Rita Barberá, la “eterna” alcaldesa de Valencia

Su hermana María José se trasladó con urgencia a Madrid, porque Rita le había dicho el día anterior que no se encontraba bien. Fue ella quien avisó a los servicios sanitarios al detectar que su hermana respiraba con dificultad. Cuando llegaron los efectivos del SUMMA, la encontraron en parada cardiorrespiratoria. Tras certificar su muerte, también... Leer más La entrada Rita Barberá, la “eterna” alcaldesa de Valencia aparece primero en Zenda.

Mar 16, 2025 - 07:01
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Rita Barberá, la “eterna” alcaldesa de Valencia

A las 7.03 de la mañana del miércoles, 23 de noviembre de 2016, el SUMMA 112 recibió un aviso desde el hotel Villa Real de Madrid, ubicado en la plaza de las Cortes, en el que se hospedaba la exalcaldesa de Valencia y en aquel momento senadora por el Partido Popular, Rita Barberá Nolla. Los servicios de emergencias intentaron reanimarla durante media hora sin conseguirlo y, poco antes de las 8.00 horas, certificaban su muerte a consecuencia de un infarto. Barberá fallecía, de manera repentina, a los 68 años.

Su hermana María José se trasladó con urgencia a Madrid, porque Rita le había dicho el día anterior que no se encontraba bien. Fue ella quien avisó a los servicios sanitarios al detectar que su hermana respiraba con dificultad. Cuando llegaron los efectivos del SUMMA, la encontraron en parada cardiorrespiratoria. Tras certificar su muerte, también se desplazó al hotel un equipo de la policía científica. En torno a las 10:00 de la mañana, el juez de guardia abandonaba el establecimiento, decretando el levantamiento del cadáver y el traslado del cuerpo de la fallecida al Instituto Anatómico Forense, donde se le practicaría la autopsia.

La noticia conmocionó a la clase política.

"Otros compañeros de partido cercanos a la edil aseguraban que Barberá había pasado por una profunda depresión, a consecuencia del reciente fallecimiento de su madre"

A partir de ahí, un nutrido grupo de diputados y dirigentes del Partido Popular se fueron acercando hasta el hotel. La consternación poco a poco se fue apoderando de la Cámara, según Sus Señorías iban llegando al hemiciclo y conocían la noticia. Estaba a punto de celebrarse la primera sesión de control al Gobierno de la XII Legislatura de España. Uno de los primeros en hacer declaraciones al respecto fue el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quien afirmó sentirse “enormemente apenado” por la pérdida de la eterna alcaldesa de Valencia. La Cámara Baja guardó un minuto de silencio en homenaje a la fallecida, en el que no participaron los diputados de Unidos Podemos, al considerar marcada por la corrupción la trayectoria política de la regidora.

Otros compañeros de partido cercanos a la edil aseguraban que Barberá había pasado por una profunda depresión, a consecuencia del reciente fallecimiento de su madre, así como por las acusaciones que en los últimos tiempos habían pesado sobre ella y que derivaron en el profundo vacío al que la sometió su propia formación política.

Sin embargo, ni la presión ni el estrés: la responsable de la muerte de Rita Barberá fue la cirrosis que padecía. La senadora falleció por un problema hepático que le provocó un fallo multiorgánico. Según el informe clínico, padecía ascitis, esto es, líquido en el abdomen, patología provocada por una hipertensión en las venas. De hecho, los forenses del Anatómico le extrajeron una gran cantidad de líquido infeccioso. Pese a su estado de salud, la noche antes de morir, la senadora había cenado una tortilla y un whisky.

"Rita se resistió a la pérdida y entró en shock. Ni siquiera fue capaz de estar presente cuando su bastón de mando pasó a manos del siguiente regidor, porque la alcaldesa era ella"

Pero si nos ceñimos a los hechos, cierto es que Rita Barberá había comenzado a morir mucho antes. La única vida que ella siempre quiso vivir la abandonó el día de las elecciones municipales de 2015, tras confirmarse la derrota que la desalojaría del balcón municipal, en el que reinó sin complejos y sin rival durante 24 años; más de dos décadas, en las que cambió la historia de Valencia. Las urnas que la vieron nacer y crecer hasta convertirla en una alcaldesa imbatible, un auténtico monstruo político capaz de comerse a sus adversarios sin bajarse del autobús, ese día le negaron la mayoría absoluta. Y entonces fue consciente de que se habían acabado las mascletás, los abrazos en los mercados, los piropos en los que rivalizaba con la Virgen de los Desamparados, los ramos de flores y la luz, el fuego y el color. Es decir, el poder. Es decir, la vida.

