Margaret MacMillan, historiadora: “Trump aún no es un dictador en toda regla, pero sus instintos van en esa dirección"

La autora de libros clave sobre la Primera Guerra Mundial y los acuerdos de paz del siglo XX ve paralelismos del momento actual con el populismo y la desconfianza en los medios y los partidos políticos en la década de 1930El último Rincón de pensar - La ‘Ilustración oscura’: la secta filosófica ultracapitalista tras la extrema derecha “Siempre hay otras opciones”. Ésta es la frase con la que la historiadora Margaret MacMillan termina 1914: De la paz a la guerra, su libro sobre las tensiones y las decisiones de líderes que llevaron a la Primera Guerra Mundial, y tal vez el más célebre y premiado de la experta en guerras y negociaciones de paz del siglo XX.  En el eterno debate sobre si son los individuos en el poder los que marcan el curso de la historia o es el contexto el que encumbra a determinados líderes, MacMillan suele repetir que ella está en el medio, pero sus libros suelen destacar el peso de los impulsos y los prejuicios de los líderes. Las decisiones de unos pocos hombres -todos eran hombres- llevaron a las guerras mundiales, y, como recalca, siempre había otra opción, otro camino que podían haber elegido. “Poco en la historia es inevitable”, escribe la historiadora, que lleva años examinando el pasado y dice que ahora observa por primera vez con claridad las dinámicas que ha estudiado en acción.  MacMillan nació en Canadá, donde su madre estaba de vacaciones cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y se quedó para estudiar en la Universidad de Toronto. La historiadora es bisnieta de David Lloyd George, el primer ministro británico durante la Primera Guerra Mundial. Como profesora experta en historia militar y política internacional, su carrera se ha dividido entre Canadá y el Reino Unido, donde sigue siendo fellow honoraria de la Universidad de Oxford y miembro de la orden al mérito elegida por la reina. Estos tiempos turbulentos le recuerdan, peligrosamente, a los años 30 del fascismo antes de la Segunda Guerra Mundial, el periodo sobre el que está escribiendo ahora su próximo libro.  Hablamos mientras ella está en Toronto, viendo en primera línea el enfrentamiento de Estados Unidos con su país, y comenta que nunca había visto a los canadienses tan “enfadados”. Esta es parte de nuestra conversación telefónica editada por extensión y claridad.  Usted escribe a menudo sobre las opciones y las decisiones de los líderes ¿Qué le ha sorprendido de lo que ha hecho Trump en estos dos meses? No pensé que se fuera a mover tan rápido, aunque dijo que lo haría. No pensé que le fuera a dar tal poder a Elon Musk. No pensé que elegiría a gente tan mala para su gabinete. Ha reunido a personas que no estarían en un Gobierno normal, como Robert Kennedy, Tulsi Gabbard o Pete Hegseth. Estas son personas que no están calificadas para sus puestos. La velocidad y la capacidad de destrucción es lo que me sorprende. Sabía que sería malo, pero esta vez Trump tiene muchos menos frenos. Siente que tiene las manos libres. Se siente reivindicado y busca venganza. Tal vez destacaría la forma en que está utilizando el Gobierno para vengarse de las personas y de las instituciones, como lo que está haciendo contra la Universidad de Columbia, incluida la retirada de 400 millones de dólares de financiación pública para investigación. Está ignorando tanto como puede la Constitución. Está ignorando al Congreso. Está interfiriendo en el ejército. Suceden cosas que los estadounidenses se enorgullecían de no hacer. Para los canadienses, Estados Unidos es como un miembro de la familia porque estamos muy vinculados. Casi todos los canadienses han vivido en Estados Unidos o tienen familiares allí. Siempre ha sido una relación muy estrecha. Y es como ver a un miembro de la familia volverse loco. ¿Esto empujará a Canadá hacia Europa? Sí, estamos hablando mucho más sobre eso. También de reforzar nuestras relaciones con Asia y reformar nuestro mercado interior porque ahora tenemos barreras al comercio entre las provincias. Estamos analizando muy seriamente lo que no hemos afrontado hasta ahora. Vamos a tener que gastar mucho más en defensa.  Para los canadienses, Estados Unidos es como un miembro de la familia porque estamos muy vinculados... Y es como ver a un miembro de la familia volverse loco ¿Está la Administración Trump tomando decisiones que podrían reducir los caminos para Estados Unidos y otros países? Sí, desde luego. De un lado, está el daño dentro de Estados Unidos. La confianza estadounidense en su propio Gobierno lleva años cayendo, y esto la empujará más hacia abajo.  Desde el punto de vista internacional, Trump está alienando a sus aliados y ni siquiera las grandes potencias se comportan así. Los aliados son útiles, y las alianzas no se pueden reconstruir tan rápido. Trump está dañando a largo plazo las relacion

