Dos víctimas, el nuevo enigma para el inspector Strafford
Los ahogados es la nueva entrega de la serie protagonizada por el forense Quirkle y el inspector John Strafford, inmersos en la Irlanda de los años cincuenta y en el enigma que comienza con el hallazgo de un coche vacío en el campo y un hombre que cree que su esposa se ha ahogado en... Leer más La entrada Dos víctimas, el nuevo enigma para el inspector Strafford aparece primero en Zenda.

El seudónimo Benjamin Black, del que alguna vez renegó el escritor irlandés John Banville, en contrapeso con sus premiados trabajos literarios, había desaparecido en 2021. “¿Para qué lo necesito?”, se preguntó hace un tiempo en una entrevista con el New York Times, luego de releer aquellos textos para descubrir gratamente “que no eran malos en absoluto y, de hecho, podrían ser incluso bastante buenos”.
Con un estilo preciso y alusivo, Black nos introduce en un caso de desaparición que se convierte en una transición hacia el pasado. Un viaje complejo donde el crimen es la excusa para guiarnos en el planisferio de ciertos personajes incorrectos; varios pertenecen a sus otros libros y se encuentran en este nuevo. El historiador académico Ronald Armitage, de la novela The Look-up —quien tiene un violento pasado que el lector de Banville-Black conoce perfectamente— es aquí el hombre cuya mujer ha desaparecido, pese a mostrarse no precisamente afectado, al punto de referirse a ella en todo momento en pasado. Una primeriza señal detonada a propósito por el autor, que añade complejidad al misterio central.
Como Banville, el irlandés había publicado la novela El mar, uno de sus textos más logrados (Premio Man Booker en 2005) cuyo argumento coincidió, adelantándose desgraciadamente al de la muerte de su propia esposa: como la protagonista de la novela, su exmujer Janet Dunham, artista textil, falleció hace tres años a causa de un cáncer. Tal vez por ello —como lo ha reconocido el autor, que está escribiendo sus memorias— se advierte la carga emocional que barniza el paisaje: los cielos grises y los campos desprovistos sirven de fondo y potencian la impresión de aislamiento opresivo que permea el texto.
Pero, ¿está la novela a la altura de sus mejores obras?
La prosa de Black tiene la calidad de siempre, aunque su elección sea no apostar por la acción frenética y los giros dramáticos. Con su escritura profunda y pausada, el autor se distancia del thriller frenético para acercarse más al clásico, más allá de que ese ritmo quedo se acelere luego de la segunda desaparición, la de un niño. Si algo advertimos en el irlandés es su capacidad para describir la psicología de los personajes insertos en ambientes oscuros y densos. Denton Wymes, por ejemplo, el individuo solitario que descubre el coche, es aquí un actor crucial que une diferentes hilos narrativos, con una pátina turbia de antecedentes de pedofilia. Pese a ello, despierta sentimientos encontrados de repulsión y cierta compasión, por parte del propio Strafford. Es la habilidad del autor para explorar las zonas grises de la moral, evitando juicios simplistas.
Como maestro de la reconstrucción de atmósfera, Black hace de su Irlanda una ambientación acorde y una recreación histórica a través del filtro de las convenciones sociales, la religión y la tensión en una sociedad que no permite transgresiones. La novela, en efecto, nos transporta a un momento donde el contexto conspira contra el cambio y la verdad que subyace. Hay escenas como la experiencia cinéfila de uno de los personajes que describe las costumbres de los espectadores que hoy están casi extintas o la de varios diálogos que reproducen un clima de época.
El grado tridimensional de los personajes, presente siempre en Black, se advierte en la interacción de los protagonistas, que irriga un circuito de tensión y de matices a la historia. Con Quirkle, el médico forense, su personaje ya clásico, en sus aristas pública y privada: su pasado alcohólico y su grado de culpa autodestructiva. Strafford, con su trasfondo protestante en una Irlanda predominantemente católica, tiene su propia lucha entre el deber y la conciencia que salpica a una sociedad que prefiere no enterarse, algo propio de la época. Pero además hay entre Strafford y Quirkle una subtrama, la de la relación del detective con la hija de su co-protagonista y su inminente paternidad. Esta dualidad le proporciona capas de significado a la novela que explora tópicos densos como la identidad, la fe y la moralidad.
No obstante, esta misma complejidad es la que puede dispersar el interés de lectores acostumbrados a la presteza del noir a secas. Y es aquí donde tal vez pueda reprochársele a Back que la lupa puesta sobre los conflictos de los personajes y detalles del entorno no se pose en la fluidez de la investigación.
Sobre todo, porque la trama de Los ahogados, de notable calidad literaria, no ofrece ese giro inesperado en torno al misterio que los lectores del género esperan sino que se aboca a la introspección, restándole, por esa misma razón, adrenalina e impacto. Y a eso habrá que añadirle que ciertos personajes secundarios femeninos puedan parecer estereotipados en comparación con los protagonistas, perfectamente delineados.
Sin ser su mejor novela de género, el talento de Black para convertir cualquier historia en una lectura absorbente hace que Los ahogados sea otra puerta a su particular noir de verdades subrepticias y contradicciones propias de la condición humana.
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Autor: Benjamin Black. Título: Los ahogados. Traducción: Antonia Marín Martín. Editorial: Alfaguara. Venta: Todos tus libros.
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