ZN25 – Pepita Pardell, pionera de la animación

De la mano de la periodista Marta Pardell Carretero recordamos la carrera como animadora de Pepita Pardell i Terrade, auténtica pionera en el medio.

Mar 22, 2025 - 13:49
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ZN25 – Pepita Pardell, pionera de la animación

La Pepi era molt bona tieta àvia

INTRODUCCIÓN

El pasado mes de noviembre, nuestro compañero y amigo, Luis Javier Capote Pérez, nos realizó a Tristan Cardona y servidor una oferta que difícilmente podíamos rechazar. La propuesta en cuestión tenía que ver con la última conferencia inaugural de la queridísima Semana del Cómic de La Laguna. Dicha ponencia estaba centrada en la figura de Pepita Pardell i Terrade, autora de tebeos y pionera de la animación en nuestro país. La conferencia no podía contar con mejor maestra de ceremonias que Marta Pardell Carretero. Además de periodista, Marta es sobrina de Pepita.

Pues bien, el bueno de Capote, con el olfato que le caracteriza, expresó a Marta su deseo de que esta continuase abordando la vida de su tía en un artículo para Zona Negativa. Aprovechando nuestro 25 aniversario hemos considerado que el testimonio es tan interesante que ha sido recogido en dos especiales. A continuación, podréis disfrutar con el dedicado al cine de animación mientras que, en próximos días, tendréis otro artículo centrado en la vinculación de Pepita Pardell i Terrade con el mundo de las viñetas.

Pepita Pardell, la revolucionaria discreta

Por increíble que parezca, la cuna del cine de animación en España y Europa se encuentra en un barrio del norte de Barcelona en plena posguerra española y con la Segunda Guerra Mundial en marcha. Unos cimientos poco sólidos tal vez, pero que no impidieron consolidar una industria que se abría camino a fuerza de creatividad, ilusión y también intereses creados. En esos primeros años una adolescente de aquel humilde barrio llamado El Coll-Vallcarca consiguió acceder al mundo de la animación por la puerta pequeña, de manera muy discreta. Pero eso no le impidió entrar en el selecto grupo de pioneros del cine animado en Europa, rodar con mitos de Hollywood o publicar con autoras clásicas del cómic femenino del siglo XX. Esa chica fue Pepita Pardell Terrade y lo consiguió gracias a mantener intacta su obsesión: hacer que los dibujos se movieran.

Se forja una artista

La historia de Pepita arranca en 1928, casualmente el mismo año en que Walt Disney crea a Mickey Mouse. Pero la familia Pardell Terrade estaba muy lejos del glamour de Hollywood. El abuelo de Pepita, Josep Pardell i Mateu, era forjador artístico y se había trasladado a la capital a finales del siglo XIX procedente de un pueblo cercano a Lleida para trabajar a las órdenes de Antoni Gaudí. El padre de Pepita, Josep Pardell i Sentís, era aficionado al dibujo y la pintura, así como muy hábil con las manos. Durante un tiempo fue aprendiz con su padre pero profesionalmente se dedicó a ser mecánico y chófer particular para una familia rica de la ciudad. La madre de Pepita, Emilia Terrade i Ganduxer, también tenía talento artístico, en este caso por su buena voz y capacidad para cantar. Ella hubiera querido dedicarse al canto lírico pero las circunstancias familiares no se lo permitieron.

