EL MISTERIO RAZUMOVSKI – Martín Llade
La actividad diplomática del Congreso de Viena de 1814, reunión de las potencias europeas que habían derrotado a Napoleón, pocas veces se ejecutó en grandes reuniones de trabajo, sino que se desarrolló principalmente en cenas, banquetes o bailes de gala, donde los diplomáticos podían reunirse de modo informal y luego concertar reuniones en pequeños grupos […]

La actividad diplomática del Congreso de Viena de 1814, reunión de las potencias europeas que habían derrotado a Napoleón, pocas veces se ejecutó en grandes reuniones de trabajo, sino que se desarrolló principalmente en cenas, banquetes o bailes de gala, donde los diplomáticos podían reunirse de modo informal y luego concertar reuniones en pequeños grupos para llegar a acuerdos o defender un interés concreto. De ahí que la opinión pública europea dijera irónicamente que «el Congreso baila, pero no marcha». El príncipe Klemens von Metternich, ministro de asuntos exteriores de Austria y el británico lord Castlereagh tuvieron un papel clave en el Congreso, al igual que el zar Alejandro I de Rusia que vino acompañado por sus consejeros Karl Nesselrode y el conde Andréi Razumovski. Francia estuvo presente con un incombustible Talleyrand, pero no sacó nada positivo. También asistió el embajador de España, Pedro Gómez, que no pintaba nada en esta época (muchas cosas en este congreso nos remiten a la actualidad).
La novela de Martín Llade no explica los tejemanejes de los estadistas en el trazado del nuevo puzzle de Europa, sino, a saber, los cotilleos y anécdotas que rodean a los participantes en el congreso. Todo lo que no es ficticio está tratado con fidelidad a la historia. La novela es, a la vez que histórica, una novela policíaca, pues trata de la resolución de un caso de asesinato. Adopta, como decimos, un formato detectivesco aunque lo fundamental no es la resolución de los crímenes cometidos en la mansión Razumovski, de hecho el detective se lo toma con bastante parsimonia, como una actividad secundaria, lo primero es la música.
El detective, no sé si lo he dicho antes, es el compositor Beethoven, acompañado en las pesquisas por el que fuera durante tres años su secretario, Anton Schindler. Beethoven tenía una relación estrechísima con la familia el embajador de Rusia en Viena a partir de esa relación descubre Beethoven que se ha producido un asesinato y se propone encontrar al autor del crimen. Al contrario que otros detectives literarios, Beethoven utiliza la investigación para relajarse de la presión que le produce la creación musical. No la necesita como adrenalina para su vida sino que, al revés, como la válvula de escape. Este Beethoven detective posee un gran sentido del humor (sin perder, a veces, sus malas pulgas) e incluso, en ocasiones, resulta tierno. El resultado es plenamente creíble. La peculiar pareja formada por Beethoven y Anton Schindler recuerda a la que constituyeron Sherlock Holmes y Watson en las novelas de Conan Doyle. Los dos protagonistas son personajes de una gran profundidad psicológica, pero, a la vez, están magistralmente diferenciados.
También es verdad que Llade va creando sucesivos sospechosos. Sin crear grandes suspenses mantiene entretenido al lector con las cosas que van sucediendo, la propia trama detectivesca y sobre todo, las subtramas, la miríada de anécdotas, reales todas ellas, que se van sucediendo: escarceos amorosos, el ingenioso autómata que jugaba al ajedrez, los comentarios sobre la vida del genial músico, etc. Después de todo lo que nos va contando el autor a lo largo de la novela, el conocer el misterio de Razumovski es lo de menos. Un misterio, que, digámoslo, al final de la novela sale a la luz. La trama es ficticia pero las cosas que se habla de su vida son todas reales y han sucedido o sucedido después de este año.
El ritmo es ágil, no decae nunca, el libro se deja leer y no se hace pesado, a pesar de sus 650 páginas. Hay a lo largo del texto una unidad de estilo y un tono desenfadado, constantemente irónico y humorístico, que casa muy bien con la literatura que se da en esa época, tan prolija en autores satíricos como Jovellanos, Moratín, Voltaire, Nicolai Gógol, Pushkin, Thackeray, Lewis Carroll, Iriarte o Mariano José de Larra. La semejanza es premeditada, no casual. Uno de los rasgos de la novela es la abundancia de personajes. Aparecen las grandes figuras del momento histórico: Francisco I de Habsburgo, Federico Guillermo III de Prusia, Metternich, Talleyrand, el zar Alejandro I, su consejero el conde Andréi Razumovski, el inglés Lord Castlereagh, incluso un ninguneado español, Pedro Gómez, el marqués de Labrador antes mencionado, pero no en las oficinas y despachos, rodeados por el halo de autoridad, sino en las fiestas y los conciertos, o en líos de faldas.
También aparecen en estas páginas el entorno de Beethoven, su familia, los allegados a Razumovski, el círculo de revolucionarios vieneses. Beethoven tuvo una relación muy intensa con muchísimas mujeres incluida la famosa amada inmortal cuya identidad nunca se ha podido dilucidar exactamente. No es necesario memorizar los nombres y cargos de los personajes. Cuando vuelven a escena se les reconoce rápido porque el autor menciona un hecho clave, un parentesco o la anécdota con la que salió antes en escena. Además, al inicio del libro el autor nos da una breve descripción de cada uno de ellos, ochenta en total.
Cómo no, la música es una de las grandes protagonistas de la novela. Al principio cada capítulo aparece una pieza musical. Ochenta capítulos, ochenta personajes, ochenta músicas. En 1814, Beethoven se hallaba inmerso en la escritura de El momento glorioso, op. 136 (si no la más esforzada de sus obras si, probablemente, la que más el dinero le procuró) y el libro rinde cumplida cuenta de ello, pero hay referencias a muchas otras obras de su autor y, con menor frecuencia, a otros compositores, bien porque algunos personajes tocan o cantan esas músicas o bien porque las recuerdan o hablan de ellas. Antonio Salieri, un joven Schubert, Carl Maria von Weber, Marie Bigot, aparecen, entre otros, en la novela junto a otros artistas como el genial Goethe.
Martín Llade estudió periodismo, enfocó su carrera por la cultura la música la literatura. Cada mañana nos deleita con su programa Sinfonía de la mañana. Desde el año 2018 es la voz del concierto de Año Nuevo. Esta es su primera novela, pase a que no se le nota, al contrario, parece un consumado maestro de la pluma. Esperamos con interés sus próximos trabajos.
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Martín Llade, El misterio Razumovski. Barcelona, Ediciones B, 2024, 651 páginas.