Alguien dijo que Luis Antonio de Villena (Madrid, 1951) era nuestro Oscar Wilde, y él solo lo cita una vez en lo que dura esta entrevista: «A mí dadme lo superfluo, que lo necesario lo tiene todo el mundo». Como en el poema, el hombre se ha arreglado el foulard frente al espejo y aún anhela juventudes y veranos y le preocupa lo que no importa, aunque hoy llueve y dice que su casa es ya una gruta de cuadros y de libros: es verdad. «Este retrato me lo hizo Ginés Liébana, y aquí está todo Proust», explica, señalando un armarito. También hay una lechuza, un David, decenas de fotos en blanco y negro y la certeza de que la...
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