Así, es en un ambiente modesto pero marcado por la vocación artística donde nace Pepita, la primogénita del matrimonio. Ya desde pequeña demuestra un talento innato para el dibujo y también una gran pasión por la naturaleza. Es una niña tímida y callada que disfruta observando como las hormigas desfilan cargadas de migas de pan; o que pasa horas contemplando las flores del bosque. De hecho, las características del barrio donde vivía, en la montaña y pegado al Park Güell, así como los veranos que la familia pasa en Montserrat por las obligaciones laborales del padre, juegan un papel definitivo en el despertar artístico de Pepita. Visto el talento de la niña en lo que a dibujar se refiere, sus padres deciden fomentarlo aprovechando la conexión que tienen con un artista, Antoni Comerma. Se trata de un reconocido artista catalán que vive en Francia pero que pasa temporadas en el edificio donde reside la familia Pardell por ser hermano de una vecina. Comerma ve los dibujos de la pequeña, determina que tiene madera de artista y le da sus primeras nociones de dibujo durante paseos por el Park Güell, el Carmelo, o su propio barrio de El Coll-Vallcarca. Pepita también le ayuda con los dibujos de bordados, lencería y estampados que él hace para otros países. Son las primeras clases de dibujo que recibe.

Guerra y silencio

En la formación del carácter artístico de Pepita también tiene mucho que ver el contexto histórico. La Guerra Civil estalla cuando ella tiene ocho años y es plenamente consciente de los bombardeos, el miedo, el hambre y la humillación. La derrota republicana también le marca. Descubre un mundo hostil donde la consigna principal es ver y callar. No decir nunca lo que piensa. También la escuela es represora. En sus primeros años asiste a una escuela de la República, donde recibe una educación moderna que promueve la igualdad de oportunidades pero, tras la Guerra Civil, la escuela cambia radicalmente hacia un modelo machista, con muy poca formación real, mucha religión y represión constante. En el caso de las chicas, las clases didácticas prácticamente desaparecen y se limitan a costura y rezos. Este silencio impuesto la vuelve más introspectiva si cabe y se acostumbra a reprimir la rabia y la rebeldía. Solo dibujar y la naturaleza le ayudan a desahogarse.

Los dibujos se mueven

Pasan los años y Pepita llega a la adolescencia con un descubrimiento que será clave para su futuro. En 1941, el estreno cinematográfico de Blancanieves de Walt Disney en Barcelona, es para ella un sueño hecho realidad porque descubre que los dibujos se mueven. No tienen que estar siempre estáticos como ella los ve en los cuentos y las historietas, si no que pueden tener vida propia. Y con una frase que siempre recordará… ¡Esto es lo mío! decide que quiere dedicarse a la animación. Una decisión atrevida y tomada desde la ignorancia. No había escuelas de animación en Barcelona, ni siquiera en España. De hecho, no había una industria al respecto en todo el Estado. Y a eso se añade que el fin de la escuela la lleva a un camino inevitable: hay que trabajar para llevar dinero a casa. Para una chica como ella, el destino laboral más habitual era ser dependienta, pero a Pepita eso le da pánico. Dada su timidez, se ve incapaz de tratar cara a cara con el público. Suplica a sus padres que no la coloquen en una tienda. Y una vez más, la fe que tienen en ella da sus frutos.

Es Emília, su madre, quien en 1943 oye decir por el barrio que se acaba de abrir un estudio de dibujos animados y que están preparando una película. Y no es precisamente un rumor. Efectivamente, los estudios Balet y Blay, situados a pocos metros de su casa, estaban trabajando en Garbancito de la Mancha, la primera película de dibujos animados hecha en España y la primera hecha en Europa con la técnica del acetato. Es decir, superponiendo diferentes láminas transparentes, cada una con una parte de la escena para crear el efecto de fondo y movimiento.

Pepita tenía entonces 15 años y empezaba a sentir la angustia de tener que contribuir a la maltrecha economía familiar, así que se armó de valor y, acompañada por su madre, fue a pedir trabajo. El director del film, Arturo Moreno, le hizo una prueba que ella no superó por falta de conocimientos técnicos. Pero en un movimiento arriesgado, cuando ya veía que no lo conseguiría, pidió probar con una tarea más fácil que pudiera hacer mientras aprendía las técnicas que no dominaba. Así, consiguió otra prueba coloreando fondos, cosa que podía hacer muy bien dada su experiencia con el dibujo.