Rita se resistió a la pérdida y entró en shock. Ni siquiera fue capaz de estar presente cuando su bastón de mando pasó a manos del siguiente regidor, porque la alcaldesa era ella. La alcaldesa de Valencia, la alcaldesa de España, la alcaldesa de Aznar y de Rajoy. Pudo ser ministra, pero eligió ser alcaldesa. De ahí su incredulidad. Y no quiso escuchar a los que le aconsejaron que buscara otra vida, porque ella era más de dar órdenes que de escuchar, y de estrechar manos y de hablar y hablar sin parar…

Pero bien es cierto que la historia del PP de los últimos 25 años no puede escribirse sin tener en cuenta a esta mujer, encarnación del populismo entendido como la perfecta comunión en cuerpo y alma con el pueblo. En este caso, el de Valencia. Cuando los dirigentes populares tenían un tropiezo o un disgusto, ella les invitaba a las Fallas. Y allí se daban un baño de masas auspiciado por el poder del PP valenciano. La plaza de toros de Valencia fue un talismán, primero para Aznar y después para Rajoy. Aquel ambiente embriagaba a los populares.

Rita Barberá Nolla nació en Valencia el 16 de julio de 1948, el día en el que las gentes del mar rinden tributo a su patrona, la Virgen del Carmen. Desde niña mostró cualidades extraordinarias para la comunicación y un don de gentes que la acompañaría toda la vida.

De buena familia, su padre, José Barberá Armelles, periodista y político, fue corresponsal en Roma de El Siglo Futuro, trabajó en el diario de Levante, fue director de El Correo Gallego y del periódico La Jornada, fundado por el Movimiento Nacional en 1941. Presidió, además, la Asociación de la Prensa de Valencia durante 30 años y ocupó una concejalía en el Ayuntamiento de la ciudad del Turia.

"En 1971, Rita Barberá se licenció en Ciencias Políticas, Económicas y Empresariales por la Universidad de Valencia y en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid"

Por su parte, su madre, Carmen Nolla Forcada, de origen catalán, era la heredera de un imperio centenario con prestigio internacional, dedicado a la cerámica y fundado por su abuelo. Se decía entonces que cualquier casa que tuviera mosaicos Nolla era de gente bien. Rita, al abandonar la alcaldía, confesó que lo único que echaría de menos sería pisar los suelos del Consistorio, que su abuelo decoró con mosaicos Nolla. El matrimonio tuvo cuatro hijas, y Rita era la segunda.

En 1971, Rita Barberá se licenció en Ciencias Políticas, Económicas y Empresariales por la Universidad de Valencia y en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Trabajó como cronista en Radio Valencia y como redactora de la sección de Tribunales en el diario Levante.

En 1973, con 25 años, Rita fue declarada “Musa del Humor” en un concurso literario organizado por el Ayuntamiento de Valencia, durante la denominada Olimpiada del Humor. Un año antes había ganado el mismo premio Natalia Figueroa, con posterioridad esposa del cantante Raphael. Con tal motivo, el entonces jefe de la Policía Municipal de Valencia compuso un pasodoble en honor de Rita Barberá, si bien en el registro de la SGAE hay cinco composiciones con el nombre de la exalcaldesa de Valencia. Los dos últimos son remixes de su archiconocido “Caloret”.

Trabajó en los Gabinetes de Prensa del Gobierno Civil y de la Confederación Empresarial Valenciana, afiliándose a Alianza Popular en 1976 y cofundando, con el carné número 3, el partido en Valencia, pese a las reticencias de Manuel Fraga, su fiel mentor más tarde. Dicen que Fraga le provocó una buena llantina antes de confiar en ella.

"Los inicios no fueron fáciles, pero en los siguientes comicios, los de 1995, cuando el PP también ganó la Generalitat, Rita conseguiría su primera mayoría absoluta"

En 1991 se convirtió en la candidata al Ayuntamiento de Valencia, teniendo en cuenta que José María Aznar no había sido capaz de convencer al profesor Manuel Broseta, la primera opción del partido para el cargo. En su estreno como candidata ante los medios de comunicación, Barberá declaró: “Soy la próxima alcaldesa de Valencia”. Perdió las elecciones, pero la coalición del Partido Popular con la Unión Valenciana de Vicente González Lizondo, le permitió destronar a la socialista Clementina Ródenas y ser investida alcaldesa. Tras perder el Ayuntamiento, casi un cuarto de siglo después, como resultado de la alianza de Compromís, PSPV y València en Comú, criticó duramente lo que calificó como “pacto de perdedores”, reivindicando el derecho de la lista más votada a formar gobierno.

