¡Es la democracia, ciudadanos! ¡Es Europa, compatriotas!
Trump ha entrado como elefante en cacharrería en la crisis democrática y en un mundo desordenado y ha acelerado las tendencias de fondo llevándolas hacia su paroxismo, hacia sus más peligrosos y temibles efectos. La entrada ¡Es la democracia, ciudadanos! ¡Es Europa, compatriotas! se publicó primero en Ethic.

¿Cómo hemos llegado a esto? Es una pregunta que nos hicimos muchas veces, en los momentos más trágicos del terrorismo de ETA, cuando creíamos que no había esperanza. ¿Cómo fuisteis capaces? Fue la pregunta de las generaciones de posguerra en Alemania a sus padres, culpables la mayoría del horror del nazismo. Pienso en la pregunta que nos harían nuestros hijos y nietos si, en este brusco amanecer de un mundo nuevo, destruimos nuestras democracias y dejamos desaparecer a Europa.
¿Es para tanto? ¿Tan graves son los riesgos? No es solo Trump. No es solo Ucrania y la guerra. Son corrientes de fondo que atraviesan las actitudes y los sentimientos de muchos de nuestros conciudadanos. Son cambios geopolíticos profundos que golpean el mundo desde la caída de las Torres Gemelas. Es la desconfianza y la incertidumbre, es el malestar ciudadano y el deterioro de las instituciones, que fragmentan y polarizan los sistemas políticos y debilitan peligrosamente las democracias. Son las redes sociales, tomadas al asalto por oligarcas tecnológicos y poderes ocultos para manipular y desacreditar la información veraz y el edificio deliberativo público. Es una globalización desgobernada que implosionó en la crisis de 2008 y en la pandemia. Es un desorden internacional que se viene gestando desde hace años que devalúa los acuerdos y las organizaciones multilaterales y camina hacia una multipolaridad incierta y temible.
Trump ha entrado como elefante en cacharrería en esa crisis democrática y en ese mundo desordenado y ha acelerado esas tendencias de fondo llevándolas hacia su paroxismo, hacia sus más peligrosos y temibles efectos.
En primer lugar, porque él representa la más abyecta expresión antidemocrática al no aceptar la derrota en 2020 y pretender evitar la toma de posesión del legítimo ganador electoral en aquella ocasión.
En segundo lugar, porque todos sus actos están preñados de desprecio a la separación de poderes, devaluando el legislativo y desobedeciendo al judicial. Un poder ejecutivo rotundo, simbolizado por ese rotulador que firma decretos ejecutivos en su despacho, indultando a golpistas, imponiendo aranceles, expulsando inmigrantes, cerrando agencias gubernamentales o despidiendo funcionarios, sin controles parlamentarios ni filtros de legalidad.
También porque ha incorporado a las máximas esferas del gobierno a los principales propietarios de las tecnológicas mundiales para construir con ellos y con ellas un mundo a su medida, en el que la utilización de las grandes plataformas tecnológicas de la comunicación y de la conversación pública sean armas de acción política al servicio de líderes e ideas abiertamente antidemocráticas y de estructuras de la desinformación y la mentira. Como bien dicen los carteles de protesta social en Estados Unidos, «a ellos no los elegimos».
Las acciones de Trump representan una regresión reaccionaria sobre los valores morales y las conquistas sociales de la modernidad
En cuarto lugar, porque está destruyendo todos los códigos morales de la dignidad humana, todos los valores y principios que habíamos ido creando en los dos siglos de ilustración y democracia que tienen la libertad, la igualdad y la justicia como corolario de la razón y el pensamiento crítico. Es fácil ver esos signos externos de los que hace gala: el desprecio a los derechos humanos, el negacionismo medioambiental, la vulneración sistemática de los acuerdos y compromisos adquiridos, la presencia religiosa cuestionando la laicidad civil y la aconfesionalidad del Estado, la ausencia de toda compasión humana en sus decisiones, el rechazo a principios y exigencias de sostenibilidad y de responsabilidad social de las empresas… Todos ellos y muchos más representan una regresión reaccionaria sobre los valores morales y las conquistas sociales de la modernidad.