Balet y Blay

Pepita tiene muy claro que no quiere limitarse a colorear fondos. En seguida pide que le dejen llevarse material a casa para practicar e ir mejorando. Y es que, en aquella época, todos los animadores provenían del mundo del cómic o del dibujo y eran totalmente autodidactas. Arturo Moreno, director de Garbancito, publicaba en el TBO, entre otras revistas y también hay ejemplos tan conocidos como el de José Escobar, el autor de Zipi y Zape, que tiene varios cortos y una película de animación, Érase una vez (1950). Sin embargo, en los años 40 los jóvenes animadores no podían hacer más que pedirse consejo entre ellos, experimentar e intentar ver todo lo que se hacía en Estados Unidos y llegaba a España. También el contexto histórico les jugaba en contra. En plena Segunda Guerra Mundial en Europa, trabajaban con material escaso y rudimentario. Iincluso tenían que usar radiografías que lavaban una y otra vez para poder reaprovecharlas como acetatos.

De los estudios Balet y Blay Pepita siempre destacó el buen ambiente de trabajo de un equipo muy joven formado en su mayoría por personas contrarias al régimen. Totalmente al contrario que los propietarios de los estudios. José María Blay y otros jefes eran falangistas y muy a menudo pasaban por la sala de dibujo con las camisas azules. En los estudios Balet y Blay, Pepita participó en tres películas, cada vez con más responsabilidad. Cuando acabaron de rodar la primera, Garbancito de la Mancha en 1945, despidieron a todo el personal y un tiempo después les volvieron a contratar para rodar la segunda parte, Alegres Vacaciones, que se pudo estrenar en 1948 después de una producción accidentada. Una vez terminado el rodaje, un gran incendio en los estudios destruyó parte del material. Tanto Pepita como sus compañeros pudieron salir a tiempo y no hubo víctimas personales, pero sí materiales muy importantes. Tuvieron que rehacer buena parte del material calcinado y eso retrasó la producción. Pero a pesar del éxito y la repercusión que tuvo Garbancito, la segunda parte no obtuvo el favor del público y pasó muy desapercibida. Aún así, los estudios produjeron una tercera película de animación: Sueños de Tay-Pi, estrenada en 1952 y dirigida por el austríaco Franz Winterstein y José María Blay. La repercusión fue tan escasa que, según explicaba Pepita, el día del estreno prácticamente todo el público era el equipo que había hecho posible la película. Sueños de Tay-pi fue el final de los estudios Balet y Blay y eso obligó a Pepita a aparcar su sueño durante once largos años en que se dedicó a ilustrar cómic femenino para Ediciones Toray bajo el seudónimo de Maite.

Regreso a la animación: los años de la publicidad

En 1962, el cine de animación volvió a llamar a la puerta de Pepita y aunque en un principio dudó si dejar el cómic femenino, su hermano y figura básica para ella, Joan Pardell, la impulsó a volver a la aventura. Manuel Martínez Buch, Luna Wemberg y Josep Maria Sanjuán habían fundado recientemente los estudios Buch-Sanjuán y piensan en ella, a quien habían conocido en Balet y Blay. La fundación de Televisión Española en 1956 había abierto un nuevo mercado dentro del mundo de la animación, y los tres socios querían aprovecharlo. Así pues, los estudios estaban especializados en spots publicitarios para televisión y esta nueva faceta entusiasmó a Pepita, que disfrutaba estudiando a los personajes y sus movimientos para explicar una historia en 15 o 30 segundos. Esta brevedad le obligaba a trabajar la expresividad, la intención y los gestos de manera casi milimétrica para dar vida a los personajes y conseguirlo le dio muchas satisfacciones. En estos estudios, Pepita compartió trabajo con otros destacados animadores como Julio Taltavull, Àngel Garcia, Víctor Luna o Jordi Amorós.