Los inicios no fueron fáciles, pero en los siguientes comicios, los de 1995, cuando el PP también ganó la Generalitat, Rita conseguiría su primera mayoría absoluta, dando comienzo a esa icónica imagen de mujer de rojo incombustible. A partir de ahí, no había mercado que se le resistiera, ni acto fallero donde no fuera la protagonista del balcón consistorial, con el famoso “que bote Rita”.

Tan potente fue entonces su activo para el Partido Popular que, desde Génova, la recompensaron haciéndola presidenta de la Federación Española de Municipios y Provincias. Su influencia política, cada vez mayor, la situó muchas veces en quinielas para dar el salto a Madrid como ministra o incluso para ser candidata a la Generalitat Valenciana, pero ella siempre prefirió seguir siendo alcaldesa.

"Rita Barberá arrasaba por donde pasaba y no había adversario capaz de vencerla, ni siquiera la superfamosa socialista Carmen Alborch"

Reelegida en las consultas de mayo de 1995 y junio de 1999, los años más dulces llegaron ya pasados los 2000, mayo del 2003, y mayo de 2011, todas con mayoría absoluta. Pero la victoria arrolladora de Rita Barberá tuvo lugar en mayo de 2007: 21 concejales de 33; lo nunca visto. Sacó adelante los proyectos más extraordinarios para la ciudad, la celebración del premio de Fórmula 1 en las calles de Valencia o las ediciones 32 y 33 de la Copa del América de Vela. Impulsó el mayor desarrollo urbanístico hasta entonces conocido, con obras como la llegada del AVE, el nuevo mercado de Colón, la ampliación del puerto, la ampliación del Jardín del Turia, L’Almoina, los nuevos barrios, pero en especial la construcción de la Ciudad de las Artes y las Ciencias con el Oceanográfico y el Palacio de las Artes, de Santiago Calatrava, y el Palacio de Congresos, de Norman Foster; en definitiva, una Valencia que cambiaba el gris por el verde y el azul. Bajo el bastón de mando de Rita Barberá, Valencia pasó de ser una ciudad apática, neutra en una provincia olvidada, a ser una capital valorada internacionalmente como una de las mejores para vivir y disfrutar de la vida. Y el artífice de ese milagro fue, sin duda, Rita Barberá, que arrasaba por donde pasaba y no había adversario capaz de vencerla, ni siquiera la superfamosa socialista Carmen Alborch.

Las apariciones de Barberá a veces rozaban el exceso. De estatura media, puso de moda el “rojo alcaldesa” y nunca pasaba desapercibida, con un físico rotundo, más aún después de dejar de fumar, melena corta caoba, trabajada por Pascual, su peluquero de toda la vida, las perlas de siempre alrededor de su cuello y unas gotas de Chanel número 5. Nunca tuvo asesor de imagen, porque para eso ya estaba ella. Si se la observaba con detenimiento en sus actuaciones, asaltaba la duda de si se encontraría o no agotada. Su primer tono gestual era siempre abierto, extrovertido, incluso un poco combativo. Sin embargo, en un segundo nivel de análisis podían aparecer algunas señales sospechosas, porque después de dos horas de evento, hacerse docenas de fotografías y provocar con sus ocurrencias las risotadas de los presentes, Rita se sentaba detrás del asiento del copiloto de su Audi A8, echaba la cabeza hacia atrás y resoplaba, como queriendo decir: “¡Ahí os quedáis, que yo no puedo más!”.

Pero a la superalcaldesa valenciana se le complicaron las cosas cuando el entonces presidente de la Generalitat, Francisco Camps, al que había prestado su apoyo explícito en todos sus proyectos, se vio implicado en la conocida como “causa de los trajes”, de la que finalmente resultó absuelto, así como de otras nueve causas más en las que estuvo imputado.

