El estilo de ‘Adolescencia’ es tan ambicioso como problemático, pero este episodio exhibe las fortalezas de una de las miniseries del año

En el inevitable ciclo de reacciones airadas que sigue a toda cosa que se vuelve un fenómeno real, lo que anteriormente había sido el punto de reclamo o de alabanza se termina volviendo lo más criticado. No hay mayor síntoma de que ‘Adolescencia’ se ha vuelto la serie del momento que el hecho de que empiece a ser discutida por aquellos que ya no vienen a ella como una sorpresa inesperada sino como una cosa consolidada. No es que estemos ante una obra libre de imperfecciones o crítica. Resulta inevitable cuando quiere abordar algo tan sensible como la radicalización en la juventud, la vida oculta que los chavales llegan a mantener al margen de progenitores y educadores, y también quiere abordarla con el músculo del plano secuencia extremadamente coreografiado. La dirección de Philip Barantini aporta un músculo espectacular que introduce con fuerza al espectador en la cruda historia que quieren abordar Jack Thorne y Stephen Graham desde el guion, aunque a veces la sintonía entre forma y fondo tenga roces incómodos. Un interrogatorio concienzudo No pocos cuestionan que el plano secuencia sea tan asombroso que distancia un poco del drama que se está contando. El encaje parece más inestable en los dos primeros episodios, donde una combinación de cámaras muy sensibles a los cambios de operador y el post-procesado de la imagen dejan artefactos digitales extraños que distraen al espectador, además de tener que doblegar la acción y las escenas para que tenga que pasar algún personaje que nos haga de conector con la siguiente escena. El cuarto episodio logra ser mucho más orgánico en su ejecución, centrándose más en el drama que en el suspense del thriller y manteniéndose siempre de los mismos personajes. Aun así, en dicho episodio pueden llegar a experimentarse resistencia por cómo la orquestación de Barantini acaba siendo muy prominente. Pero todas esas barreras acaban bajándose a lo grande en el episodio más redondo de la miniserie de Netflix, el ‘Episodio 3’, donde no sólo vemos como la dirección está mucho mejor resulta en cuanto a ejecución y a marcar el punto de vista, sino que permite que florezcan mejor las ambiciones dramáticas de Thorne y Graham. En Espinof Si te ha encantado ‘Adolescencia’, su creador y su director ya nos dieron una alucinante serie de 4 episodios que puedes ver en streaming En él seguimos a la psicóloga infantil interpretada por Erin Doherty en su tarea de trazar el perfil definitivo de Jamie Miller, el problemático chico que ha cometido el terrible asesinato que desencadena la obra. Ya no hay más misterios que resolver en torno al caso, pero no por ello deja de haber una convivencia de tonos de thriller y de drama que aquí resuelve mejor que nunca. El proceso que se nos despliega trata no de resolver si el chico ha cometido la atrocidad, sino si es consciente realmente de haberla cometido. La cámara está constantemente siguiendo a esta psicóloga mientras flota la ambigüedad sobre si busca realmente ayudar a Jamie o intentar sonsacarle las respuestas necesarias para hacer su trabajo. El objetivo de Barantini es mantenerse como un espectador inadvertido, casi un voyeur, sin tener que alterar las interacciones entre esta profesional y este joven confundido además de profundamente equivocado. Los movimientos circulares siguen la dinámica que establece el intercambio dialéctico, bien trazado por el guion. Al mismo tiempo mantiene una neutralidad que parece evocar la crudeza de un film de prisiones como ‘Hunger’, que lograba también un fabuloso efecto con un plano estático ininterrumpido durante largo rato. Establecer todo el episodio como un interrogatorio, a ratos distendido y a ratos intenso, permite a Thorne y a Graham mantener la ambición pretendida. Muchas preguntas en torno a qué nos ha llevado a situaciones como esta, pocas respuestas concretas. Y las que hay, son material inflamable para lanzar respuestas contundentes en torno a la influencia que determinados “librepensadores” vomitan a nuestros jóvenes sin la menor preocupación. La deconstrucción de la confusión mental que vive Jamie, que habla de “objetivos” y de “atacar” sin tener realmente claro qué supone lo que va a obtener al final (cómo puede, sigue siendo un crío), está increíblemente llevada a todos los niveles, incluyendo la actuación de un precoz Owen Cooper que es toda una revelación. En Espinof El final de 'Adolescencia' demuestra que la serie es una obra maestra, y se atreve a arrojar esperanza en un mundo muy oscuro Todo esto sustenta lo que es desde ya uno de los mejores episodios del medio televisivo en este 2025, que ha empezado fuerte con algunas propuestas ambiciosas. Incluso aunque la experiencia de ‘Adolescencia’ puede llevar a ciertas ambivalencias, en este episodio consiguen dejar muy claro que ti

Mar 25, 2025 - 20:45
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El estilo de ‘Adolescencia’ es tan ambicioso como problemático, pero este episodio exhibe las fortalezas de una de las miniseries del año

El estilo de ‘Adolescencia’ es tan ambicioso como problemático, pero este episodio exhibe las fortalezas de una de las miniseries del año

En el inevitable ciclo de reacciones airadas que sigue a toda cosa que se vuelve un fenómeno real, lo que anteriormente había sido el punto de reclamo o de alabanza se termina volviendo lo más criticado. No hay mayor síntoma de que ‘Adolescencia’ se ha vuelto la serie del momento que el hecho de que empiece a ser discutida por aquellos que ya no vienen a ella como una sorpresa inesperada sino como una cosa consolidada.