Pepita trabaja en Buch-Sanjuán hasta 1964, año en que los estudios caen en bancarrota. Pero Manuel Martínez Buch consigue mantener a la plantilla con la creación de unos nuevos estudios: Publivisión. Allí, el buen trabajo y la experiencia de Pepita la convierten en animadora en jefe. Un éxito que también la pone delante de una realidad: a muchos hombres no les gusta nada recibir órdenes de una mujer. Así pues, se enfrenta a animadores que la ignoran, no siguen sus instrucciones o simplemente demoran el trabajo sin motivo aparente y ponen en riesgo los plazos de entrega. Esto influye en los nervios de Pepita, que deja de disfrutar con el trabajo y finalmente abandona por voluntad propia Publivisión en 1972.

Esto no es Hollywood… pero casi

Pero no está mucho tiempo parada. Solo un par de meses después recibe en casa la llamada de Robert Balser, reconocido animador estadounidense que en 1968 había sido director de animación del film Yellow Submarine, basado en la música de los Beatles y en el que participó el grupo de Liverpool. Balser había trabajado en los años sesenta en los estudios Moro de Madrid, como director, dibujante y animador de cintas publicitarias. También hizo un cortometraje llamado El sombrero en 1964. Tras una temporada en Londres para trabajar en Yellow Submarine se establece en Barcelona, donde funda en 1972 Pegbar Productions junto a Julio Taltavull y Lluís Garcia. El estudio produce películas y series de animación a través de coproducciones internacionales. Balser conocía a Pepita por su trabajo en Publivisión y cuando descubre que está libre no duda en darle trabajo.

Así es como Pepita empieza a participar en producciones para Estados Unidos y el Reino Unido como The Charlie Brown and Snoopy Show o El león, la bruja y el armario, que en 1979 obtuvo dos premios Emmy. En aquellos años Pepita se siente libre, ya que trabaja principalmente desde casa y puede combinar el trabajo con paseos por el Park Güell, viajes y sobre todo dibujos. Pero el proyecto más importante que tiene durante sus años en Pegbar llega en 1975.

La doncella guerrera

Robert Balser y Julio Taltavull le dan simplemente un guion literario y le encargan un cortometraje de doce minutos que formará parte de la serie Fábulas de Europa. Se trata de La doncella guerrera, que elaboró en solitario desde casa interpretando el guion directamente a través de dibujos clave y creando prácticamente toda la animación. Después, dirigió al equipo de Pegbar que puso color e hizo el trabajo de cámara para filmar el corto. En la cinta consta únicamente como director Julio Taltavull, pero en 2016 la Muestra Internacional de Cine de Animación de Cataluña, ANIMAC, reconoció oficialmente como codirectora a Pepita después de que ella misma mostrase material y explicase con todo lujo de detalles cual fue su papel en el cortometraje.

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Pepita se inspiró en los frescos románicos de Sant Climent de Taüll y en los grabados de Goya para embastar este romance medieval con cierto trasfondo feminista en el que una doncella decide vestirse como un chico para luchar en favor del rey en nombre de su familia, en la que no hay ningún hombre a quien enviar al frente. Este cortometraje es, sin duda, el trabajo que más orgullosa hizo sentir a Pepita. Ella siempre dijo que haciéndolo se volvió más sabia que rica pero que su gran recompensa fue que, tras verlo, Bob Balser le dijo: «Has hecho un buen trabajo».

Arranca la animación en catalán

Pepita trabajó en Pegbar Productions hasta 1985, cuando los encargos empiezan a declinar. Pero en 1986 otro viejo conocido, Jordi Amorós, llamó a su puerta para ofrecerle trabajo. Amorós había fundado junto a Víctor Luna, también excompañero de Publivisión, los estudios Equip. Una empresa enfocada, sobretodo en los spots publicitarios, pero con el objetivo último de conseguir dinero para hacer películas o series de animación. Por ejemplo, Mofli el último Koala, una serie para Televisión Española que en 1986 obtuvo gran popularidad. Pero es a finales de esta década que Equip pone en marcha su proyecto más ambicioso: la primera película de animación en catalán.

