Servando Rocha. Todo el odio que tenía dentro.
La Felguera, 2021. 494 páginas. Servando toma la figura del legendario boxeador Dum Dum Pacheco para hacer un repaso histórico a una época en la que se juntaron la muerte del dictador, la entrada de las drogas, los nuevos planes urbanísticos, y una juventud desencantada y violenta en ocasiones, como quedó retratada en aquel Macarras intercelulares. La vida de Pacheco fue cualquier cosa menos fácil. Infancia pobre, siempre metiéndose en problemas, acaba en la famosa banda de los ojos negros que fueron valedores de un joven Camilo Sesto, después de un duelo de baile entre el cantante y el líderes de la banda. No es la única anécdota surrealista del libro. Estuvo en la cárcel varias veces pero la muerte de su hermano supuso un punto de inflexión y se tomó su carrera de boxeador en serio, hasta que se convirtió en campeón de España. Tuvo éxito, empezó a codearse con lo más granado de la sociedad hasta que un accidente de tráfico truncó su carrera. Todavía sigue vivo y el autor consigue entrevistarlo y montar esta biografía expandida al entorno en la que intenta tratar su figura con cariño y respeto. Una historia trágica que nos pinta un mundo... The post Servando Rocha. Todo el odio que tenía dentro. first appeared on Cuchitril Literario.
La Felguera, 2021. 494 páginas.
Servando toma la figura del legendario boxeador Dum Dum Pacheco para hacer un repaso histórico a una época en la que se juntaron la muerte del dictador, la entrada de las drogas, los nuevos planes urbanísticos, y una juventud desencantada y violenta en ocasiones, como quedó retratada en aquel Macarras intercelulares.
La vida de Pacheco fue cualquier cosa menos fácil. Infancia pobre, siempre metiéndose en problemas, acaba en la famosa banda de los ojos negros que fueron valedores de un joven Camilo Sesto, después de un duelo de baile entre el cantante y el líderes de la banda. No es la única anécdota surrealista del libro.
Estuvo en la cárcel varias veces pero la muerte de su hermano supuso un punto de inflexión y se tomó su carrera de boxeador en serio, hasta que se convirtió en campeón de España. Tuvo éxito, empezó a codearse con lo más granado de la sociedad hasta que un accidente de tráfico truncó su carrera. Todavía sigue vivo y el autor consigue entrevistarlo y montar esta biografía expandida al entorno en la que intenta tratar su figura con cariño y respeto.
Una historia trágica que nos pinta un mundo del boxeo muy literario, con una figura que viene de la nada y triunfa a base de odio, y que después vuelve a caer en el olvido, con un paisaje tremendo donde se mezclan bandas callejeras, traficantes de drogas, legionarios e incluso nazis.
Muy bueno.
Afuera, en la calle, el sargento de la policía armada ordena la cola formada delante de la taquilla del Salamanca. Hace un frío tremendo, y la mayor parte de los muchachos que esperan para adquirir su localidad van a cuerpo: chaquetas de cuero, gruesos y viejos jerseys, americanas baratas con manchas de cal y las solapas levantadas.
—De uno en uno… —ordena irritado el sargento—. Vamos… Hablo en castellano, ¿no?
Sus dos números se mueven por allí, ordenando la hilera.
De vez en cuando entran unas chicas sensacionales, siempre acompañadas por tipos un poco achulados, la verdad.
—De uno en uno. Los demás, los echen fuera —les manda el sargento a sus números,
—¡Pero si ya estamos, jefe! —grita alegremente un muchacho.
En la taquilla del cine hay otro tipo de gente sacando sus localidades. Son matrimonios honestos, llenos de bufandas, que miran a los del boxeo por encima del hombro y acaso con cierta aprensión. ¿Por qué? Esto es difícil saberlo».
Pacheco aún no es profesional, pero ya ha comprendido cómo funciona una maquinaria tan aniquiladora como el boxeo, del que siempre planea la duda de si acaso es o no un deporte, con su violencia mutua, aceptada y asesina, como estímulo y la destrucción deliberada como objetivo. Porque el boxeador es un gladiador, un oponente acostumbrado a retar y ser retado, a no retroceder. Solamente en un mundo lleno de enemigos tiene sentido el boxeo, que siempre necesita un rival y vive de la confrontación. Esa manera de verlo se parece mucho a las moralejas de su vida, a la lucha constante por sobrevivir. Manuel Alcántara,
nuestro mejor escritor de crónicas de boxeo, confesó haber «comido con boxeadores rivales ya retirados que eran muy amigos y presumían, como los toreros, de las heridas que le había causado el otro: “Esto (señalándose una cicatriz) me lo hiciste tú en el cuarto asalto, pero yo creo que fue de un cabezazo”, y el otro: “No, no, eso fue de una izquierda.. y al despedirse los dos se abrazaban […] A los dos les era necesario el rival. Sin rival no hay confrontación».
Pampito es el primero que le dice a Iglesias que aquel chaval tiene problemas con la ley: falta a entrenar, es un secreto a voces que anda metido en la delincuencia y pertenece a los Ojos Negros. «Eran muy conocidos —me cuenta—. Como grupo no solían cometer grandes delitos. Era más bien una pandilla de chicos pendencieros habituados a los altercados públicos y muy conectados con todo lo que pasaba en discotecas y salas de baile, que eran la base de operaciones para mucha gente, especialmente para los desarraigados. Se desafiaban con otras bandas. A última hora, cuando aparecía la policía, desaparecían todos menos Pacheco, que era al que solían pillar, o eso al menos fue lo que me dijeron y se rumoreaba en el gimnasio y en la calle».
Aquellos reyes de la calle y «la dialéctica de los puños» están envueltos en confrontaciones. Sortean malamente las tragedias y, por el momento, espantan a la muerte. Se creen intocables e invencibles. Son pugilistas del extrarradio. Pero yo, mientras escucho al veterano periodista, solo pienso en una cosa, en la imagen del mongol con bigote, ese que es «algo tremendo, muy brutal», aquel chaval que «no decía que no a nada ni a nadie» y que cada noche «salía a matar».
The post Servando Rocha. Todo el odio que tenía dentro. first appeared on Cuchitril Literario.