La guerra de Portugal, de Jordi Sierra i Fabra
A caballo entre la novela histórica, el thriller y el costumbrismo, esta novela de Sierra i Fabra se convierte en el testimonio de una época —la de la España posbélica, la de la Europa nazi, la del Portugal silencioso—, así como en el sentir de unos personajes que podríamos haber sido cualquiera de nosotros. En... Leer más La entrada La guerra de Portugal, de Jordi Sierra i Fabra aparece primero en Zenda.

A caballo entre la novela histórica, el thriller y el costumbrismo, esta novela de Sierra i Fabra se convierte en el testimonio de una época —la de la España posbélica, la de la Europa nazi, la del Portugal silencioso—, así como en el sentir de unos personajes que podríamos haber sido cualquiera de nosotros.
En Zenda ofrecemos las primeras páginas de La guerra de Portugal (Edhasa), de Jordi Sierra i Fabra.
***
PRIMERA PARTE
Mayo-Junio de 1940
Madrid
Los siete integrantes de la Junta de Jefes de Estado Mayor observaban el mapa de Europa extendido sobre la mesa. Lo hacían con un ojo; el otro lo tenían pendiente de Francisco Franco Bahamonde, generalísimo de los Ejércitos y caudillo de España por la gracia de Dios y la gracia de las armas, que poco más de un año antes había derrotado a la República. Europa, con aquel entramado de fronteras que separaban, en el papel, a los países, de pronto ya no parecía ser un crisol, sino que adquiría un único color. El punto central sobre el cual pivotaba la historia se había trasladado a Berlín, de donde, ahora, partían todos los destinos, las carreteras y los rumbos del futuro.
El almirante Salvador Moreno puso un dedo en un extremo de la costa, frente a Inglaterra.
–No tienen salida –dijo Juan Vigón.
–Debe de haber medio millón de hombres –hizo notar José Enrique Varela–. No van a poder sacarlos de esa bolsa.
–O sea que… –vaciló el Caudillo.
–Si mueren o caen prisioneros, se acabó Inglaterra –aseguró Vigón.
De vuelta al mapa.
La mirada de Franco se perdió unos segundos por aquel lugar de la costa donde Alemania iba a barrer el último bastión de la resistencia europea frente a su expansionismo: Flandes. La palabra le hizo evocar otros tiempos, cuando la que dominaba el mundo era España.
De eso, hacía mucho.
La frase «En Flandes se ha puesto el sol», como fin de una supremacía, todavía pesaba en el orgullo nacional.
–Nadie puede detenerlos –expresó el sentir general el ministro del Aire, Juan Yagüe–. Ya visteis como Hitler se merendó Polonia en un mes. El norte de Europa no puede ofrecer la menor resistencia. Bélgica, Holanda, Dinamarca, Suecia, Noruega… La maquinaria bélica nazi los barrerá. Francia se quedará sola y, desde luego, por mucho que tengan el Imperio y estén en una isla, Gran Bretaña quedará a merced de una invasión.
–Los alemanes en París –mencionó Franco.
–Quién lo iba a decir en el 18, ¿eh? –sonrió Vigón.
–Son un pueblo diferente –convino Moreno–. Un espejo para todos.
–Un pueblo diferente con la suerte de tener un líder carismático –dijo Vigón.
–Como nosotros –dejó ir Yagüe.
–Como nosotros –lo apoyó Moreno.
Todos miraron a Franco.
El Caudillo no prestó atención a la lisonja. Seguía mirando el mapa de Europa. Una Europa en la que, finalmente, España volvía a tener un papel.
Sólo había que ponerse del lado de los vencedores.
Así de fácil.
¿O no?
París
Arnaud Delcourt abrió la puerta de su piso despacio, como si no quisiera hacer ruido, y la cerró de la misma forma una vez hubo cruzado el umbral. Pero, aun así, cuando iba a enfilar el pasillo, se encontró con su esposa.
Madeleine tenía las manos unidas a la altura del pecho. Y sus ojos lo decían todo. Aquellos ojos de mirada expresiva que, durante años, habían sido tan y tan bellos, turbadores, ahora eran los de una anciana prematura, excesivamente avejentada. Ojos y rostro, sombras de un pasado perdido.
A Arnaud le daba igual. Seguía adorándola.
Llegó hasta ella y la abrazó.
–Ya está –le susurró al oído.
Madeleine se estremeció.
–Todo va a ir bien, ya lo verás –insistió él.
–¿Estás seguro? –gimió ella, al borde de las lágrimas.
–Lo estoy –intentó ser categórico–. Y hay que hacerlo antes de que lleguen y ocupen París. Quién sabe lo que pueden liar aquí. Cuando alguien gana una guerra… –La apretó un poco más al notar que se le doblaban las piernas, como si la última resistencia la abandonara ante la derrota–. Vamos, Madeleine. Mira lo que le sucedió a mi primo aquella noche en Berlín. Le quemaron la tienda y luego desapareció misteriosamente. ¿Crees que no sé que está en el fondo de algún barranco o en una fosa común? ¡Y aquello fue antes de la guerra! Ahora ni siquiera sabemos qué está sucediendo en Alemania o en Polonia. Van a matarnos a todos.
–¿Cómo van a matarnos a todos? –protestó ella.
–Pueden meternos en campos de concentración.
–¡Pero somos franceses!
–No, cariño. –Se separó de ella para mirarla con dulzura–. Somos judíos.
Madeleine resistió la mirada.
–Toda nuestra vida está aquí –musitó.
–No. –La sujetó por los brazos y la sacudió levemente–. Nuestra vida está donde estemos nosotros, los dos, juntos. Y estará allí donde vayamos.
La mujer miró a su alrededor, la casa. Esa hermosa casa desde la que se veían tanto la torre Eiffel como Notre Dame.
–Ya no hay vuelta atrás –dijo Arnaud–. París caerá un día de éstos. He cerrado la consulta, he pasado mis pacientes a Henriette Laval, me van a pagar los cuadros y lo más valioso a buen precio, dadas las circunstancias. Tendremos dinero de sobra para vivir bien lo que nos queda de vida.
–Lo que nos queda de vida –repitió ella como si fuera un eufemismo.
–No somos tan viejos –sonrió Arnaud, y la besó en la comisura de los labios.
Quizá no fueran tan viejos, pero sí estaban cansados. Y lo que les quedaba, una huida a través de Francia primero y España después, no parecía del todo fácil.
No, en un mundo en guerra.
–¿Quieres que prepare yo la cena? –se ofreció él.
[…]
—————————————
Autor: Jordi Sierra i Fabra. Título: La guerra de Portugal. Editorial: Edhasa. Venta: Todos tus libros.
La entrada La guerra de Portugal, de Jordi Sierra i Fabra aparece primero en Zenda.