Mar 15, 2025 - 22:14
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Margaret MacMillan, historiadora: “Trump aún no es un dictador en toda regla, pero sus instintos van en esa dirección"

Margaret MacMillan, historiadora: “Trump aún no es un dictador en toda regla, pero sus instintos van en esa dirección"

La autora de libros clave sobre la Primera Guerra Mundial y los acuerdos de paz del siglo XX ve paralelismos del momento actual con el populismo y la desconfianza en los medios y los partidos políticos en la década de 1930

El último Rincón de pensar - La ‘Ilustración oscura’: la secta filosófica ultracapitalista tras la extrema derecha

“Siempre hay otras opciones”. Ésta es la frase con la que la historiadora Margaret MacMillan termina 1914: De la paz a la guerra, su libro sobre las tensiones y las decisiones de líderes que llevaron a la Primera Guerra Mundial, y tal vez el más célebre y premiado de la experta en guerras y negociaciones de paz del siglo XX. 

En el eterno debate sobre si son los individuos en el poder los que marcan el curso de la historia o es el contexto el que encumbra a determinados líderes, MacMillan suele repetir que ella está en el medio, pero sus libros suelen destacar el peso de los impulsos y los prejuicios de los líderes. Las decisiones de unos pocos hombres -todos eran hombres- llevaron a las guerras mundiales, y, como recalca, siempre había otra opción, otro camino que podían haber elegido. “Poco en la historia es inevitable”, escribe la historiadora, que lleva años examinando el pasado y dice que ahora observa por primera vez con claridad las dinámicas que ha estudiado en acción. 

MacMillan nació en Canadá, donde su madre estaba de vacaciones cuando estalló la Segunda Guerra Mundial y se quedó para estudiar en la Universidad de Toronto. La historiadora es bisnieta de David Lloyd George, el primer ministro británico durante la Primera Guerra Mundial. Como profesora experta en historia militar y política internacional, su carrera se ha dividido entre Canadá y el Reino Unido, donde sigue siendo fellow honoraria de la Universidad de Oxford y miembro de la orden al mérito elegida por la reina.

Estos tiempos turbulentos le recuerdan, peligrosamente, a los años 30 del fascismo antes de la Segunda Guerra Mundial, el periodo sobre el que está escribiendo ahora su próximo libro. 

Hablamos mientras ella está en Toronto, viendo en primera línea el enfrentamiento de Estados Unidos con su país, y comenta que nunca había visto a los canadienses tan “enfadados”. Esta es parte de nuestra conversación telefónica editada por extensión y claridad. 

Usted escribe a menudo sobre las opciones y las decisiones de los líderes ¿Qué le ha sorprendido de lo que ha hecho Trump en estos dos meses?

No pensé que se fuera a mover tan rápido, aunque dijo que lo haría. No pensé que le fuera a dar tal poder a Elon Musk. No pensé que elegiría a gente tan mala para su gabinete. Ha reunido a personas que no estarían en un Gobierno normal, como Robert Kennedy, Tulsi Gabbard o Pete Hegseth. Estas son personas que no están calificadas para sus puestos.