Después de que todo se precipitase sobre Rita, se hacía público el sobreseimiento provisional de las acusaciones que pesaban sobre varios concejales y asesores del grupo popular del Ayuntamiento durante su mandato. Finalmente, la Audiencia de Valencia acordó el archivo provisional del conocido como “caso Pitufeo”, por delito de blanqueo de capitales, sin posibilidad de recurso. Sin embargo, bien es cierto que Barberá se vio envuelta, hasta en cuatro ocasiones, en temas de corrupción: el caso Nóos, en el que estaban imputados Iñaki Urdangarín, cuñado del rey, y su socio Diego Torres, la trama Gürtel, Emarsa y el denominado “Ritaleaks”, procedimiento que acabó siendo archivado por la Fiscalía del Tribunal Supremo.

"En enero de 2016, se vio obligada a dar de nuevo explicaciones por otra presunta trama de corrupción que afectaba a varias administraciones de la Comunidad Valenciana"

Sin embargo, las cosas se torcieron en 2015, tras perder la Alcaldía, siendo finalmente imputada por el Supremo por un supuesto delito de blanqueo de capitales durante la última campaña electoral. El escenario judicial que sobrevolaba la cabeza de Rita Barberá la obligó a abandonar las filas del PP, a petición de su propio partido. El mismísimo Mariano Rajoy acabó colocando un cordón sanitario en torno a los populares valencianos, del que solo salvó a Rita. La exalcaldesa le pidió ayuda porque, a decir de quienes la conocían, no tenía cómo ganarse la vida. De ahí su nombramiento como senadora, gracias a cuyo escaño pudo conservar el aforamiento. Apenas pisó la Cámara Alta.

Alejada ya del ámbito local y tras incorporarse a su escaño parlamentario en enero de 2016, Rita se vio obligada a dar de nuevo explicaciones por otra presunta trama de corrupción que afectaba a varias administraciones de la Comunidad Valenciana: la llamada “operación Taula”. Por todo ello, desde las filas populares se la invitó a renunciar a presidir la Comisión Constitucional del Senado. Acto seguido, Rita Barberá solicitó la baja en el partido, aunque conservó hasta el final de sus días su escaño como senadora, incorporándose a las filas del Grupo Mixto. El juez Conde-Pumpido la interrogó un día antes de su fallecimiento. Lamentablemente, en una sola sesión el magistrado no pudo formarse un criterio y solicitó ampliar diligencias. Finalmente, la muerte fue la que intervino. La gran archivera.

"Las palabras pronunciadas al paso del presidente del Gobierno en el último adiós a Rita Barberá fueron el único reproche de sus familiares"

Rita jamás asumió que existiese ningún tipo de financiación ilegal en el seno de los populares valencianos. Pero se vio sometida al señalamiento, la condena social y mediática y al ostracismo de algunos de los miembros de su propio partido, que fueron relegando a su afiliada número 3 hasta la última fila de la Cámara Alta.

En una entrevista concedida a El Debate, su compañero de éxitos, pero también de naufragios, Francisco Camps, aseguro que “la mayor injusticia que se cometió con Rita es que muriese sin dejarla defender su honorabilidad. Nadie se lo permitió”.

“¿A qué vienes, Mariano? Cómo la habéis dejado caer, con lo que ella os quería y todo lo que os dio a lo largo de su vida. ¡En vuestra conciencia pesará!”. Aquellas palabras pronunciadas al paso del presidente del Gobierno en el último adiós a Rita Barberá fueron el único reproche de sus familiares ante el despliegue del PP en los funerales de la exalcaldesa de Valencia.

Porque Rita fue una mujer de lealtades intensas, tanto con los suyos como con la familia Carpi, quienes la cuidaron y la protegieron tanto como la suya propia. Rita nunca se casó ni tuvo hijos, pero ella fue siempre el pilar de la familia, a la que concebía como un matriarcado, cobijando bajo su manto a todos sus miembros. Sus sobrinos, sin excepción, escribieron una emotiva carta que la mayor, María José, especialmente unida a su tía Rita, leyó durante las honras fúnebres. El panegírico hablaba de una mujer desconocida, que hincaba la rodilla para jugar con sus sobrinos y se disfrazaba con ellos, aunque también les reñía, atenta a cualquier dificultad que les aquejara. Por tal motivo, sus hermanas, sus cuñados y sus siete sobrinos se erigieron en sus viudas y viudos.

