestigios exhumados en 1941 —joyas visigodas y restos humanos de gran interés— se encuentran hoy dispersos por diferentes museos de Alemania, Austria o incluso Escandinavia. La maniobra de un estudiante universitario de reclamar la restitución del tesoro a instituciones de todo ámbito y competencias ha encontrado una mínima (esperanzadora) respuesta en el Parlamento Europeo y en la embajada de Austria, cooperación estrecha por parte del Ayuntamiento de Fresno de Cantespino —del que depende Castiltierra— y un llamativo silencio (de momento) en la autonomía, la Junta de Castilla y León, y el Ministerio de Cultura. Dicha postura aparece en un nuevo clima para la devolución de obras de arte, que ha avanzado de forma notable en los últimos años gracias a la labor diplomática. El complejo relato de Castiltierra —que no se puede resumir, pues, en un simple expolio de los nazis— arranca en los años treinta. “Desde el punto de vista arqueológico, Castiltierra es conocida porque fue objeto de excavaciones de 1932 a 1935 y en los años 1940 y 1941; se examinaron 800 tumbas, que son muchísimas, y la mayoría de las piezas están hoy dispersas entre Alemania y Austria”. Raúl Martín Vela, arqueólogo que ha realizado recientes trabajos de exploración en la necrópolis por encargo del Ayuntamiento, se refiere a los resultados de esa segunda campaña, en la que emerge una figura clave: Julio Martínez Santa-Olalla, “un fanático del régimen nazi”. La primera de aquellas excavaciones, realizada por Emilio Camps y Joaquín María de Navascués, reportó la mayor parte de los hallazgos de la zona hasta la fecha, que se encuentran desde entonces inventariados y estudiados (con una extensa publicación monográfica) en el Museo Arqueológico Nacional. Lo de 1941 fue bien distinto. El arqueólogo Raúl Martín Vela se remite a una historia ya popular. La España de Franco buscaba compensar, de alguna forma, el apoyo del régimen nazi al bando sublevado durante la guerra civil. “Franco tenía que pagarles las deudas de una forma que no se enterasen los aliados, permitiendo, por ejemplo, que operaran aquí empresas alemanas con testaferros españoles para llevarse maderas, resinas o el famoso wolframio”, relata. Dada la fijación de los nazis por la raza aria, el arqueólogo Julio Martínez Santa-Olalla puso su interés en los vestigios de Castiltierra, tratando de vincular visigodos y germanos ante los ojos de quien más obsesionado estaba a este respecto: Heinrich Himmler, líder de las SS del Tercer Reich. Durante las excavaciones promovidas por Santa-Olalla, surgió en 1940 la visita a España del propio Himmler, quien recorrió Toledo, el monasterio de El Escorial y los museos del Prado y Arqueológico. Santa-Olalla, que hizo las funciones de traductor gracias a sus conocimientos de alemán, trató de llevarlo a Castiltierra, pero el apretado plan de viaje y un aguacero en la zona lo impidieron en el último momento. En museos y colecciones privadas La labor de Santa-Olalla en el oficial alemán dio, en todo caso, sus frutos. La Alemania de Hitler optó por colaborar en los trabajos arqueológicos en Castiltierra. Como contraprestación —y dentro del mencionado pago de las deudas contraídas por la dictadura con los alemanes—, los vestigios hallados fueron enviados a Alemania de forma temporal, en principio, para ser restaurados. Pero nunca fueron debidamente inventariados y, por supuesto, nadie se ocupó de fijar una fecha de regreso para los materiales. “En aquel envío se incluyeron fíbulas, cinturones, broches, pendientes, vasijas… No eran especialmente valiosas desde el punto de vista material, sino simbólico”, detalla Arturo Francisco Barbero, estudiante universitario que ha rescatado lo ocurrido en Castiltierra a través de varias solicitudes a instituciones españolas y europeas pidiendo el regreso de todos estos objetos. Las piezas “se dispersaron por el Museo de Historia de Alemania y, sospechamos, también el de Austria, así como colecciones privadas”, relata Barbero, quien expone l

La iniciativa del estudiante que pide la restitución de las joyas visigodas de Castiltierra (Segovia), al que ya ha respondido la UE y la embajada de Austria, examina la posición de la autonomía y del Ministerio de Cultura, que aún no se han pronunciado
Bénédicte Savoy, experta en expolio artístico: “Los museos tienen un lado oscuro muy violento en el origen de sus colecciones”
No es que el caso de Castiltierra —un pueblo segoviano de cuatro habitantes censados— estuviera definitivamente enterrado, pero diferentes iniciativas y circunstancias han rescatado del olvido lo que ocurrió a principios de los años cuarenta en la necrópolis visigoda que subyace en el municipio, uno de los yacimientos de esta época (siglos V y VI) más importantes de la península. Se habla de un (más que discutible) expolio, de sumisión a la Alemania nazi o de capítulo vergonzoso para el patrimonio español. El resultado, en todo caso, es que la mayor parte de los vestigios exhumados en 1941 —joyas visigodas y restos humanos de gran interés— se encuentran hoy dispersos por diferentes museos de Alemania, Austria o incluso Escandinavia. La maniobra de un estudiante universitario de reclamar la restitución del tesoro a instituciones de todo ámbito y competencias ha encontrado una mínima (esperanzadora) respuesta en el Parlamento Europeo y en la embajada de Austria, cooperación estrecha por parte del Ayuntamiento de Fresno de Cantespino —del que depende Castiltierra— y un llamativo silencio (de momento) en la autonomía, la Junta de Castilla y León, y el Ministerio de Cultura. Dicha postura aparece en un nuevo clima para la devolución de obras de arte, que ha avanzado de forma notable en los últimos años gracias a la labor diplomática.