La velocidad y la capacidad de destrucción es lo que me sorprende. Sabía que sería malo, pero esta vez Trump tiene muchos menos frenos. Siente que tiene las manos libres. Se siente reivindicado y busca venganza. Tal vez destacaría la forma en que está utilizando el Gobierno para vengarse de las personas y de las instituciones, como lo que está haciendo contra la Universidad de Columbia, incluida la retirada de 400 millones de dólares de financiación pública para investigación. Está ignorando tanto como puede la Constitución. Está ignorando al Congreso. Está interfiriendo en el ejército. Suceden cosas que los estadounidenses se enorgullecían de no hacer.

Para los canadienses, Estados Unidos es como un miembro de la familia porque estamos muy vinculados. Casi todos los canadienses han vivido en Estados Unidos o tienen familiares allí. Siempre ha sido una relación muy estrecha. Y es como ver a un miembro de la familia volverse loco.

¿Esto empujará a Canadá hacia Europa?

Sí, estamos hablando mucho más sobre eso. También de reforzar nuestras relaciones con Asia y reformar nuestro mercado interior porque ahora tenemos barreras al comercio entre las provincias. Estamos analizando muy seriamente lo que no hemos afrontado hasta ahora. Vamos a tener que gastar mucho más en defensa. 

Para los canadienses, Estados Unidos es como un miembro de la familia porque estamos muy vinculados... Y es como ver a un miembro de la familia volverse loco

¿Está la Administración Trump tomando decisiones que podrían reducir los caminos para Estados Unidos y otros países?

Sí, desde luego. De un lado, está el daño dentro de Estados Unidos. La confianza estadounidense en su propio Gobierno lleva años cayendo, y esto la empujará más hacia abajo. 

Desde el punto de vista internacional, Trump está alienando a sus aliados y ni siquiera las grandes potencias se comportan así. Los aliados son útiles, y las alianzas no se pueden reconstruir tan rápido. Trump está dañando a largo plazo las relaciones estadounidenses con potencias con las que debería ser amigable, y aparentemente está preparado para hacer acuerdos con la Rusia de Putin, la China de Xi Jinping y Corea del Norte.

Trump está alienando a sus aliados y ni siquiera las grandes potencias se comportan así. Los aliados son útiles, y las alianzas no se pueden reconstruir tan rápido

Trump se mueve por impulsos y prejuicios, por emociones, pero parece querer ver el mundo dividido en esferas de influencia, es decir: Estados Unidos, dominante en el hemisferio occidental; China, dominante en Asia; Rusia, dominante en el corazón de Europa y Asia Central. Parece satisfecho con que haya gobiernos autoritarios controlando grandes porciones de territorio.

¿Está repitiéndose la historia que describe antes de las guerras mundiales de unos pocos hombres que no controlan sus emociones y tomas las decisiones?

Sí. Hay un gran debate en la Historia sobre cuánto pesan los líderes. Pero cuando tienes un individuo con mucho poder, ese individuo sí importa. Y hay un individuo en la cima de Estados Unidos que tiene un gran poder. Hasta ahora, los demócratas y los republicanos no parecen ser capaces de hacerle frente. Los demócratas están atónitos y los republicanos le siguen la corriente. 

Importa más en Estados autoritarios. Si un líder llega al poder, hay muy pocas esperanzas de sacarlo. Y cuanto más tiempo está en el poder, más piensa que es invencible. Trump y los dictadores del pasado -él aún no es un dictador en toda regla, pero desde luego tiene instintos que van en esa dirección- están rodeados de personas que les dicen que son unos genios y se apresuran a hacer lo que quieren. A menudo se vuelven cada vez más grandilocuentes, cada vez menos dispuestos a escuchar cualquier crítica. 

