LOS MUERTOS DE RÍO GRANDE – Santiago Mazarro

Reseña de Iñigo Hace unos pocos años, un joven periodista madrileño presentó su primera novela bajo el paraguas de la editorial Pamies. Su título Senderos salvajes. No sería casualidad cuando recibió al año siguiente el Premio Hislibris a Mejor Escritor Novel. Después publicaría su segunda novela, El fuerte de la Florida. Sus tramas siempre giran […]

Mar 6, 2025 - 08:43
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LOS MUERTOS DE RÍO GRANDE – Santiago Mazarro
Reseña de Iñigo

Hace unos pocos años, un joven periodista madrileño presentó su primera novela bajo el paraguas de la editorial Pamies. Su título Senderos salvajes. No sería casualidad cuando recibió al año siguiente el Premio Hislibris a Mejor Escritor Novel. Después publicaría su segunda novela, El fuerte de la Florida. Sus tramas siempre giran alrededor de la presencia española en la Norteamérica de los siglos XVIII y XIX, una localización y un periodo histórico poco sembrado en el género de la novela histórica actual. Pues bien, su recientemente publicada tercera novela, regresa al mismo continente y época, al año 1820, para presentarnos una trama centrada en la investigación de unos cruentos asesinatos cometidos en Santa Fe, capital del todavía español, territorio de Nuevo México. Pero no estamos ante un mero thriller histórico. La novela también es heredera de los ecos revolucionarios liberales que llegan desde España, mientras los levantamientos contra la Corona Española en el continente americano, ya no son meros y escasos ejemplos de un malestar, con vistas a buscar una independencia deseada.

Un veterano soldado de las guerras comanches llamado Leandro Cuervo y Juan Orviz, joven bachiller venido de España, son designados por el gobernador de Nueva España para investigar la desaparición y muerte de dos niñas en Santa Fe, hijas de un importante empresario de la ciudad. Como os podéis imaginar, ambos personajes chocan debido a sus personalidades dispares. Cuervo, es un soldado con cicatrices en su cuerpo y un carácter más decidido y brusco, mientras Orviz, venido de la península, resulta ser un hombre letrado, más sensible, con tintes liberales y un pasado revolucionario. Ambos tendrán que trabajar juntos para introducirse en el complejo y cerrado universo que rodea a Santa Fe y el territorio de Nuevo México, un territorio empobrecido, castigado por los forajidos y los díscolos nativos, y localizado en una zona desértica y castigada por el calor extremo. Además, la situación española en la zona es especialmente compleja y la población rural mira con recelo a los que allí gobiernan desde hace un par de siglos. En definitiva, unos pocos y privilegiados, gobernando sobre unos muchos y empobrecidos.

En esta tesitura, la presencia de ambos investigadores no pasa desapercibida y una serie de dificultades se presentan durante la investigación, más allá de seguir algunas pistas falsas, mantener violentos contactos con la frontera al norte donde ingleses y franceses pugnan por mercadear ilegalmente en territorio español y, cómo no, sufrir alguna que otra conspiración de las élites del lugar, frente a una investigación que se va complicando conforme avanza la novela. Una novela, que no esquiva mostrar el trasfondo político que sobrevuela la España que enfrenta a absolutistas y liberales en el primer cuarto del siglo XIX. Ecos del Trienio Liberal, de las figuras de Espoz y Mina y Riego, llegan hasta Nuevo México de la mano del pasado tortuoso de Orviz. El otro protagonista, el militar Cuervo, tampoco escapa a un pasado en el que las guerras indias en el territorio y los desmanes cometidos por los españoles, marcan los años en los que unos pocos soldados defienden la frontera norte de un Nuevo México olvidado de la mano de Dios.

Los muertos de río Grande resulta ser una novela interesante y entretenida en su combinación del género de investigación y suspense, con ese trasfondo histórico tan peculiar en el que se embarra con acierto el autor, empeñado con su buen hacer, en mostrar al lector unos lugares y unos hechos ligados a nuestra historia, generalmente ignorados por el gran público de nuestro país. La novela presenta unos escenarios y personajes ricos en variedad y emociones que creo funcionan bastante bien, dentro de lo que podemos denominar como novela histórica tradicional en la actualidad.

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Reseña de Hahael

La historia nos sitúa en Santa Fe, 1820, al norte del Río Grande. Sucedía en España en aquel momento el levantamiento de Riego. Se producen los hechos en una parte lejana del imperio español donde la autoridad política es escasa y la eclesiástica, nula. La gente se siente bastante abandonada por la monarquía en esa zona de Nuevo México, tierra desabrida, árida, seca, desértica, vil, transitada por indios salvajes donde después se desarrollarán las películas del Oeste, solo que en ese momento histórico no hay norteamericanos (apenas se mencionan a un par de ellos), sino que son mexicanos y españoles e indios. Hay indios navajos, indios apaches e indios Puebla que ya han sufrido un proceso de aculturación, han olvidado  su religión ancestral y se han convertido al cristianismo. También hay mexicanos y españoles de la península, tanto  españolas realistas como liberales que están en contra de la monarquía. Hay mexicanos criollos que están por la Independencia de México y están los pobres mexicanos de toda la vida. Así que tenemos una riqueza demográfica cultural muy importante. No aparecen esclavos negros como en su novela anterior que trata de la Luisiana. Años después la zona será tan anexionada por los Estados Unidos. La recreación de la diversidad humana, con todos sus giros, modismos y expresiones, los choques culturales, la descripción del paisaje, la ambientación en general, es uno de los puntos fuertes de la novela.

