El Real Observatorio Astronómico de la Armada de San Fernando

El veinte de abril de 2017 tuve la ocasión de visitarlo, previa cita concertada con mi guía, la historiadora Cristina María Pita. El Observatorio abre sus puertas al público con la finalidad de que se conozcan las actividades científicas que se llevan a cabo en él desde hace más de dos siglos. Y además, conserva piezas de incalculable valor, como el Astrógrafo Gautier o el telescopio que usó el insigne astrónomo Cecilio Pujazón para la confección del primer Mapa Estelar, un proyecto internacional en el que participaba con las observaciones y mediciones que realizaba a través de la cúpula abierta del Real Observatorio de la Armada. Actualmente, el ROA, siglas con las que a éste se le conoce, establece la hora legal española UTC y colabora en el establecimiento de la hora internacional. Su actividad científica aborda éste ámbito y muchos otros, como el seguimiento de satélites artificiales. A nivel europeo el ROA es más importante que, por ejemplo, el Observatorio de Greenwich, en Londres, que sólo es un museo. Aquí, en el de San Fernando de Cádiz, no sólo se conserva un patrimonio histórico asombroso e inigualable, sino que es un Observatorio astronómico y científico plenamente activo que comparte datos con comunidades científicas de todo el mundo.

Jorge Juan

Principia Mathematica de Isaac Newton

Si seguimos hablando de patrimonio histórico, muy pocos saben que en la suntuosa y extraordinaria Biblioteca del ROA se conserva un ejemplar de la primera edición de los Principia Mathematica de Isaac Newton, del Diálogo de Galileo Galilei, el Opera Omnia de Kepler, la Astronomía de Tycho Brahe y el De revolutionibus orbium coelestium de Nicolás Copérnico. Todos estos ejemplares originales se exponen en una vitrina llamada “La Mesa de las Revoluciones Científicas”. Y esto sólo es una muestra destacada del Fondo Bibliográfico Antiguo. Me costó mucho trabajo alejarme de esa mesa. Dejar de contemplarla.

Ahora pienso que aquellas revoluciones se parecen bastante a las que están a punto de provocar las observaciones del Telescopio espacial James Webb. Estos también pueden ser tiempos apasionantes.

Por supuesto, no faltan obras netamente españolas en esa inmensa colección de la Biblioteca del ROA. Se conserva un ejemplar de, entre otros muchos manuales histórico-científicos de marinos españoles, las Observaciones astronómicas y phisicas hechas en los Reynos de Perú, de Jorge Juan Santacilla y Antonio de Ulloa. Asimismo, la Colección de Cartografía compuesta por los mapas portulanos, las cartas náuticas, acompañados por manuales de navegación históricos, los registros y todos los cálculos y mediciones efectuados, anotados en miles de legajos y documentos por los Marinos españoles durante siglos, también son piezas de valor incalculable que se suman a la importancia del patrimonio que custodia la Biblioteca del Real Observatorio de la Armada de San Fernando. Un patrimonio que debería ser más conocido y valorado. Pocas naciones atesoran semejante colección de piezas únicas en sus Observatorios, porque pocas naciones tienen una Historia Naval como la española.

Y por si todo esto fuera poco, la colección está dotada con magníficas ediciones de las obras más relevantes de la Literatura Universal. Dante Alighieri, Lope de Vega, Francisco de Quevedo, William Shakespeare o J. W. Goethe están presente en aquellos anaqueles. Y entre todas ellas cabe destacar las diez ediciones distintas de El Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, publicadas en los siglos XVIII, XIX y XX.

Astrógrafo Gautier

Cuando salí de la Biblioteca, literalmente anonada por lo que había visto expuesto de entre los treinta mil volúmenes especializados en astronomía, física, matemáticas, geofísica y otros ámbitos del saber que allí se guardan y protegen, volví al lugar donde está el telescopio de Pujazón. Y regresé también a las preguntas que pueden suscitar la realidad de éste y la de cientos de astrónomos ocupando miles de horas de sus vidas asomados a las lentes de sus instrumentos astronómicos. ¿Por qué lo hacen? Es posible que se trate de una irrefrenable curiosidad científica, una anhelante fascinación por lo inalcanzable que calman con la mera observación y posterior análisis. Para muchos, posiblemente constituya una huida de la desconcertante naturaleza humana alejándose de ella a miles de años luz con sólo asomarse a sus telescopios. ¡Quién sabe!

Desde los tiempos de la Astronomía Sumeria hasta la famosa fotografía de la Tierra, Un punto azul pálido, que Carl Sagan encargó a la sonda espacial Voyager 1, han ocurrido muchas cosas. En ese punto azul pálido que se desplaza a más cien mil kilómetros por hora alrededor del Sol y, éste, a su vez, alcanza una velocidad de traslación de ochocientos mil kilómetros por hora girando en torno al centro de la Vía Láctea, ha viajado toda la Belleza y todo el Horror conocido hasta ahora. Un punto azul pálido que flota en mitad de un Universo que hace gala de una evidente indiferencia por lo humano y sus afanes. Y aun así, el astrónomo sigue asomándose al Cosmos; se construyen elegantes edificios neoclásicos como el Real Observatorio de San Fernando para seguir indagando en lo insondable. A veces pienso que ese patrimonio que alberga su extraordinaria Biblioteca y el tacto metálico de los instrumentos de observación y medición que custodia el ROA son la manifestación de uno de los muchos empeños que hemos realizado por luchar contra ese desdén de la Naturaleza hacia la especie humana. Las respuestas obtenidas a través del estudio son un consuelo, una manera de hablar con la Creación y sus misterios o la forma que tenemos de hallar un lugar mínimamente relevante en todo ello. Las nuevas observaciones y mediciones facilitadas por la actual y sofisticada tecnología, también son un intento de combatir el vértigo que nos produce la idea insoportable de flotar, quizás solos, en el espacio infinito.

Biblioteca del ROA

La mesa de las revoluciones científicas

El Real Observatorio de la Armada en San Fernando tiene un lugar destacado en la Historia de la Ciencia. Lo creo firmemente. Doscientos años de servicio ininterrumpido lo avalan. No se equivocó el científico y marino español Jorge Juan Santacilia al proponerle al marqués de la Ensenada su creación para la enseñanza de la Astronomía a los que iban a convertirse en oficiales de la Real Armada, un conocimiento imprescindible para la navegación a vela del siglo XVIII.

Y también hoy lo es. La tecnología de la que goza un marino en un superpetrolero del siglo XXI, en un buque de guerra o en un velero de diez metros de eslora puede irse al garete por miles de causas mientras cruza un océano. Les aseguro que si no se tienen conocimientos de Navegación Astronómica, la cosa puede acabar muy mal.

Si tienen ocasión, visiten ese maravilloso edificio construido en 1753. Es un ejemplo magnífico de lo que hemos sido y de lo que aún somos. Cuéntenlo a sus amigos. El aroma que desprenden la Historia de la Ciencia y la Historia de la Navegación se percibe con todos nuestros sentidos en el Real Observatorio Astronómico de San Fernando en Cádiz.

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