El cuerpo como resistencia
El arte no es solo belleza, también puede ser crudo, movernos por dentro y llevarnos a las partes más oscuras de nuestra sociedad. El arte también reconecta con la tierra y con el lugar del que venimos. Es memoria y es denuncia. Ana Mendieta supo canalizar todas estas dimensiones a través de su obra y de su cuerpo. La entrada El cuerpo como resistencia se publicó primero en Ethic.

Para Ana Mendieta, el arte era una forma de conectar con el universo y con su propio origen. A través de sus obras y de su cuerpo, expresó con crudeza temas como la violencia contra las mujeres o el desarraigo. Aunque su obra trasciende lo autobiográfico, su historia personal y su identidad son esenciales para entender su búsqueda artística. Como explican Idoli Castro y Sonia Kerfa, en su arte transgresor se expone «como mujer, como artista, activista, latina, cuya vida fisiológica y psicológica se convirtió en arte, reabsorbiendo y negando así las cesuras opresivas entre el exterior y el interior, lo visible y lo oculto, la presencia y la ausencia».
Nacida en Cuba en 1948, Ana Mendieta llegó a Estados Unidos en 1961 a través de la llamada Operación Pedro Pan (o Peter Pan), un programa impulsado por la Iglesia Católica en Estados Unidos que pretendía alejar a niñas y niños del régimen de Fidel Castro. Aunque se esperaba que el reencuentro con sus familias fuera rápido, esta operación dejó a una generación de menores entre orfanatos y casas de acogida. En total, más de 14.000 niñas y niños fueron separados de sus familias entre 1960 y 1962. Ana Mendieta, que viajó con su hermana Raquel a Estados Unidos, pasó cinco años sin ver a su madre y dieciocho sin ver a su padre. No regresó a Cuba hasta los años 80, cuando realizó diversos viajes para reconectar con su tierra natal y crear algunas de sus obras en entornos naturales. Ana Mendieta murió con solo 36 años tras una discusión con su marido, el artista Carl Andre. Su muerte aún sigue llena de interrogantes.
El cuerpo como lenguaje
En sus primeros años en Estados Unidos, Ana Mendieta vivió en diferentes casas de acogida en Florida y, luego, en Iowa. Después, estudió pintura y se inscribió en el InterMedia Studies Program de la Universidad de Iowa, impulsado por Hans Breder, donde comenzó a experimentar con múltiples disciplinas y entró en contacto con el arte conceptual y performativo de los años 70. Es la época de las revoluciones sexuales, del cuestionamiento de la mística de la feminidad y de la experimentación artística como forma de resistencia. Es también el periodo en el que aparecen artistas como Judy Chicago, Miriam Schapiro o Carolee Schneemann. Como explica María Ruido, el arte de Ana Mendieta está vinculado a Vito Acconci, Nancy Spero, Denis Oppenheim Robert Smithson o Martha Wilson.
Todo ello influye en la obra de Ana Mendieta, que desborda los límites tradicionales del arte e integra performance, land art, pintura, escultura, vídeo y fotografía. Ya en algunas de sus primeras obras más significativas, como Facial Hair Transplant o Glass on Body, su cuerpo ocupa una parte central. Sin duda, una de las performances más impactantes de la artista es Rape Scence (1973), en la que recreó la escena de una violación como respuesta a la violación y asesinato de una estudiante de su universidad. María Ruido, artista visual e investigadora, afirma que «la violencia, y el cuerpo de las mujeres como lugar de ejercicio de la violencia, aparecen repetidamente en su trabajo, pero en este caso, el tema de la violación apunta una lectura que enlaza con el activismo feminista concreto de este momento, aunque desde una perspectiva formal y discursiva con matices propios».
Vuelta al origen
Más tarde, en su serie Siluetas (1973-1980), Mendieta da más protagonismo a la tierra, con la que establece un diálogo más poético y espiritual. Para esta serie, exploró yacimientos precolombinos en México y profundizó en las tradiciones indígenas de Centroamérica y el Caribe. A través de sus intervenciones, marcó su silueta con elementos como el fuego, la sangre o el agua para evocar la ausencia y, al mismo tiempo, reconectar con su tierra.
En esta serie, Ana Mendieta adapta el land art a su propia visión. A diferencia de artistas como Robert Smithson, cuya obra altera el paisaje, Mendieta establece un diálogo sutil con el entorno. En palabras de Máximo Aláez Corral, «lo que practica Mendieta es un tipo de earth body art en el que el espacio natural no se nos presenta colonizado, transformado, ni agredido. El espacio en la obra de Mendieta es soporte, material, medio y fin al mismo tiempo, y el cuerpo es parte intrínseca de ese mismo espacio en el que deja su huella».
Esta serie, realizada en entornos naturales de Iowa, México y Cuba, fusionó la identidad de Mendieta con la tierra y dio lugar a obras efímeras que hoy solo se conservan en fotografías y vídeos que registró.
Ana Mendieta utilizó su propio cuerpo como medio para explorar la identidad, la violencia y el exilio
El arte como rito y como política
Esta relación con los elementos naturales también está presente en su exploración de la espiritualidad afrocubana, en particular la santería. Su interés no era solo estético, sino también personal y cultural y refleja su búsqueda de identidad tras el exilio. En obras como Birth Gunpowder Drawing o Body Tracks, el uso de fluidos corporales y gestos rituales refuerza esta dimensión espiritual, en la que el cuerpo actúa como un canal de comunicación con fuerzas invisibles, la naturaleza y la memoria ancestral.
La obra de Mendieta ha sido leída desde una perspectiva feminista y sus intervenciones en el paisaje y su interés por la corporeidad desafían la mirada patriarcal y colonial que ha separado tradicionalmente a las mujeres y a los pueblos indígenas del poder y la cultura. Si bien su experiencia como exiliada cobra mucha relevancia en sus obras, María Ruido explica que no es posible reducir la obra de Mendieta a una manifestación de traumas personales, ya que esto implicaría ignorar sus vínculos con el arte de su tiempo y limitar deliberadamente la riqueza y complejidad de su producción. En este sentido, defiende que el arte de Mendieta «no es ni folclórico, ni improvisado, ni autocompasivo, sino políticamente articulado y altamente vinculado con las practicas artísticas de su tiempo».
La frase «¿Dónde está Ana Mendieta?» se convirtió en un acto de memoria y resistencia tras su muerte en 1985
¿Dónde está Ana Mendieta?
La muerte de Ana Mendieta aún sigue despertando muchos interrogantes. En 1985, con solo 36 años, cayó desde el apartamento que compartía con su marido Carl Andre en Nueva York tras una discusión. Aunque no fue condenado por falta de pruebas, diferentes activistas y artistas apuntan a que el respaldo cultural y social del que gozaba Carl Andre, frente a una Ana Mendieta que era vista como una artista latina con personalidad conflictiva y suicida, influyó en el veredicto y en cómo el sistema judicial y el mundo del arte trataron su muerte.
Este caso despertó mucha indignación entre artistas del círculo de Ana Mendieta y la frase «¿Dónde está Ana Mendieta?» se repitió como protesta cada vez que Carl Andre inauguraba una nueva muestra. La frase se convirtió en un símbolo de denuncia sobre la violencia de género y la falta de justicia en su caso, así como en una crítica a la estructura patriarcal del sistema artístico. Acciones como las de Guerrilla Girls y otras artistas y activistas, como Tania Bruguera, han mantenido viva la memoria de Mendieta y han exigido el reconocimiento de su legado.
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