¿Está dañando la autopublicación a la industria editorial?

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Apr 7, 2025 - 22:09
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¿Está dañando la autopublicación a la industria editorial?

Imagen vía Depositphotos.

Según ha declarado el autor de bestsellers Bill Bryson en el Times, solo en el Reino Unido se publican «más libros de los que se podrían leer», concretamente unos 200.000. Si echamos un vistazo a la industria editorial hispánica, la producción anual parece superar los 85.000 títulos, de los cuales aproximadamente 60.000 son en formato físico y 25.000 en digital. Esta abundancia de publicaciones plantea interrogantes sobre la capacidad del mercado para absorber tal volumen de sobreproducción y qué implicaciones puede tener esto para autores, editores y lectores.

En este contexto, la autopublicación no parece que sea precisamente algo positivo según Bryson. El escritor afirma que recibe «muchísimos libros autopublicados, y la mayoría de las veces solo se trata de la vida de alguien anónimo, sin ningún interés». En 2023, se autopublicaron más de 2.6 millones de libros —muchos de los cuales se suben a la plataforma dominante, Kindle Direct Publishing de Amazon— y no todos pueden ser obras maestras. Sin embargo, la idea de que la autopublicación es patrimonio exclusivo de aficionados que escriben libros de poca calidad que nadie quiere leer ya está algo desfasada. Son muchos los autores autopublicados que han logrado vender millones de copias de sus libros, que viven muy bien de lo que escriben y que, en algunos casos, han sido reclutados por editoriales para dar el salto a la edición tradicional o que compaginan ambos sistemas de publicación.

Lo cierto es que la autopublicación se ha mostrado como una forma eficaz de obtener ingresos más que decentes. Una encuesta realizada en 2023 por la Alianza de Autores Independientes a 2000 autores autopublicados reveló que casi la mitad superó los 20.000 dólares en ingresos y el 28% ganó más de 50.000 dólares, una cifra muy superior a la de la gran mayoría de los autores que publican de forma tradicional. Los autores que publican de forma tradicional, en cambio, reciben un anticipo, a menudo a plazos: al firmar el contrato, tras la entrega del manuscrito final y al publicar. Los montos de los anticipos varían considerablemente según el autor, pero por lo general no suelen ser tan altos. Después de eso, muchos autores no vuelven a ver dinero, porque los derechos de autor no se pagan hasta que no se recupera el anticipo con la venta de libros.

Además, las editoriales tradicionales gastan la mayor parte de su presupuesto en el marketing de los libros que han recibido los mayores anticipos y casi nada en los libros que no los reciben, por lo que la mayoría de los libros realmente no tienen una oportunidad. Se puede hacer una estimación sobre lo que se venderá, pero no deja de ser una apuesta. Para las editoriales la clave está en tener algunos éxitos enormes que permitan cubrir las pérdidas de todo lo demás. Esos autores, la mayoría de ellos, terminarán sintiendo que si los libros no se venden es culpa suya.

Frente a esto, los autores autopublicados se han vuelto cada vez más astutos en la búsqueda de lectores, usando en muchos casos las mismas herramientas que las editoriales tradicionales, pero con la ventaja de establecer un diálogo con sus lectores, escuchando qué es lo que quieren e incorporándolo a lo que escriben. La autopublicación ha permitido a los autores ofrecer precisamente el tipo de libros que la gente quiere leer, al atraer a lectores a géneros que han sido ignorados por las editoriales tradicionales (por ejemplo, las novelas románticas LGBTQ+) o a tendencias que se consideran pasadas de moda (como los thrillers psicológicos o la ficción juvenil distópica). La autopublicación ofrece, pues, una especie de vía de doble sentido que la publicación tradicional no ofrece, con la ventaja de que los autores se quedan con una parte mucho mayor de los ingresos que se generan.

Aunque la sobreabundancia de publicaciones pueda parecer un síntoma de saturación del mercado editorial, también refleja una transformación profunda en las dinámicas de producción y consumo de libros. La autopublicación, lejos de ser un recurso menor reservado a autores sin opciones, se ha consolidado como una alternativa viable, rentable y, en muchos casos, más justa para los escritores. Frente a las limitaciones y desigualdades del modelo tradicional, ofrece libertad creativa, mayor control sobre el proceso y una conexión directa con los lectores. En un entorno cambiante, donde las grandes apuestas editoriales no siempre garantizan la diversidad ni la visibilidad, la autopublicación se perfila como una herramienta poderosa para democratizar la literatura y dar cabida a voces que, de otro modo, quedarían silenciadas.

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