'El astronauta', el thriller existencial sobre identidad y memoria de Pascual Perea
Pascual Perea (Bilbao, 1960) siempre había querido escribir sobre un salto en el tiempo , pero sin utilizar las herramientas clásicas de la ciencia ficción. «Me parece que hay un acuerdo tácito entre el autor y el lector en ese género: uno se inventa cualquier modo de viajar al futuro y el otro lo acepta. Pero yo quería que fuese verosímil, que tuviera sentido dentro de la realidad», explica a ABC. Encontró la solución en la amnesia y en 'El astronauta' (Espasa), Ulises se despierta una mañana en el hospital tras sufrir un accidente sin recordar nada de lo vivido durante los últimos treinta años. De acuerdo con sus recuerdos, la noche anterior estaba celebrando su graduación en Derecho en Deusto en 1991, pero su presente le arroja una realidad mucho más inquietante: las acusaciones de un policía le dejan entrever que está metido en la desaparición de una chica y también en qué tipo de persona se ha convertido a sus cincuenta años, en las antípodas de lo que él había imaginado. Comienza su propia odisea . «El personaje se siente trasplantado a otro cuerpo, a otra época. No se reconoce ni a sí mismo. ¿Cómo es posible que su 'yo' más joven se haya convertido en lo que es ahora? ¿En qué momento tomó el camino equivocado?», afirma Perea. El autor va tejiendo en ' El astronauta ' un thriller existencial en el que Ulises tiene que descubrir contra reloj si es un asesino. «Me gustaba la idea de que fuera al mismo tiempo investigador, sospechoso y víctima», dice Perea. «Tiene que reconstruir su vida a partir de las huellas que otros han dejado sobre él. Y no siempre le gusta lo que encuentra». El nombre del protagonista, por supuesto, no es casualidad. «Ulises hace un viaje de regreso a su propia Ítaca, que es su identidad. Se enfrenta a un mundo desconocido y tiene que averiguar si es el héroe o el villano de su historia». Para reflejar esa búsqueda de memoria e identidad, Perea recurre a un dato inquietante: el cuerpo humano renueva todas sus células cada 30 años. «El Ulises que despierta es literalmente otra persona. Y eso me servía para reforzar la idea de que la identidad es más frágil de lo que creemos». Eso mismo parece que ocurre con el mundo que le rodea. Bilbao ha cambiado. Su 'skyline' ya no es el mismo, las grúas han dado paso a un museo icónico y la ciudad, antes sumida en la crisis industrial, es ahora un imán para turistas. Ulises lo descubre al salir del hospital. Con la cabeza puesta en modo 'Regreso al futuro' , el protagonista no puede evitar sentirse un poco decepcionado cuando no ve coches voladores. «Los cambios que se han producido son menos vistosos, pero probablemente más trascendentes», reflexiona Perea. «El móvil, por ejemplo, nos ha traído el universo entero a la mano, pero también nos ha aislado. Vas al metro y ves a todo el mundo ensimismado en la pantalla. Eso antes no pasaba». Perea no elige 1991 por casualidad. «Fue el año del gran cambio para España, con la Expo y los Juegos Olímpicos, y para el mundo, con la caída de la URSS. También para Bilbao, que estaba sumido en una crisis industrial y de identidad enorme . El de ahora no tiene nada que ver. De ser una ciudad fea y sucia, a convertirse en una postal rutilante. El milagro del Guggenheim es ese. Todo eso me daba mucho juego y me servía para reflejar el desconcierto del protagonista». También hay un eco de la violencia de ETA que marcó esos años. «El último día que Ulises recuerda es el de los atentados de Vic . Y, cuando oye una conversación en un bar sobre ello, alguien dice: 'Bueno, ellos se lo han buscado'. Esa era la realidad de la época. Y me interesaba mostrar cómo el paso del tiempo puede borrar recuerdos tan duros», subraya el escritor. Y, en clave del presente, la inmigración . Perea dibuja unos márgenes de la sociedad en los que Ulises encuentra cobijo en su huida «Me parecía hasta poético. «Él es un fugitivo que no tiene nada ni a nadie, y es acogido por aquellos que tampoco tienen nada. Son los más desposeídos, pero también los que conservan los valores más humanos». En la novela, este choque de realidades no solo le ofrece un refugio físico, sino también una vía para su propia reconstrucción. «Las personas que más han sufrido suelen ser las que conservan una autenticidad que otros han perdido«, reflexiona el autor. Pascual Perea no es un recién llegado a las letras. Durante 35 años ejerció el periodismo en 'El Correo' , cubriendo todo tipo de noticias y aprendiendo, como él mismo dice, «el oficio de escribir». Sin embargo, llegó un momento en el que sintió que había completado un ciclo. «El periodismo es una profesión apasionante, pero también muy desgastante. Se me ofreció la oportunidad de retirarme un poco antes de tiempo y quise aprovecharla para probar algo nuevo, algo más creativo», cuenta. Así nació su faceta de novelista. Primero con 'Las leyes del azar', luego con 'La maldición del espejo', y ahora con 'El astronauta', que le ha permitido explorar no solo los cambios sociales, sino también las transformacio