Hay un gran debate en la Historia sobre cuánto pesan los líderes. Pero cuando tienes un individuo con mucho poder, ese individuo sí importa

Puedes verlo con monarcas absolutos en el pasado. Puedes verlo con Franco en España, Salazar en Portugal, Mussolini en Italia, y, por supuesto, Hitler y Stalin. A medida que pasan los años, se convencen de que siempre tienen razón y nadie se atreve a decirles nada. A menudo, sus prejuicios realmente importan.

Hitler estaba furioso con el acuerdo de Múnich en 1938 porque logró lo que quería sin una guerra, y pensaba que una guerra sería buena para los alemanes. Este es el tipo de cosas que lo motivaron. Y por eso, cuando afrontó qué hacer en Polonia en 1939, ya estaba decidido a ir a la guerra. Se trataba de su propia visión loca de lo que Alemania necesitaba, pero también de una cuestión de orgullo.

Luis XIV de Francia dijo que iba a la guerra por orgullo. No le importaba cuántas personas murieran. Quería defender su honor.

¿Es necesario un líder tan único, carismático o egocéntrico como ellos, para tirar en dirección opuesta?

Las instituciones importan mucho, pero el liderazgo también.

La llegada al poder en 1933 del presidente Franklin Delano Roosevelt fue muy importante porque en general respetó las instituciones. Hubo tensión con el Tribunal Supremo, pero dio marcha atrás e importó el mensaje de tranquilidad que dio a los estadounidenses. Siguió siendo un demócrata, aunque a veces le tentara comportarse de manera antidemocrática. Y dejó a Estados Unidos más fuerte democráticamente de cómo lo encontró. Hubo una posibilidad real de un Gobierno autoritario en Estados Unidos en los años 30 o incluso de una guerra civil. Roosevelt salvó la democracia estadounidense y salvó el capitalismo estadounidense.

Y se puede decir también lo mismo de Winston Churchill: tuvo un poder enorme durante la Segunda Guerra Mundial, pero siempre encontraba tiempo para ir al Parlamento y explicar lo que estaba haciendo. Y aceptó los resultados de las elecciones de 1945 cuando su partido perdió.

Líderes muy fuertes en el lado de la democracia pueden marcar la diferencia.

¿Reconoce alguno de esos rasgos en los líderes actuales en América o Europa?

Estoy muy interesada en el nuevo canciller alemán. Parece estar preparado para asumir el liderazgo, estés o no de acuerdo con lo que está tratando de hacer con el presupuesto. Y ha sido muy directo. A Macron le queda poco más de un año para actuar, y hay muchos que no están de acuerdo con él. En Canadá, también importa quién sea el primer ministro. Hay algunos ejemplos, pero también los hay de líderes que bajo presión no defenderán la democracia.

Se hacen ahora muchos paralelismos con el antes y el después de las dos guerras mundiales, ¿qué momento en la historia podría ayudarnos a comprender mejor este tiempo que se siente tan crítico?

Yo me estoy fijando mucho en la década de 1930, la toma del poder por parte de los nazis en Alemania y cuán rápido pasó. Hitler se convirtió en canciller en lo que todavía era una Alemania más o menos democrática y tardó alrededor de cinco semanas en destruir la democracia en Alemania. Así que estoy mirando eso.

Llevamos casi ocho semanas de Trump…

No quiero ni pensarlo... Pero las instituciones estadounidenses son más fuertes y los estados tienen más poder. Es cierto que Prusia tenía mucho poder dentro de Alemania, pero los demás estados, no tanto. 

No es que no sea del todo igual, pero el populismo y la falta de confianza en las instituciones, los medios de comunicación, la educación y los partidos políticos también sucedieron en la década de 1930. 

Pienso en la década de 1930 y también en el período anterior a la Primera Guerra Mundial, cuando hubo una serie de crisis y tensiones internacionales. Antes de 1914 y de 1939 había potencias llamadas revisionistas, potencias que estaban dispuestas a romper las reglas y las normas existentes para hacer lo que querían. Y así Hitler violó sistemáticamente las disposiciones del Tratado de Versalles que había firmado Alemania. Él y Mussolini atacaron a sus vecinos. Los japoneses invadieron Manchuria y eso animó a otros. En Múnich, no fueron sólo los alemanes quienes obtuvieron pedazos de Checoslovaquia, sino también los húngaros.

