Samanta Schweblin regresa con seis cuentos inquietantes: “El gran ejercicio de la literatura es construir la diversidad”

'El buen mal', su nuevo libro de relatos, comprende seis cuentos que de algún modo giran en torno a la muerte y lo que hacemos para esquivarlaKarla Sofía Gascón: “Soy menos racista que Gandhi y menos de Vox que Echenique” Puede que inquietud sea el sentimiento que predomina entre todos los que provoca la lectura de El buen mal, el nuevo libro de relatos que Samanta Schweblin acaba de publicar en la editorial Seix Barral. Seis cuentos que se cocinaron a fuego lento, durante tres años, hasta que estuvieron listos para servir. Una madre que sigue el último paso de Virginia Woolf, dos hermanas que se aventuran a entrar en casas ajenas por las noches, un gato cuyo fallecimiento provoca una pena tan grande como la pérdida del hijo de una antigua amiga o un niño que se traga una pila son algunos de los personajes que danzan por las historias de una de las autoras argentinas más aplaudidas de la actualidad. La muerte permite aglutinar estos relatos en un volumen con la lógica del tema en común. Está presente en cada uno de ellos, a veces como realidad y a veces como posibilidad, pero siempre ahí. El asunto apareció cuando se puso a escribir el primer cuento y se coló en el resto, porque la escritora sintió la necesidad de responder a una pregunta simple, pero no fácil: si tiene tanto peso en la literatura, ¿por qué siempre aparece al final de la trama? “Quise saber si se puede escribir un texto que empiece con la muerte y sea capaz de seguir avanzando, pero de manera concreta y realista”, dice Schweblin a elDiario.es sentada en la cafetería de un hotel en el centro de Barcelona. Lo extraño acecha de forma constante en la cotidianidad de los personajes. Las decisiones que toman les llevan a un desastre que habrían podido evitar si hubiesen optado por hacer lo contrario: no darle dinero a esa anciana, llevar al niño al hospital al momento, cerrar el ventanal antes de salir, obedecer a los padres y no salir por la noche. Balas que hubiesen esquivado si viviesen en un estado de alarma permanente sobre los innumerables peligros probables. Obsesivos en prevenir las desgracias Si una persona pasa cada minuto de su existencia ojo avizor, no saldría de su casa. Y aun así, no estaría del todo a salvo. “Somos muy obsesivos en el ejercicio de pensar los peores escenarios posibles y como reacción acrecentamos el miedo y nos perdemos en él, como si fuera la realidad” sostiene la autora. “Pero los prejuicios nos salvan también muchas veces. Ahí está ese doble juego del buen mal”, señala. Para ella, en sus relatos existen unas fuerzas invisibles que guían a los personajes y que son, en realidad, esos miedos construidos con los valores que les inculcaron en la infancia y las ideas que tiene cada uno de lo que es el mundo. Y el interrogante que lanza desde su libro es: ¿Qué pasa en la vida ordinaria cuando algo la pone en jaque? “Se enciende una alarma que ya no se puede apagar y por fin te hace prestar verdadera atención, pero, ¿qué sucede entonces?”, cuestiona. Además de la muerte y los peligros que acechan cada día, hay otro aspecto que también aúna a todos los cuentos: las voces narradoras son femeninas, excepto la de un niño, que tampoco es un hombre adulto. Schweblin declara que no fue una decisión consciente, no pensó en el género a la hora de escribir –en sus otros libros sí hay voces masculinas– pero quizá en estos relatos le salió así por los lugares en los que se desarrollan. “Yo no hago literatura autobiográfica, pero estas historias suceden en espacios que he habitado”, reflexiona y agrega: “A nivel espacial es muy personal y quizá en el fondo haya un poquito más de mí de lo que yo soy consciente”. Argentina en el teclado Samanta Schweblin vive desde hace doce años en Berlín. Pese a que considera que la ciudad alemana es su hogar, cuando pone las manos en las teclas su mente se desplaza a su tierra natal. No todos los cuentos de El buen mal suceden en aquel país, pero sí miran hacia él. “Es el espacio que me interesa pensar y estoy constantemente conectada con lo que pasa allí. No solo en el plano político, sino que estoy muy cercana a mi familia”, dice. Aunque ella creció en Buenos Aires, ahora sus parientes viven en la provincia de Chubut, un lugar muy diferente al de su infancia y que está muy presente en su nueva colección de cuentos. Cada año se instala durante uno o dos meses allí y recopila material para su escritura. 