Luego, porque los teóricos e ideólogos de su proyecto, reivindican la superación de la democracia como un sistema lento, complejo e ineficaz para la gobernanza del mundo de hoy y están reclamando un CEO-Presidente para las empresas-país, un «hombre fuerte» para el mando, un «monarca moderno» para gobernar el país en tiempos de inmediatez y concatenaciones geopolíticas, proponiendo al mundo la sustitución de los viejos principios liberales por las nuevas reglas de la gestión mercantil y la razón de la fuerza.
También porque su irrupción en la política internacional ha roto con todo lo que habíamos construido en los últimos ochenta años: el derecho internacional, el respeto a las fronteras, el multilateralismo, las organizaciones internacionales… Su expansionismo territorial (Canadá, Groenlandia, Panamá), sus guerras comerciales con el mundo, su «America first» contra todo y contra todos, su abandono de las organizaciones internacionales (OMC, OMS) y de los grandes acuerdos multilaterales climáticos y otros representan el mayor salto atrás que jamás había dado la humanidad.
Su irrupción en la política internacional ha roto con todo lo que habíamos construido en los últimos ochenta años
Después, porque su estrategia para con Ucrania y Europa le ha convertido objetivamente en adversario de nuestros intereses. Humilla a Ucrania, desprecia a Europa y se alía con Rusia, amenazando con abandonar la OTAN y olvidar su compromiso de defensa mutua, precisamente cuando la amenaza rusa se ha hecho más verosímil que nunca. Trump no quiere una Europa unida y fuerte. Nos sanciona comercialmente, margina nuestra política exterior, pretende anexionarse un territorio de uno de nuestros socios, combate nuestros modelos regulatorios, debilita nuestras políticas medioambientales y nos amenaza con abandonar nuestro sistema común de defensa.
Y en último lugar porque, en el fondo, hay una peligrosa convergencia entre el Kremlin y el plan Trump para Ucrania y Europa. Resumidamente, esta convergencia expresa el deseo de Rusia de recuperar su influencia en los países de la vieja URSS, bajo el principio de que «Europa sea compartida por los nuevos imperios», y existe una disposición de los ideólogos de Trump para «dar a Rusia mano libre en el continente», de manera que desaparezca la Unión Europea y sus naciones busquen su acomodo en el nuevo mundo de los grandes imperios.
Hay una peligrosa convergencia entre el Kremlin y el plan Trump para Ucrania y Europa
De manera que sí, es para tanto. Es como para que nos pongamos todos a pensar en ese mundo salvaje que nos proponen, regido por la ley de la fuerza y no la del derecho. Es el «America first», aplicado a cada batalla, sea esta comercial, tecnológica o bélica. Es el mundo que quieren imponernos volviendo a unos marcos (Dios y patria, naciones vasallas y potencias imperiales) superados por la razón y la democracia, por la ley y la ciudadanía, por la laicidad y el globalismo multilateral.
Es para tanto y para más, porque Europa está en peligro. No solo por una defensa unitaria que no tenemos. No solo porque nuestro aliado se convierte en enemigo y nos deja solos.
No solo porque nos amenazan guerras ciertas y países socios a los que debemos ayudar. También porque tenemos que hacer esfuerzos enormes de integración para vencer retrasos tecnológicos que lastran nuestra competitividad, porque tenemos que adoptar acuerdos muy difíciles para asegurar la provisión de recursos básicos, porque tenemos que defender en el mundo nuestros valores, nuestras aspiraciones de un orden internacional en paz, regulado y cooperativo y, en definitiva, porque queremos defender un mundo basado en las ideas de justicia social y derechos humanos.
Si nos quitan Europa, no seremos nada, estaremos solos en un mundo hostil, no podremos comerciar ni asegurar recursos, ni competir, ni progresar. Seremos vasallos de los nuevos imperios. Por eso,
hay que reivindicar Europa más que nunca;
hay que reivindicar una Europa más integrada y unida;
hay que fortalecer la democracia más que nunca y hacerla mejor.
¡Es la democracia, ciudadanos! ¡Es Europa, compatriotas!
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