No es que no sea del todo igual, pero el populismo y la falta de confianza en las instituciones, los medios de comunicación, la educación y los partidos políticos también sucedieron en la década de 1930

Mirando a las conversaciones de paz ahora, ¿ve el paralelismo de que Ucrania sea como Checoslovaquia en 1938 al dejar que Rusia se quede con su territorio?

Sí. Hitler prometió en Múnich que respetaría lo que quedaba del Estado checo, y eso duró hasta marzo de 1939, cuando simplemente lo tomó e instaló un régimen títere. 

No creo que se pueda confiar en la palabra de Putin. Zelenski tiene toda la razón. Ha habido treguas antes y Putin no les ha prestado ninguna atención. Rusia también firmó los acuerdos de Budapest. No se puede confiar en absoluto en su palabra.

A Rusia no le estaba yendo tan bien en la guerra. La ofensiva rusa se había estancado. Ahora Estados Unidos presiona y amenaza a Ucrania, y eso ha puesto a Putin en una posición mucho más fuerte. Creo que Putin avanzará lo más al Oeste que pueda.

¿Existe el riesgo de una guerra más allá de Ucrania?

Siempre existe ese riesgo, y hay otros puntos de tensión en el mundo. Lo que pase en Taiwán sigue siendo una amenaza muy grave. Polonia ahora dice que quiere armas nucleares. Vamos a ver proliferación nuclear, lo cual no es algo bueno.

Estamos ante un mundo mucho más peligroso porque las naciones que quieren atacar a sus vecinos ven que otros pueden hacerlo y salirse con la suya.

Ahora Estados Unidos presiona y amenaza a Ucrania, y eso ha puesto a Putin en una posición mucho más fuerte. Creo que Putin avanzará lo más al Oeste que pueda.

¿Y existe un riesgo para Estados Unidos? La Primera Guerra Mundial fue el comienzo del “siglo americano”. ¿Podría ser este el final? 

Trump está aprovechando el sentimiento aislacionista que siempre ha estado presente en Estados Unidos, a veces más fuerte, a veces más débil. Parece pensar que Estados Unidos está protegido por la geografía. Sigue diciendo que tenemos hermosos océanos a ambos lados. Pero los misiles supersónicos pueden volar alrededor del mundo y son muy rápidos, no te da tiempo ni a lanzar una advertencia. La idea de que Estados Unidos está a salvo de ataques de potencias en el otro lado del mundo es una fantasía. Supongo que imagina que puede intimidar a todos sus vecinos, y tal vez apoderarse de algunos de ellos. Pero eso no hará que Estados Unidos sea más seguro y creará resentimiento.

Estamos ante un mundo mucho más peligroso porque las naciones que quieren atacar a sus vecinos ven que otros pueden hacerlo y salirse con la suya

Si Estados Unidos se apodera de México, Canadá, Panamá y Groenlandia, luego tendrá que gobernarlos. Y la fuerza militar estadounidense está teniendo problemas para reclutar. Parte del problema es el desinterés. Pero la otra parte es que muchos jóvenes estadounidenses no son aptos para el ejército. Las tasas de obesidad en Estados Unidos son muy altas. 

¿Hay algún ejemplo de líderes en la historia que hayan intimidado tanto a sus aliados como Trump?

Es muy difícil encontrarlo. Desde luego, Alemania llegó a dominar al aliado de Austria-Hungría en la Primera Guerra Mundial. Pero públicamente los alemanes no persiguieron a los austriacos; aparentemente, era una relación amistosa. Alemania e Italia tuvieron una relación muy difícil en la Segunda Guerra Mundial, pero no fue en público de esta manera. A ojos de la mayoría, la relación entre alemanes e italianos aún persistía. No se me ocurre ningún ejemplo igual.

