Gabriela Wiener. Atusparia.

Random House, 2024. 240 páginas. La protagonista estudia en el colegio Atusparia, auspiciado por la URSS, donde juega al ajedrez y sueña con ser cosmonauta. Después de una juventud alocada se convierte en activista y, finalmente, en candidata presidencial. El pasado volverá para arruinar su carrera. Muchísimo mejor escrito que aquel Nueve lunas que tan poco me gustó, con un lenguaje mucho más sólido y con momentos realmente buenos. La mejor parte, en mi opinión, la de los 15 años, con esa desesperación mezcla de juventud y dependencia. Con todo no me ha acabado de convencer. Todo me ha dado la impresión de algo ya leído y lo que se vende en algún momento como un giro de la trama es algo que ves venir de lejos. El desenlace también me ha parecido algo flojo. Pero vamos, que está bastante bien, en general, y con algunas páginas que me han encantado. Bueno. Ahora mi cuerpo es otra ciudad abandonada por el comunismo. Estoy lista para ser ocupada por nuevas fuerzas. Y no se hacen esperar. Las registramos rápido porque de totalitarismos entendemos un poco. Nada como la adolescencia para hacer fracasar una revolución. El Point es un pedazo de ese... The post Gabriela Wiener. Atusparia. first appeared on Cuchitril Literario.

Apr 15, 2025 - 05:35
 0

Gabriela Wiener, Atusparia
Random House, 2024. 240 páginas.

La protagonista estudia en el colegio Atusparia, auspiciado por la URSS, donde juega al ajedrez y sueña con ser cosmonauta. Después de una juventud alocada se convierte en activista y, finalmente, en candidata presidencial. El pasado volverá para arruinar su carrera.

Muchísimo mejor escrito que aquel Nueve lunas que tan poco me gustó, con un lenguaje mucho más sólido y con momentos realmente buenos. La mejor parte, en mi opinión, la de los 15 años, con esa desesperación mezcla de juventud y dependencia.

Con todo no me ha acabado de convencer. Todo me ha dado la impresión de algo ya leído y lo que se vende en algún momento como un giro de la trama es algo que ves venir de lejos. El desenlace también me ha parecido algo flojo. Pero vamos, que está bastante bien, en general, y con algunas páginas que me han encantado.

Bueno.

Ahora mi cuerpo es otra ciudad abandonada por el comunismo. Estoy lista para ser ocupada por nuevas fuerzas. Y no se hacen esperar. Las registramos rápido porque de totalitarismos entendemos un poco. Nada como la adolescencia para hacer fracasar una revolución.
El Point es un pedazo de ese no lugar, un mirador para el avistamiento del lumpemproletariado, un puesto de control fronterizo en el tontódromo de nuestra urbanización fantasma. Pisco habla del Point como de su oficina al aire libre, parada obligada para los zombis de la Resi que no desaprovechan la oportunidad de comprarle algo de droga y fumarse un porro al lado de un tigrillo de verdad. Ver fumadazos cómo baila un ocelote andino completamente deslocalizado entre árboles de parque es el lujo cinco estrellas de nuestra pandilla de drogadictos. Desde aquella vez en que pasé por el Point y Pisco levantó la ceja para hacerse notar mientras hacía como que no me veía, fingiendo tener ojos solo para sí mismo y su fabulosa mascota, no nos hemos separado.
Juntos formamos un buen cascote de derrumbe. Entre los remotos escombros de ese mundo que no ayudamos a construir ni a destruir nos pegamos las juergas del comienzo y del fin de la Historia. Todo siempre parece más muerto que nosotros, esa es la ventaja. Quizá no estemos tan equivocados. En esta nueva etapa, el fervor revolucionario de mi infancia transiciona hacia el desacato de la calentura juvenil. No está mal. Nuestras almas buscan un nuevo estupefaciente. Y en el camino descubrimos otra militancia, la adicción a la dinámica del coste-beneficio.
Podemos pasar la noche en el bingo habitado por cuatro vecinas ludópatas o junto a la madre de Pisco, una señora mamá soltera llena de dolor, en el casino maloliente debajo de las galerías, alimentando las maquinitas insaciables con el monedero de la pobre mujer, pero yo siempre me sentiré ganándolo todo en una sucursal de Las Vegas llena de glamour burgués. Tardes dándole al pinball imaginando nuestra vuelta al futuro en un carro en llamas. Si vamos por cualquier descampado mugriento, por cualquier callejón sin retorno, me alucino la heroína de una película mezcla de gótico y comedia romántica, como las de la tele. Amo el peligro que provocamos juntos.
No temo ni la posibilidad demasiado real de que me empeñe por droga y nunca más lo vuelva a ver. De todas nuestras drogas habituales me encanta el pastel, la porquería empozada en el colador, el residuo en el proceso de hacer lo importante, o sea la cocaína. No he probado nada mejor, porque tampoco podemos pagarlo. La palabra «pastel» viene de «pasta», de PBC, pero mi cabeza relaciona su nombre con ese sabor dulce, un pastel de fresas acariciando mi sistema nervioso central. El efecto del pastel mezclado con la marihuana es como debería ser la vida o, al menos, la otra vida, una de color neón, color lentitud, color trémulo, color vibrante, como viajar en un ascensor horizontal y bajarte en todos los pisos porque en todos los pisos vives tú en un universo paralelo. Miras a tu alrededor y ya no queda nadie en la discoteca, eres la última en irse. Y no importa porque tampoco estás en una discoteca, nunca estuviste en una, solo te metiste por un agujero de gusano. Las paredes del sitio, de cualquier sitio, son membranas palpitantes y tú estás hecha del mismo material de las pesadillas.

The post Gabriela Wiener. Atusparia. first appeared on Cuchitril Literario.