Pascual Perea (Bilbao, 1960) siempre había querido escribir sobre un salto en el tiempo , pero sin utilizar las herramientas clásicas de la ciencia ficción. «Me parece que hay un acuerdo tácito entre el autor y el lector en ese género: uno se inventa cualquier modo de viajar al futuro y el otro lo acepta. Pero yo quería que fuese verosímil, que tuviera sentido dentro de la realidad», explica a ABC. Encontró la solución en la amnesia y en 'El astronauta' (Espasa), Ulises se despierta una mañana en el hospital tras sufrir un accidente sin recordar nada de lo vivido durante los últimos treinta años. De acuerdo con sus recuerdos, la noche anterior estaba celebrando su graduación en Derecho en Deusto en 1991, pero su presente le arroja una realidad mucho más inquietante: las acusaciones de un policía le dejan entrever que está metido en la desaparición de una chica y también en qué tipo de persona se ha convertido a sus cincuenta años, en las antípodas de lo que él había imaginado. Comienza su propia odisea . «El personaje se siente trasplantado a otro cuerpo, a otra época. No se reconoce ni a sí mismo. ¿Cómo es posible que su 'yo' más joven se haya convertido en lo que es ahora? ¿En qué momento tomó el camino equivocado?», afirma Perea. El autor va tejiendo en ' El astronauta ' un thriller existencial en el que Ulises tiene que descubrir contra reloj si es un asesino. «Me gustaba la idea de que fuera al mismo tiempo investigador, sospechoso y víctima», dice Perea. «Tiene que reconstruir su vida a partir de las huellas que otros han dejado sobre él. Y no siempre le gusta lo que encuentra». El nombre del protagonista, por supuesto, no es casualidad. «Ulises hace un viaje de regreso a su propia Ítaca, que es su identidad. Se enfrenta a un mundo desconocido y tiene que averiguar si es el héroe o el villano de su historia». Para reflejar esa búsqueda de memoria e identidad, Perea recurre a un dato inquietante: el cuerpo humano renueva todas sus células cada 30 años. «El Ulises que despierta es literalmente otra persona. Y eso me servía para reforzar la idea de que la identidad es más frágil de lo que creemos». Eso mismo parece que ocurre con el mundo que le rodea. Bilbao ha cambiado. Su 'skyline' ya no es el mismo, las grúas han dado paso a un museo icónico y la ciudad, antes sumida en la crisis industrial, es ahora un imán para turistas. Ulises lo descubre al salir del hospital. Con la cabeza puesta en modo 'Regreso al futuro' , el protagonista no puede evitar sentirse un poco decepcionado cuando no ve coches voladores. «Los cambios que se han producido son menos vistosos, pero probablemente más trascendentes», reflexiona Perea. «El móvil, por ejemplo, nos ha traído el universo entero a la mano, pero también nos ha aislado. Vas al metro y ves a todo el mundo ensimismado en la pantalla. Eso antes no pasaba». Perea no elige 1991 por casualidad. «Fue el año del gran cambio para España, con la Expo y los Juegos Olímpicos, y para el mundo, con la caída de la URSS. También para Bilbao, que estaba sumido en una crisis industrial y de identidad enorme . El de ahora no tiene nada que ver. De ser una ciudad fea y sucia, a convertirse en una postal rutilante. El milagro del Guggenheim es ese. Todo eso me daba mucho juego y me servía para reflejar el desconcierto del protagonista». También hay un eco de la violencia de ETA que marcó esos años. «El último día que Ulises recuerda es el de los atentados de Vic . Y, cuando oye una conversación en un bar sobre ello, alguien dice: 'Bueno, ellos se lo han buscado'. Esa era la realidad de la época. Y me interesaba mostrar cómo el paso del tiempo puede borrar recuerdos tan duros», subraya el escritor. Y, en clave del presente, la inmigración . Perea dibuja unos márgenes de la sociedad en los que Ulises encuentra cobijo en su huida «Me parecía hasta poético. «Él es un fugitivo que no tiene nada ni a nadie, y es acogido por aquellos que tampoco tienen nada. Son los más desposeídos, pero también los que conservan los valores más humanos». En la novela, este choque de realidades no solo le ofrece un refugio físico, sino también una vía para su propia reconstrucción. «Las personas que más han sufrido suelen ser las que conservan una autenticidad que otros han perdido«, reflexiona el autor. Pascual Perea no es un recién llegado a las letras. Durante 35 años ejerció el periodismo en 'El Correo' , cubriendo todo tipo de noticias y aprendiendo, como él mismo dice, «el oficio de escribir». Sin embargo, llegó un momento en el que sintió que había completado un ciclo. «El periodismo es una profesión apasionante, pero también muy desgastante. Se me ofreció la oportunidad de retirarme un poco antes de tiempo y quise aprovecharla para probar algo nuevo, algo más creativo», cuenta. Así nació su faceta de novelista. Primero con 'Las leyes del azar', luego con 'La maldición del espejo', y ahora con 'El astronauta', que le ha permitido explorar no solo los cambios sociales, sino también las transformaciones más íntimas del ser humano. Y el viaje no termina aquí: «Voy a cerrar la trilogía que inicié con mis dos primeras novelas. No tengo prisa, lo haré a mi ritmo. Al final, esto para mí es un hobby, pero uno que disfruto mucho».
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