¿Cómo es para usted ver en acción algunas de las dinámicas que ha estudiado en las guerras mundiales?

Es horrible. He sido muy privilegiada porque gran parte del mundo ha visto guerras desde 1945, pero, como canadiense, no he experimentado la guerra. Ha habido malos momentos. Durante la guerra de Vietnam, existía la preocupación de que Estados Unidos estuviera perdiendo poder y su autoridad moral. Y ha habido momentos en que Estados Unidos ha inquietado a sus aliados. Pero no recuerdo nada parecido, ni siquiera con Nixon. Lyndon Johnson se enfadó mucho con nuestro primer ministro entonces por criticar a Estados Unidos por Vietnam, pero ese fue un incidente aislado. Recordamos esos tiempos porque eran muy inusuales. Pero ahora Trump nos insulta a nosotros, a México y a otros países todos los días.

Una de las cosas que está haciendo Trump o su equipo es reescribir la historia. ¿Qué puede hacer usted como historiadora o nosotros como periodistas?

Seguir intentándolo. Trump no sabe nada de Historia. Es muy ignorante. En un mitin, en su primera presidencia, habló sobre la Guerra de Independencia de Estados Unidos, que fue en el siglo XVIII, y habló de cómo el ejército estadounidense tomaba los aeropuertos británicos.

No sabe nada, pero ahora básicamente repite puntos rusos, acusando a Ucrania de empezar la guerra o a Zelenski de ser dictador o corrupto. Está repitiendo como un loro lo que dicen los rusos.

¿La presidencia de Trump supone el principio o el final de un ciclo?

Creo que ambas cosas. Es un período de transición. Algunas de las cosas que están pasando ya estaban sucediendo antes. Estados Unidos ya había descubierto que sus aliados no estaban haciendo lo suficiente para contribuir a la OTAN. Esto no es algo que Trump haya notado por casualidad. Y el poder militar de China ya estaba creciendo. Las cosas estaban cambiando, pero ahora somos mucho más conscientes de lo que está sucediendo. 

El daño que Trump ha hecho al orden internacional, el daño que ha hecho a las alianzas estadounidenses y a la reputación de Estados Unidos en el mundo, no se deshará. Algo significativo ha cambiado. Ahora está realmente en peligro la idea de que se puede tener un orden internacional basado en reglas, donde todas las personas se benefician de la posibilidad de vivir en un mundo pacífico. La idea es más bien que las potencias hacen lo que quieren y presionan a todos los demás. Ese no es un buen mundo para vivir. 

Y mientras tanto no estamos lidiando colectivamente con lo que deberíamos, en particular el cambio climático.

Ahora está realmente en peligro la idea de que se puede tener un orden internacional basado en reglas, donde todas las personas se benefician de la posibilidad de vivir en un mundo pacífico. La idea es más bien que los poderes hacen lo que quieren y presionan a todos los demás. Ese no es un buen mundo para vivir.

¿Qué le da esperanza?

Debemos tener esperanza porque si todos nos rendimos, las cosas empeorarán aún más. En varios países, la situación actual nos ha obligado a afrontar lo que debemos hacer para sobrevivir. 

Canadá no ha tenido que pensar así desde hace tiempo. ¿Qué necesitamos hacer para sobrevivir como nación? No es algo con lo que la mayoría de nosotros pensábamos que tendríamos que lidiar. Tenemos que pensar en qué es importante. Y si crees, como yo, que el gobierno democrático, a pesar de todos sus errores, sigue siendo el mejor y el que tiene menos probabilidades de salir mal, entonces debemos pensar en cómo podemos fortalecerlo. Esto significa que tenemos que pensar en cómo fomentar una mayor participación, medir el efecto de las redes sociales y educar a los jóvenes para que no crean todo lo que leen.

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