No es que estemos ante una obra libre de imperfecciones o crítica. Resulta inevitable cuando quiere abordar algo tan sensible como la radicalización en la juventud, la vida oculta que los chavales llegan a mantener al margen de progenitores y educadores, y también quiere abordarla con el músculo del plano secuencia extremadamente coreografiado. La dirección de Philip Barantini aporta un músculo espectacular que introduce con fuerza al espectador en la cruda historia que quieren abordar Jack Thorne y Stephen Graham desde el guion, aunque a veces la sintonía entre forma y fondo tenga roces incómodos.

Un interrogatorio concienzudo

No pocos cuestionan que el plano secuencia sea tan asombroso que distancia un poco del drama que se está contando. El encaje parece más inestable en los dos primeros episodios, donde una combinación de cámaras muy sensibles a los cambios de operador y el post-procesado de la imagen dejan artefactos digitales extraños que distraen al espectador, además de tener que doblegar la acción y las escenas para que tenga que pasar algún personaje que nos haga de conector con la siguiente escena. El cuarto episodio logra ser mucho más orgánico en su ejecución, centrándose más en el drama que en el suspense del thriller y manteniéndose siempre de los mismos personajes.

Aun así, en dicho episodio pueden llegar a experimentarse resistencia por cómo la orquestación de Barantini acaba siendo muy prominente. Pero todas esas barreras acaban bajándose a lo grande en el episodio más redondo de la miniserie de Netflix, el ‘Episodio 3’, donde no sólo vemos como la dirección está mucho mejor resulta en cuanto a ejecución y a marcar el punto de vista, sino que permite que florezcan mejor las ambiciones dramáticas de Thorne y Graham.

En él seguimos a la psicóloga infantil interpretada por Erin Doherty en su tarea de trazar el perfil definitivo de Jamie Miller, el problemático chico que ha cometido el terrible asesinato que desencadena la obra. Ya no hay más misterios que resolver en torno al caso, pero no por ello deja de haber una convivencia de tonos de thriller y de drama que aquí resuelve mejor que nunca. El proceso que se nos despliega trata no de resolver si el chico ha cometido la atrocidad, sino si es consciente realmente de haberla cometido.


La cámara está constantemente siguiendo a esta psicóloga mientras flota la ambigüedad sobre si busca realmente ayudar a Jamie o intentar sonsacarle las respuestas necesarias para hacer su trabajo. El objetivo de Barantini es mantenerse como un espectador inadvertido, casi un voyeur, sin tener que alterar las interacciones entre esta profesional y este joven confundido además de profundamente equivocado.

Los movimientos circulares siguen la dinámica que establece el intercambio dialéctico, bien trazado por el guion. Al mismo tiempo mantiene una neutralidad que parece evocar la crudeza de un film de prisiones como ‘Hunger’, que lograba también un fabuloso efecto con un plano estático ininterrumpido durante largo rato.

Adolescencia 2025 Netflix

Establecer todo el episodio como un interrogatorio, a ratos distendido y a ratos intenso, permite a Thorne y a Graham mantener la ambición pretendida. Muchas preguntas en torno a qué nos ha llevado a situaciones como esta, pocas respuestas concretas. Y las que hay, son material inflamable para lanzar respuestas contundentes en torno a la influencia que determinados “librepensadores” vomitan a nuestros jóvenes sin la menor preocupación.

La deconstrucción de la confusión mental que vive Jamie, que habla de “objetivos” y de “atacar” sin tener realmente claro qué supone lo que va a obtener al final (cómo puede, sigue siendo un crío), está increíblemente llevada a todos los niveles, incluyendo la actuación de un precoz Owen Cooper que es toda una revelación.

Todo esto sustenta lo que es desde ya uno de los mejores episodios del medio televisivo en este 2025, que ha empezado fuerte con algunas propuestas ambiciosas. Incluso aunque la experiencia de ‘Adolescencia’ puede llevar a ciertas ambivalencias, en este episodio consiguen dejar muy claro que tienen cogido el pulso a algo muy relevante que hay que contar.

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La noticia El estilo de ‘Adolescencia’ es tan ambicioso como problemático, pero este episodio exhibe las fortalezas de una de las miniseries del año fue publicada originalmente en Espinof por Pedro Gallego .