El complejo relato de Castiltierra —que no se puede resumir, pues, en un simple expolio de los nazis— arranca en los años treinta. “Desde el punto de vista arqueológico, Castiltierra es conocida porque fue objeto de excavaciones de 1932 a 1935 y en los años 1940 y 1941; se examinaron 800 tumbas, que son muchísimas, y la mayoría de las piezas están hoy dispersas entre Alemania y Austria”. Raúl Martín Vela, arqueólogo que ha realizado recientes trabajos de exploración en la necrópolis por encargo del Ayuntamiento, se refiere a los resultados de esa segunda campaña, en la que emerge una figura clave: Julio Martínez Santa-Olalla, “un fanático del régimen nazi”. La primera de aquellas excavaciones, realizada por Emilio Camps y Joaquín María de Navascués, reportó la mayor parte de los hallazgos de la zona hasta la fecha, que se encuentran desde entonces inventariados y estudiados (con una extensa publicación monográfica) en el Museo Arqueológico Nacional.
Lo de 1941 fue bien distinto. El arqueólogo Raúl Martín Vela se remite a una historia ya popular. La España de Franco buscaba compensar, de alguna forma, el apoyo del régimen nazi al bando sublevado durante la guerra civil. “Franco tenía que pagarles las deudas de una forma que no se enterasen los aliados, permitiendo, por ejemplo, que operaran aquí empresas alemanas con testaferros españoles para llevarse maderas, resinas o el famoso wolframio”, relata. Dada la fijación de los nazis por la raza aria, el arqueólogo Julio Martínez Santa-Olalla puso su interés en los vestigios de Castiltierra, tratando de vincular visigodos y germanos ante los ojos de quien más obsesionado estaba a este respecto: Heinrich Himmler, líder de las SS del Tercer Reich. Durante las excavaciones promovidas por Santa-Olalla, surgió en 1940 la visita a España del propio Himmler, quien recorrió Toledo, el monasterio de El Escorial y los museos del Prado y Arqueológico. Santa-Olalla, que hizo las funciones de traductor gracias a sus conocimientos de alemán, trató de llevarlo a Castiltierra, pero el apretado plan de viaje y un aguacero en la zona lo impidieron en el último momento.
En museos y colecciones privadas
La labor de Santa-Olalla en el oficial alemán dio, en todo caso, sus frutos. La Alemania de Hitler optó por colaborar en los trabajos arqueológicos en Castiltierra. Como contraprestación —y dentro del mencionado pago de las deudas contraídas por la dictadura con los alemanes—, los vestigios hallados fueron enviados a Alemania de forma temporal, en principio, para ser restaurados. Pero nunca fueron debidamente inventariados y, por supuesto, nadie se ocupó de fijar una fecha de regreso para los materiales. “En aquel envío se incluyeron fíbulas, cinturones, broches, pendientes, vasijas… No eran especialmente valiosas desde el punto de vista material, sino simbólico”, detalla Arturo Francisco Barbero, estudiante universitario que ha rescatado lo ocurrido en Castiltierra a través de varias solicitudes a instituciones españolas y europeas pidiendo el regreso de todos estos objetos. Las piezas “se dispersaron por el Museo de Historia de Alemania y, sospechamos, también el de Austria, así como colecciones privadas”, relata Barbero, quien expone la consecuencia final: “Desde entonces, nadie ha hecho nada”.
