Laird Koenig & Peter L. Dixon: Los niños están mirando

Idioma original: inglésTítulo original: The Children Are WatchingAño de publicación: 1971Traducción: Alicia FrieyroValoración: más que recomendable¿Quién puede matar a un niño?, nos preguntaba Narciso Ibáñez Serrador en una ya mítica película basada en una terrorífica novela de Juan José Plans. Pues bien, eso era porque ni Chicho ni los protagonistas de su película habían leído esta novela (bueno, él tal vez sí), porque a los cinco niño que la protagonizan desde luego que dan ganas, más de una vez, de matarlos... También de quererles, claro, porque, después de todo, no son más que niños y se comportan como tales... en el mejor y en el peor sentido.Pongámonos en contexto: Malibú, en la soleada California, a comienzo de los 70s. En una casa a pie de una playa privada pasan el verano los cinco hermanos/as Moss, de entre 9 y 4 años, a cargo de Graziela -a la que los pequeños monstruos llaman Aguacates-, una criada mexicana que no habla una palabra de inglés, mientras sus padres -él, productor de cine, oscarizada actriz, ella- ruedan una película en Italia. Sí, en efecto, esta situación no parece la más aconsejable para unos chiquillos tan pequeños y menos aún cuando, a partir de un incidente que mejor no contaré, los críos se quedan solos en la casa, bajo el liderazgo de Kathy, la mayor del grupo. Ellos y ellas -tres varoncitos y dos niñas- encantados, claro, porque eso les permite pasarse el día viendo la tele (hoy en día sería jugando con la videoconsola o con el móvil) y comiendo guarrerías, aunque también les obligará a estar en guardia frente a visitas inoportunas y, sobre todo, intrusos indeseados... Pero os adelanto (y tomáoslo como un spoiler, si queréis) que, para entonces, la historia de terror ya llevará tiempo empezada...Con mucha astucia, los autores del libro nos presentan a cinco niños que representan cinco estereotipos de personalidad y comportamiento diferente, desde la niña lista pero marimandona que es Kathy a Marti, la más pequeña y, por tanto, cándida de los cinco. Pasando por el sensible e inteligente Sean, el tragaldabas Cary y, por último, el hiperexcitado y posiblemente futuro gymbro Patrick. Es imposible no empatizar con ninguno o incluso, en uno u otro momento, con todos. Por otra parte, Koenig y Dixon articulan la novela por medio de capítulos no muy largos, que son en sí mismos, pequeñas narraciones llenas de suspense; en todas ellas los hermanos se deben enfrentar a alguna dificultad más o menos peliaguda que mantiene al vilo al lector, incluso cuando se trata de aprietos un tanto previsibles. Sin embargo, que nadie espere encontrarse con una novela de aventuras juveniles "blanca", tipo las de Los Cinco o Los Hollister. O, en todo caso y si se quiere, podría tratarse de una parodia de este tipo de literatura, tan popular otrora, ya que en Los niños están mirando no hay nada blanco, nada a lo que nos podamos agarrar esperando una historia más convencional y tranquilizadora. Y, sin embargo, que bien funciona (o qué bien los hacen funcionar sus autores) el consabido "pacto ficcional", que provoca que no sólo nos parezca plausible lo que estamos leyendo, sino que aceptemos todas sus aristas y recovecos oscuros, mientras nos recome la impaciencia por saber cómo acabará todo este disloque. Que es tremendo, ya digo...También de Laird Koenig y reseñado en Un Libro al Día: La chica que vive al final del camino

Mar 12, 2025 - 13:35
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Laird Koenig & Peter L. Dixon: Los niños están mirando

Idioma original: inglés

Título original: The Children Are Watching

Año de publicación: 1971

Traducción: Alicia Frieyro

Valoración: más que recomendable

¿Quién puede matar a un niño?, nos preguntaba Narciso Ibáñez Serrador en una ya mítica película basada en una terrorífica novela de Juan José Plans. Pues bien, eso era porque ni Chicho ni los protagonistas de su película habían leído esta novela (bueno, él tal vez sí), porque a los cinco niño que la protagonizan desde luego que dan ganas, más de una vez, de matarlos... También de quererles, claro, porque, después de todo, no son más que niños y se comportan como tales... en el mejor y en el peor sentido.

Pongámonos en contexto: Malibú, en la soleada California, a comienzo de los 70s. En una casa a pie de una playa privada pasan el verano los cinco hermanos/as Moss, de entre 9 y 4 años, a cargo de Graziela -a la que los pequeños monstruos llaman Aguacates-, una criada mexicana que no habla una palabra de inglés, mientras sus padres -él, productor de cine, oscarizada actriz, ella- ruedan una película en Italia. Sí, en efecto, esta situación no parece la más aconsejable para unos chiquillos tan pequeños y menos aún cuando, a partir de un incidente que mejor no contaré, los críos se quedan solos en la casa, bajo el liderazgo de Kathy, la mayor del grupo. Ellos y ellas -tres varoncitos y dos niñas- encantados, claro, porque eso les permite pasarse el día viendo la tele (hoy en día sería jugando con la videoconsola o con el móvil) y comiendo guarrerías, aunque también les obligará a estar en guardia frente a visitas inoportunas y, sobre todo, intrusos indeseados... Pero os adelanto (y tomáoslo como un spoiler, si queréis) que, para entonces, la historia de terror ya llevará tiempo empezada...

Con mucha astucia, los autores del libro nos presentan a cinco niños que representan cinco estereotipos de personalidad y comportamiento diferente, desde la niña lista pero marimandona que es Kathy a Marti, la más pequeña y, por tanto, cándida de los cinco. Pasando por el sensible e inteligente Sean, el tragaldabas Cary y, por último, el hiperexcitado y posiblemente futuro gymbro Patrick. Es imposible no empatizar con ninguno o incluso, en uno u otro momento, con todos. Por otra parte, Koenig y Dixon articulan la novela por medio de capítulos no muy largos, que son en sí mismos, pequeñas narraciones llenas de suspense; en todas ellas los hermanos se deben enfrentar a alguna dificultad más o menos peliaguda que mantiene al vilo al lector, incluso cuando se trata de aprietos un tanto previsibles. Sin embargo, que nadie espere encontrarse con una novela de aventuras juveniles "blanca", tipo las de Los Cinco o Los Hollister. O, en todo caso y si se quiere, podría tratarse de una parodia de este tipo de literatura, tan popular otrora, ya que en Los niños están mirando no hay nada blanco, nada a lo que nos podamos agarrar esperando una historia más convencional y tranquilizadora. Y, sin embargo, que bien funciona (o qué bien los hacen funcionar sus autores) el consabido "pacto ficcional", que provoca que no sólo nos parezca plausible lo que estamos leyendo, sino que aceptemos todas sus aristas y recovecos oscuros, mientras nos recome la impaciencia por saber cómo acabará todo este disloque. Que es tremendo, ya digo...


También de Laird Koenig y reseñado en Un Libro al Día: La chica que vive al final del camino