Cómo luchar contra la apatía
La apatía apaga el entusiasmo y lleva muchas veces a la pérdida de sentido. Pero, ¿qué la causa y cómo se puede recuperar la motivación? La entrada Cómo luchar contra la apatía se publicó primero en Ethic.

Para entender un término, no hay nada mejor que acudir a sus orígenes. Los de la palabra apatía son el griego pathos, que significa «emoción, sentimiento», precedido del prefijo a, que significa «sin». Su definición, por tanto, se acercaría a la «falta de pasión». A ello podríamos añadirle la disminución de la energía y rl interés por actividades diarias y de ocio que antes sí proporcionaban disfrute, y la dificultad para encontrar motivación e ilusión.
La apatía se manifiesta a través de distintos síntomas, pero uno de los más elocuentes es que las personas que la sufren no sienten deseos de hacer algo al respecto –el paso previo a la abulia, que se relaciona con falta de voluntad–. Desgana, cansancio, letargo. Estas palabras acompañan a este estado, que puede darse por sí solo o puede ser un síntoma subyacente de otras enfermedades, como la depresión, la esquizofrenia, el alzhéimer o el parkinson. También puede ser la consecuencia de experimentar vivencias traumáticas. Sea como sea, lo más importante cuando se convierte en una dificultad persistente consiste en saber de qué manera afrontarla. ¿Se puede hacer algo para salir de un estado prolongado de apatía?
El primer escalón no sería otro que conocer las causas. Dedicar un poco de tiempo a pensar en los diferentes ámbitos de nuestra vida y analizar cómo nos encontramos en ellos; valorar si existen presiones sociales o familiares que nos están provocando estrés o ansiedad –o ciertos condicionantes que nos lleven hacia lugares que no queremos– o comprobar si tenemos objetivos claros y nos estamos encaminando hacia ellos. En muchas ocasiones, la sociedad hiperproductiva en la que nos desenvolvemos nos empuja a estar en continuo movimiento y terminamos perdiendo la perspectiva y la posibilidad de profundizar en lo más vital.
La apatía se presenta muchas veces como la falta de motivación o la caída del interés
Por otra parte, la gestión del tiempo y la implementación de horarios asumibles para cada actividad ayuda a establecer una rutina y a disminuir la sensación de caos que experimentamos con frecuencia cuando no sabemos en qué invertimos nuestras horas. Si miramos el tiempo de uso de nuestro teléfono móvil, podemos encontrar parte de la respuesta. Por eso, si fijamos franjas claras para nuestras tareas –y tratamos de respetarlas– sentiremos que tenemos mayor control sobre nuestra vida.
Algunas otras acciones como el ejercicio físico o una alimentación saludable también pueden ayudarnos a incrementar las sensaciones placenteras y tener una autopercepción más positiva. Pero también resultará de utilidad priorizar aquellas actividades que nos gustan, rescatar aficiones abandonadas o practicar otras nuevas. Reservar un tiempo realista y asumible a lo que queremos hacer por puro disfrute, sin obligaciones de por medio.
Porque la motivación se va creando a través de pequeños gestos y, en muchos casos, son estos los que dejamos olvidados mientras seguimos rodando en la rueda incesante del trabajo, los cuidados y las interminables gestiones del día a día.
Pero, al igual que sucede con muchos otros problemas, lo que podemos hacer para afrontar la apatía no siempre lo sabremos llevar a cabo en soledad. De hecho, la comunicación se convierte en una aliada estrella en estas circunstancias. Compartir con amistades, familia y personas de confianza lo que nos sucede puede disminuir el malestar. Escuchar diferentes opiniones permite abrirnos a otros puntos de vista, pero el simple hecho de tener la compañía de otras personas y sentir su apoyo nos proporcionará sentimientos agradables. En cualquier caso, y si optamos por una vía profesional, las herramientas que nos puede proporcionar la terapia psicológica nos ayudarán a profundizar, encontrar las causas y buscar las soluciones más efectivas.
Puede que no sepamos exactamente cómo se siente, pero la apatía se parecería a ver la proyección de la propia película de nuestra vida, donde van sucediéndose situaciones, personajes y algunos conflictos. Podemos ir a por palomitas y quedarnos a contemplar la película sin intervenir, pero es más que probable que no nos satisfaga ese rol. Sin embargo, en un momento determinado podemos optar por levantarnos, agarrar el mando a distancia y apagar la televisión para lanzarnos a protagonizar nuestra cinta. Esa que, independientemente del género al que pertenezca, es la nuestra. La única que tenemos.
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