Para narrar el siguiente capítulo, es necesario regresar al momento presente. Hace un par de años, cuando España asumía la presidencia rotatoria de la Unión Europea, se produjo la devolución a Polonia de dos pinturas flamencas que se conservaban en el Museo de Pontevedra. Los cuadros eran parte del medio millón de obras de arte sustraídas por los nazis en el país polaco durante la II Guerra Mundial, dispersas hoy en diferentes emplazamientos. “España procedió a la devolución por razones de memoria democrática”, precisa Arturo Francisco Barbero. El estudiante segoviano recordó el capítulo sucedido en su provincia —aquellas joyas visigodas entregadas a los alemanes, que nunca regresaron— y le pareció buena idea aprovechar el nuevo clima de entregas artísticas entre países para reclamar el regreso del tesoro de Castiltierra.
Las solicitudes por vía electrónica fueron dirigidas al Parlamento Europeo, Ministerio de Cultura, la Junta de Castilla y León y la Diputación de Segovia, además del ayuntamiento implicado. “En la Unión Europea me contestaron que iniciarían una investigación sobre el tema y el documento que me entregaron tuvo bastante repercusión”, explica Arturo. La iniciativa se ganó la adhesión inmediata de la localidad de Fresno de Cantespino, que aprobó una moción de apoyo. Sin embargo, la solicitud se enfrió en las principales instituciones españolas con competencias en patrimonio: “La Junta de Castilla y León y la Diputación de Segovia no me contestaron; en el Ministerio de Cultura me redirigieron a otro departamento en el que tampoco obtuve respuesta”, reconoce, decepcionado, Barbero. Residente en Madrid, donde cursa estudios de Dirección y gestión de empresas en el ámbito digital, Barbero se acercó a las embajadas de los países relacionados con el caso, también con suerte dispar. “En la embajada de Alemania, no me dejaron ni acercarme; en la de Austria insistí, y me acaban de pedir que les envíe toda la documentación”, revela el joven, que está “a la espera de avances”.
El regreso, “una cuestión de tiempo”
“Tanto las pinturas de Polonia como las joyas de Castiltierra son situaciones donde está manifiestamente claro que no hay ninguna razón para que no se entreguen: devolver obras de arte es una forma de hermanar naciones”, sostiene Arturo Francisco Barbero, quien cree que “es una cuestión de tiempo que estas piezas acaben regresando”. Pero, dentro de un contexto tan complejo como el del arte descontextualizado, ¿cuál ha de ser el criterio para proceder a la restitución? “Todas las piezas que se han llevado de un país a otro, no por un acuerdo, sino dentro de un contexto bélico, devolver las obras de arte es lo razonable”, opina el joven universitario, aludiendo a casos tan nítidos como el eterno conflicto entre el British Museum y Grecia por los frisos de mármol del Partenón ateniense.
El arqueólogo Raúl Martín Vela muestra un enfoque algo diferente, pero la misma conclusión. “No fue un expolio, sino una entrega de piezas fruto de aquel contexto, sin entrar a valorar el periodo y la posición de España”, precisa. “¿Tienen que volver? Por supuesto. Hoy por hoy, entregar patrimonio a otro país como hizo España entonces con Alemania sería impensable”, sostiene Martín Vela, quien apunta un importante matiz desde el punto de vista de la arqueología: “Para nosotros, más allá del regreso de todos esos objetos, lo más importante sería saber dónde se encuentran los huesos, que son los que más información nos proporcionan a los arqueólogos”. Datos clave sobre aquel contexto histórico —fin del Imperio romano y llegada de los visigodos a la península— como la dieta, las condiciones de vida o la conflictividad, por ejemplo. Entretanto, Martín Vela ha desarrollado dos campañas de prospección y excavación en la antigua necrópolis (2022 y 2023), donde todavía hay zonas con restos humanos y algunos de los elementos característicos de los ajuares funerarios de la desconocida época visigoda.
Pero, si volviera el tesoro visigodo a Castiltierra, ¿qué habría que hacer con él? “La creación de un centro de interpretación quizá sería lo más acertado: hay piezas en el Museo Arqueológico Nacional, pero creo que este tipo de patrimonio podría ayudar a zonas de nuestro país con muchos problemas demográficos a levantar cabeza”, opina Arturo Francisco Barbero. “El Ayuntamiento de Fresno de Cantespino bastante tiene con sacar adelante al secretario que va dos veces por semana; corresponde a las administraciones que sí tienen capacidad técnica poner en valor esa cultura para reactivar las comarcas del medio rural y poder, así, compensar la masificación turística en algunos lugares”, reflexiona el joven. Ahora corresponde a estas instituciones —Junta de Castilla y León y Ministerio de Cultura— pronunciarse sobre este y otros casos: ¿Qué debe hacer España con respecto al patrimonio desplazado de manera ilegal, dentro del nuevo contexto de colaboración entre los países que está facilitando el regreso de obras de arte a sus lugares de origen?