Mar 22, 2025 - 22:29
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Samanta Schweblin regresa con seis cuentos inquietantes: “El gran ejercicio de la literatura es construir la diversidad”

Samanta Schweblin regresa con seis cuentos inquietantes: “El gran ejercicio de la literatura es construir la diversidad”

'El buen mal', su nuevo libro de relatos, comprende seis cuentos que de algún modo giran en torno a la muerte y lo que hacemos para esquivarla

Karla Sofía Gascón: “Soy menos racista que Gandhi y menos de Vox que Echenique”

Puede que inquietud sea el sentimiento que predomina entre todos los que provoca la lectura de El buen mal, el nuevo libro de relatos que Samanta Schweblin acaba de publicar en la editorial Seix Barral. Seis cuentos que se cocinaron a fuego lento, durante tres años, hasta que estuvieron listos para servir.

Una madre que sigue el último paso de Virginia Woolf, dos hermanas que se aventuran a entrar en casas ajenas por las noches, un gato cuyo fallecimiento provoca una pena tan grande como la pérdida del hijo de una antigua amiga o un niño que se traga una pila son algunos de los personajes que danzan por las historias de una de las autoras argentinas más aplaudidas de la actualidad.

La muerte permite aglutinar estos relatos en un volumen con la lógica del tema en común. Está presente en cada uno de ellos, a veces como realidad y a veces como posibilidad, pero siempre ahí. El asunto apareció cuando se puso a escribir el primer cuento y se coló en el resto, porque la escritora sintió la necesidad de responder a una pregunta simple, pero no fácil: si tiene tanto peso en la literatura, ¿por qué siempre aparece al final de la trama? “Quise saber si se puede escribir un texto que empiece con la muerte y sea capaz de seguir avanzando, pero de manera concreta y realista”, dice Schweblin a elDiario.es sentada en la cafetería de un hotel en el centro de Barcelona.

Lo extraño acecha de forma constante en la cotidianidad de los personajes. Las decisiones que toman les llevan a un desastre que habrían podido evitar si hubiesen optado por hacer lo contrario: no darle dinero a esa anciana, llevar al niño al hospital al momento, cerrar el ventanal antes de salir, obedecer a los padres y no salir por la noche. Balas que hubiesen esquivado si viviesen en un estado de alarma permanente sobre los innumerables peligros probables.

Obsesivos en prevenir las desgracias

Si una persona pasa cada minuto de su existencia ojo avizor, no saldría de su casa. Y aun así, no estaría del todo a salvo. “Somos muy obsesivos en el ejercicio de pensar los peores escenarios posibles y como reacción acrecentamos el miedo y nos perdemos en él, como si fuera la realidad” sostiene la autora. “Pero los prejuicios nos salvan también muchas veces. Ahí está ese doble juego del buen mal”, señala.

Para ella, en sus relatos existen unas fuerzas invisibles que guían a los personajes y que son, en realidad, esos miedos construidos con los valores que les inculcaron en la infancia y las ideas que tiene cada uno de lo que es el mundo. Y el interrogante que lanza desde su libro es: ¿Qué pasa en la vida ordinaria cuando algo la pone en jaque? “Se enciende una alarma que ya no se puede apagar y por fin te hace prestar verdadera atención, pero, ¿qué sucede entonces?”, cuestiona.

Además de la muerte y los peligros que acechan cada día, hay otro aspecto que también aúna a todos los cuentos: las voces narradoras son femeninas, excepto la de un niño, que tampoco es un hombre adulto. Schweblin declara que no fue una decisión consciente, no pensó en el género a la hora de escribir –en sus otros libros sí hay voces masculinas– pero quizá en estos relatos le salió así por los lugares en los que se desarrollan. “Yo no hago literatura autobiográfica, pero estas historias suceden en espacios que he habitado”, reflexiona y agrega: “A nivel espacial es muy personal y quizá en el fondo haya un poquito más de mí de lo que yo soy consciente”.

Argentina en el teclado

Samanta Schweblin vive desde hace doce años en Berlín. Pese a que considera que la ciudad alemana es su hogar, cuando pone las manos en las teclas su mente se desplaza a su tierra natal. No todos los cuentos de El buen mal suceden en aquel país, pero sí miran hacia él. “Es el espacio que me interesa pensar y estoy constantemente conectada con lo que pasa allí. No solo en el plano político, sino que estoy muy cercana a mi familia”, dice.

Aunque ella creció en Buenos Aires, ahora sus parientes viven en la provincia de Chubut, un lugar muy diferente al de su infancia y que está muy presente en su nueva colección de cuentos. Cada año se instala durante uno o dos meses allí y recopila material para su escritura. 