Un misterioso asesinato aterroriza a la población de la comarca y pone en jaque a las autoridades españolas. Dos jóvenes hermanas, Carlota y Dolores Pino, desaparecen tras una escapada nocturna durante las fiestas de la villa. Los últimos en verlas fueron los hermanos Losada, de no muchas entendederas, quienes aseguran no saber nada de lo que se les acusa. Días más tarde, los cuerpos de las dos muchachas aparecen brutalmente mutilados en un arroyo.

Me gustó el modo como el autor encara el inicio, como una crónica actual narrada en primera persona que me hizo recordar a Cosecha Roja de Dashiell Hammett. A partir de ahí la novela, histórica y negra a la vez, toma un rumbo más tradicional con un narrador en tercera persona. El formato es un trhiller clásico, basado en hechos reales del pasado, con la típica investigación del caso: pista, sospechoso pista, sospechoso, hasta la resolución del mismo, se acusa no solo a los hermanos Losada, sino también a los revolucionarios mexicanos y a indios de la zona, incluso hay quien piensa en la intervención de fuerzas diabólicas. La presencia del maligno impregna la atmósfera de la novela. Pero, a diferencia de otros thrillers, la resolución del caso no es tan importante como el entorno social e histórico en el que se desenvuelven los hechos y se producen estas muertes. La trama en sí misma es compleja e interesante. El ritmo es rápido y la tensión constante. Hay un rastro de muerte por toda la región que no deja respiro a los personajes.

Los encargados de resolver los crímenes son Leandro Cuervo, un viejo mexicano antiguo soldado de las guerras comanches, hombre rudo y oscuro que se va desvelando poco a poco y Juan Orviz, un joven español de carácter liberal radical antimonárquico que también comparte un pasado oscuro por cuanto ha trabajado con los servicios secretos y tiene relaciones con personajes importantes. Está recién llegado a Nuevo México tras haber sido apartado por sus críticas a la corona. Todo le resulta extraño. Las cartas que envía a su prometida en España y a Rafael de Riego jamás obtienen respuesta, pero es concienzudo y se entregará de lleno a la misión de hallar a los culpables. La compleja  interacción de ambos, entre la desconfiana, la cooperación y la competencia, conlleva a que sus vidas y su visión del mundo cambien. Los personajes secundarios también son interesantes, destacaría a Adela Cuervo, la hermana del mexicano. José Martín aparece como periodista freelance y está ahí trabajando haciendo de político que era lo suyo levantando pasquines en Ciudad de México y el resto de país. José Martí y el joven asturiano Juan Orviz son liberales radicales están a favor de la Constitución y trabajan juntos en el caso durante buena parte de la novela. Mazarro se permite incluso un pequeño guiño metaliterario en el que José Martí habla de la necesidad de escribir una novela sobre el caso en que están trabajando.

En resumen, con este thriller basado en hechos reales Santiago Mazarro eleva un poquito más el listón en su trayectoria literaria. Más que la trama en sí, interesante sin duda, destacaría el desarrollo de los personajes y el fondo social e histórico donde mueve la acción, esa tierra de Nuevo Méjico habitada por españoles, mejicanos, comanches, apaches, indios puebla, tan dejada de la mano de Dios, se diría que también Dios la tiene abandonada pues permite que sucedan ciertos hechos macabros. Tuvimos la suerte de charlar con el autor durante la última Feria del Libro de Madrid y  nos comentó que ha sido la novela que más le ha costado escribir porque se ha tenido que atener a hechos reales y eso le limita más e hizo que fuera más compleja de escribir lo cual plantea una cierta paradoja ya que si te atienes a hechos reales de alguna manera estás limitado en cuanto a la creatividad, pero también te marca un camino que puedes seguir y esto supone un apoyo importante pues simplifica la tarea de articular una trama. Quizá dependa de los escritores, para uno muy creativo como Santiago igual lo ve como una losa. Recordamos  que  con su primera obra, Senderos salvajes este escritor madrileño fue finalista del Premio de Novela Histórica Ciudad de Úbeda y se alzó con el Premio Hislibris, al mejor autor novel. A Senderos salvajes le siguió El fuerte de la Florida.

 

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Santiago Mazarro. Los muertos de río GrandeEdiciones Pàmies, 2024, 416 páginas.