En 1990 se estrena Despertaferro, después de muchos años de trabajo y una gran inversión. Sin embargo, el film no recaudó los beneficios esperados y debido a la mala situación económica de los estudios, Amorós decide crear una nueva empresa, Cine Nic, para la que también cuenta con Pepita. Una vez más, estos estudios estaban centrados en la publicidad. Tanto en Equip como en Cine Nic, Pepita coincidió con exdibujantes de la revista El Papus y animadores de antiguos estudios donde había trabajado, siempre en un ambiente muy distendido que nunca compartió del todo. Ella era seria, muy aplicada y tremendamente profesional, incluso en el ambiente artístico. Pero siempre fue admirada y respetada por su trayectoria y profesionalidad. Pepita trabajó en Cine Nic hasta 1993, cuando decidió jubilarse. Estos últimos años son complicados laboralmente por los problemas económicos que arrastraba la empresa, así que ella vivió la jubilación como una liberación y un retorno a los orígenes.

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Volver a empezar

Unos orígenes que implicaban volver a su querido Park Güell, retomar el contacto con la naturaleza y dedicar tiempo a pintar. También escribía, cosía o hacía trabajos manuales, cualquier cosa que implicase transformar manualmente. Y su mente siguió igual de inquieta. Disfrutaba con los dibujos animados, ya fueran sus amadísimos clásicos de Disney o producciones actuales que veía en televisión. Eso la reconcilió poco a poco con la animación hecha con ordenador, que había conocido brevemente antes de jubilarse y que nunca terminó de entender. De hecho, ella pensaba que mataba el trabajo del animador y el resultado de las primeras producciones no le convencía.

Los últimos años de Pepita fueron plácidos y discretos, aunque aún le esperaba una gran sorpresa. En 2015, a sus 87 años, y coincidiendo con los homenajes por el setenta aniversario del estreno de Garbancito de la Mancha, participó en una mesa redonda sobre el film que le supuso un reencuentro con el mundo de la animación y que despertó un interés en su trayectoria que le valió un buen número de premios y reconocimientos.

El mundo descubre a Pepita

En 2016, la Muestra Internacional de Cine de Animación de Cataluña, ANIMAC, le otorgó el premio Trayectoria en reconocimiento a su carrera. En 2018 la Academia del Cine Catalán la incorporó como miembro de honor y le entregó un Gaudí honorífico y solo unos días más tarde recibió la Cruz de Sant Jordi que otorga la Generalitat de Cataluña en reconocimiento a su labor como pionera del cine de animación en Cataluña y España. Tan solo unos meses antes de su fallecimiento su barrio, El Coll-Vallcarca, le dedicó un emotivo homenaje y una exposición retrospectiva y también el distrito de Gracia de Barcelona destacó su trayectoria con el Premio de Honor Vila de Gracia. Todos estos homenajes y galardones sobrepasaron a Pepita, que jamás esperó ningún reconocimiento.

Su fallecimiento, en 2019, tampoco la ha hecho caer en el olvido. En 2019 sus memorias, en principio escritas para la familia, fueron depositadas en la biblioteca del Museo del Cine de Girona y en la Academia del Cine Catalán para consulta de estudiantes y expertos. En 2020, el distrito de Gracia creó un regalo institucional con una imagen de La Doncella Guerrera, el año siguiente se inició el proyecto de documental cinematográfico Pepita Pardell: frame a frame, que ya está en fase de rodaje. En 2023, justo el día en que hubiera cumplido 95 años, el ayuntamiento de Barcelona colocó una placa conmemorativa en la finca donde vivió medio siglo. Y a finales de 2024 aprobó poner el nombre de Pepita Pardell Terrade a unos jardines situados muy cerca de la casa donde pasó su infancia y juventud.

Pepita jamás esperó esta vorágine. Al contrario, siempre apostó por la discreción y el perfil bajo, ya que en su época que una mujer sobresaliera le podía traer más problemas que otra cosa. Por eso su revolución personal fue siempre discreta. Pepita siempre tuvo claro qué quería en la vida y lo consiguió. Y este ha sido su mejor premio.

FIRMADO: MARTA PARDELL CARRETERO