Las hermanas Barberá Nolla fueron siempre uña y carne. Carmen Luisa (73), la mayor, residente en Murcia con su marido, un prestigioso cirujano, y sus dos hijas. María José (65), casada con el gestor Enrique Sospedra, y Asunción (62), casada con el notario José Corbín, quien bautizó a sus tres hijas con el nombre de sus hermanas a modo de homenaje. En ellas se refugiaba Rita cuando dejaba el Ayuntamiento. Su jornada de trabajo no comenzaba hasta pasadas las 11:00h y no asistía a más de un acto público al día, o mejor a ninguno. Ella misma le preguntó un día a su antecesor en el Consistorio, el socialista Ricard Pérez Casado: “¿Y tú qué hacías aquí tantas horas?”. Nunca trabajó los viernes por la tarde, y su taxista de confianza o algún miembro de la familia pasaba a recogerla en su casa de alquiler de la calle General Palanca, en el centro de Valencia, para llevarla a una casa que María José y Enrique poseían en Jávea, o se marchaba unos días con los Carpi a su casa de Benicasim, siempre cerca del mar.

Barberá trasladó ese matriarcado familiar al Ayuntamiento, lo que provocó que fuera acusada de nepotismo en no pocas ocasiones, por favorecer a hermanas y sobrinos, e incluso a miembros de su querida familia Carpi, dueños de la mayoría de las parcelas elegidas para la ubicación del nuevo Ikea de Valencia.

Porque así era Rita Barberá, un personaje poliédrico, al que la muerte blanqueó ante la opinión pública, porque ante su familia no había fisuras. Ellos disfrutaron de lo mejor de su carácter, de su afán de protección. Barberá preparaba con mimo la comida de Navidad. La cocina, la fotografía, el mar y las partidas de dominó fueron su gran pasión. Excelente cocinera y mejor gourmet, ella misma hacía la compra en el Mercado Central, hasta que el acoso mediático la recluyó en casa, y compartía recetas con cualquiera que le preguntara. No era de ir al cine, ni le gustaba viajar más allá de Jávea o Benicasim; tampoco le gustaba la tecnología.

"En no pocas ocasiones, la familia la instó a que dejara definitivamente la política, al comprobar su preocupante deterioro físico y psicológico. Pero ella no cedió nunca"

Rita no hablaba valenciano y no era correcta en sus formas, pero arrasaba. Fuerte y provocadora, su perfil era populista, pero con un gran poder de seducción. Famosas se hicieron algunas de sus ocurrencias, que dejaban helados a sus colaboradores. Para muestra, un botón. Corría el 20 de marzo de 2003 y las bombas aliadas caían sobre Irak, cuando la alcaldesa comentó: “¡Por un día, la guerra no nos ha pillado en Fallas!”. Aunque declaraba que “el despacho del alcalde está en la calle”, aceptaba mal las críticas y, por este motivo, experimentó con creces el “síndrome del dirigente”, que tiene que ver no solo con el alejamiento de la realidad sino con que todos los que la rodeaban le daban la razón, por miedo a sus regañinas y represalias.

En no pocas ocasiones, la familia la instó a que dejara definitivamente la política, al comprobar su preocupante deterioro físico y psicológico. Pero ella no cedió nunca. Fue una leona a la hora de defender los intereses de la ciudad y de poner en valor el espíritu valenciano fuera de ella. Y así se lo reconoció María José Catalá, la alcaldesa del PP que recuperó el histórico feudo de Rita Barberá, en las elecciones municipales del 28 de mayo de 2023, quien en los primeros días de gobierno tomó la decisión de homenajear a su emblemática antecesora, nombrándola alcaldesa honoraria de la ciudad y bautizando con su nombre el Puente de las Flores.

Fue galardonada, entre otros, con el premio Women Together (2000) otorgado por la UNESCO, el Teleco honoris causa (2002) y el premio Emprendedores con Valores (2004) otorgado por la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos de España. En 2005 recibió, igualmente, la Insignia de Oficial de la Orden Nacional del Mérito de la República Francesa en reconocimiento a su “compromiso europeo”.

Tras su inesperada muerte, el Ayuntamiento de Valencia convocó un pleno extraordinario en el que se aprobó por unanimidad decretar tres días de luto oficial, y que las banderas de los centros oficiales ondearan a media asta. Porque la vocación de Rita Barberá siempre fue su ciudad y la valencianía por encima de todo.

Rita Barberá disfrutó del poder como nadie y acabó convirtiéndose en una exageración de sí misma. Pero, a pesar de las diferencias ideológicas que nos separan, sirva este humilde homenaje a una mujer pionera en la política española, que ostentó el bastón de mando municipal con el mayor respaldo electoral de la historia de Valencia, porque Valencia es Rita y sin ella no se entiende.

Descanse en paz Rita Barberá.

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