La escritora Samantha Schweblin en una foto de estudio

Sus influencias literarias están relacionadas con Argentina, por supuesto. Estas se manifiestan tanto en su interés específico por “la literatura de lo extraño” como por su cariño por la narrativa corta, por el relato. “Cualquier gran escritor argentino es sobre todo un gran cuentista que eventualmente puede escribir una novela o no, como Borges”. Ella misma tiene en su bibliografía varias antologías de cuentos y dos novelas. “Evidentemente, estoy atrapada en esa tradición que me enorgullece, pero también leo con mucha admiración a algunos contemporáneos”, asevera. 

“A diferencia de generaciones anteriores, la actual tiene muchos más vasos comunicantes. Yo leo un cuento de Federico Falco y me quedo temblando. O una novela de Gabriela Cabezón Cámara y pienso: ¿De verdad se podía hacer esto con el lenguaje? Es como si abriera compuertas de posibilidades, es muy enriquecedor a la hora de escribir”, declara.

Asimismo, también menciona a Selva Almada, una de las autoras a las que acudir para acercarse al tema de la violencia contra las mujeres. “Ella se inscribe en una tradición que aparentemente es de Juan José Saer y sin sacar un pie del todo, con su tempo y su manera de escribir, la convierte en algo completamente nuevo”, señala. 

Siete años sin publicar

Hace diez años que publicó su anterior libro de relatos Siete casas vacías (Páginas de espuma) y siete desde su última novela, Kentukis (Random House). Durante todo este tiempo que ha transcurrido hasta que su nuevo título ha salido al mercado, se ha dedicado a muchos trabajos –entre ellos, la adaptación a la pantalla para Netflix de Distancia de rescate (Random House), dirigida por Claudia Llosa– pero en ningún momento ha dejado de escribir. Sostiene que cada proyecto tiene sus tiempos y hay que encontrar el punto en el que se convierte en algo publicable.

Cualquier gran escritor argentino es sobre todo un gran cuentista que eventualmente puede escribir una novela o no, como Borges

Samanta Schweblin, escritora argentina

A lo largo de su carrera, Schweblin ha acumulado una considerable lista de premios entre los que destacan el Premio Tigre Juan por Distancia de rescate (2015) y el National Book Award por Siete casas vacías (2022), además de haber sido tres veces candidata final al Booker Internacional. Gracias a los galardones que van acompañados de una retribución económica, ha conseguido “comprar tiempo libre, que es carísimo”, indica, para poder dedicarse a escribir.

Gracias a eso, y a las clases que imparte, tiene “la suerte” de vivir de lo que le gusta. Pero su ambición no pasa por ganar más premios, sino que pone todas sus aspiraciones profesionales en el texto. “Hay algo en el arte que no se puede tratar del todo como si fuera una empresa, una carrera o un proyecto con deadlines y dinero”, defiende.

Los temores que se materializan

Si lo extraño acecha en todos los aspectos de la vida cotidiana, el plano político no se escapa. El miedo se puede materializar en cualquier momento, como sucede ahora en muchas partes del mundo en las que se pensaba que los terrores del pasado no se podían repetir. La situación parece pertenecer al ámbito de esa literatura de lo extraño que, según la escritora: “Tiene que ver no con lo imposible de suceder sino con la posibilidad de que suceda aquello que difícilmente podría suceder”. 

Schweblin vio desde Berlín cómo Milei llegaba a la presidencia de Argentina y sigue con atención todo lo que sucede en su país. Pero también ha observado cómo la ciudad en la que vive ha pasado de ser un lugar en el que las diferencias eran más que bien recibidas a ser un sitio en el que grupos de ultraderecha se manifiestan por sus calles protegidos por la policía.

“Es muy terrible, siendo inmigrante, ver pasar a esa gente debajo de tu balcón. En una ciudad, además, en la que están prohibidas las manifestaciones a favor de Palestina, donde está sucediendo un genocidio”, explica. “Pero no es que esa ultraderecha haya surgido ahora, sino que de pronto está autorizada a decir que esta es la nueva verdad, que es así como hay que hacer las cosas”.

No se atreve a aventurar qué es lo que sucederá a medio plazo, pero asegura que no entiende la política hecha desde el odio. “Estoy a favor de la diversidad en todos sus aspectos: política, sexual, cultural, de pensamiento y en términos migratorios”, dice. “El gran ejercicio de la literatura, de hecho, es construir esa diversidad”, añade. “Cualquier cosa que vaya por el camino contrario, me parece poco interesante y poco inteligente”, concluye para cerrar la entrevista. 

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