Sí a Parque Jurásico, pero no al velociraptor: estamos cerca de resucitar animales extintos, pero primero deben ir los herbívoros
De un tiempo a esta parte el fenómeno de la desextinción de especies ha dejado de limitarse al plano más teórico para plantear una realidad cada vez más cercana que suscita problemáticas científicas, éticas y económicas. El último ejemplo ha sido el lobo gigante que la compañía Colossal Bioscience, ya habitual en estas noticias, supuestamente había logrado revivir. Y aunque en realidad se trata de una reinterpretación genética, pone sobre la mesa la cuestión de si deberíamos resucitar animales extintos, cuáles en concreto y, sobre todo, para qué. Que algo sea posible gracias a los avances científicos no significa que sea buena idea hacerlo. El género de la ciencia ficción nos ha dejado multitud de ejemplos ficcionados que nos pueden quitar las ganas de jugar a ser dioses, al menos sin tener claros los objetivos de tal empresa. Crear una suerte de Parque Jurásico con fines turísticos no parece la mejor de las ideas, como tampoco traer de vuelta animales cuya existencia chocaría con los ecosistemas actuales. Cuestión distinta sería desextinguir especies que el ser humano condenó a su desaparición, como el pájaro dodo o el tilacino -lobo de Tasmania-, o que puedan ayudarnos a proteger el planeta y encarar amenazas futuras. Recrear herbívoros prehistóricos para salvar la biodiversidad Esta segunda cuestión es la que tiene trabajando a un sector de la comunidad científica tratando de revivir organismos como bacterias, hongos y virus. Mucho más sencillos de reproducir en laboratorio, estos seres microscópicos están siendo objeto de estudio para prevenir posibles amenazas que pueda desencadenar el cambio climático, por ejemplo con la descongelación de virus provocada por la fundición del hielo de los polos. Sin embargo, si nos planteamos traer de vuelta a animales como tal, expertos en zoología, ecología y medio ambiente defienden poner el foco en los grandes herbívoros del pasado, mamíferos rumiantes de gran tamaño cuya vuelta tendría efectos positivos en la protección y restauración del medio ambiente. Es la tesis plateada por Timothy Neal Coulson, catedrático de Zoología y Director Adjunto del Departamento de Biología de la Universidad de Oxford, cuyos preceptos son los mismos que dirigen un proyecto pionero en Portugal liderado por la asociación Rewilding Portugal. Allí, para recuperar el ecosistema de la región del Gran Valle del Côa, están impulsando una restauración del salvajismo natural a través de la inserción del tauros, que recuerda a los grandes uros prehistóricos que habitaban la región hace miles de años. En Directo al Paladar Domesticar el ganado ha sido terrible para el planeta. Portugal quiere restaurar la naturaleza reviviendo una vaca prehistórica Coulson defiende la desextinción de los grandes herbívoros rumiantes por la función ecológica que aquellos animales pueden cumplir hoy en la conservación y recuperación de la biodiversidad terrestre, estableciendo un símil con la fauna que hoy todavía sobrevive en África. En el continente africano, a pesar de que también ha sufrido la pérdida de grandes mamíferos herbívoros, los elefantes, las jirafas, los rinocerontes, los ñus o los hipopótamos juegan un papel clave en la conservación del ecosistema. Derriban árboles secos, arrancan vegetación, mantienen abiertas las sabanas, nutren y oxigenan la tierra, crean praderas, añaden nutrientes al agua y alimentan con sus excrementos las cadenas tróficas acuáticas y terrestres. Su actividad tiene un gran impacto en el medio ambiente natural, y de ella se benefician tanto las plantas como otros animales, insectos y microorganismos, siendo además también clave en la prevención de incendios. Dispersan semillas, mantienen sanas las orillas de los ríos y contribuyen a que se mantengan estables las poblaciones de carnívoros salvajes. Incluso ayudan a mantener a raya a los depredadores domésticos introducidos por el ser humano, como perros y gatos, que en ausencia de estos animales se mueven a sus anchas arrasando con la fauna pequeña de su entorno. Por eso, expertos en zoología y biología animan a que las empresas como Colossal dirijan sus esfuerzos a rediseñar estos grandes animales extintos para que cumplan funciones ecológicas perdidas, en lugar de pretender manipular genéticamente a animales vivos en un intento fatuo de revivir llamativas especies que les aseguren portadas y titulares virales de medios. "Deberíamos centrarnos en mantener y restaurar la función ecológica utilizando las especies existentes en las zonas en las que viven o vivieron", defiende Coulson. "Puede que la ciencia que lo haga no sea tan apasionante como la ingeniería genética de Colossal Biosciences, pero será más fácil de aplicar y más útil desde el punto de vista ecológico". Imágenes | DiBgd - Emőke Dénes - J. Gamarra En DAP | Parque Jurásico era ciencia ficción. Pero

De un tiempo a esta parte el fenómeno de la desextinción de especies ha dejado de limitarse al plano más teórico para plantear una realidad cada vez más cercana que suscita problemáticas científicas, éticas y económicas.
El último ejemplo ha sido el lobo gigante que la compañía Colossal Bioscience, ya habitual en estas noticias, supuestamente había logrado revivir. Y aunque en realidad se trata de una reinterpretación genética, pone sobre la mesa la cuestión de si deberíamos resucitar animales extintos, cuáles en concreto y, sobre todo, para qué.
Que algo sea posible gracias a los avances científicos no significa que sea buena idea hacerlo. El género de la ciencia ficción nos ha dejado multitud de ejemplos ficcionados que nos pueden quitar las ganas de jugar a ser dioses, al menos sin tener claros los objetivos de tal empresa. Crear una suerte de Parque Jurásico con fines turísticos no parece la mejor de las ideas, como tampoco traer de vuelta animales cuya existencia chocaría con los ecosistemas actuales.
Cuestión distinta sería desextinguir especies que el ser humano condenó a su desaparición, como el pájaro dodo o el tilacino -lobo de Tasmania-, o que puedan ayudarnos a proteger el planeta y encarar amenazas futuras.
Recrear herbívoros prehistóricos para salvar la biodiversidad
Esta segunda cuestión es la que tiene trabajando a un sector de la comunidad científica tratando de revivir organismos como bacterias, hongos y virus. Mucho más sencillos de reproducir en laboratorio, estos seres microscópicos están siendo objeto de estudio para prevenir posibles amenazas que pueda desencadenar el cambio climático, por ejemplo con la descongelación de virus provocada por la fundición del hielo de los polos.
Sin embargo, si nos planteamos traer de vuelta a animales como tal, expertos en zoología, ecología y medio ambiente defienden poner el foco en los grandes herbívoros del pasado, mamíferos rumiantes de gran tamaño cuya vuelta tendría efectos positivos en la protección y restauración del medio ambiente.

Es la tesis plateada por Timothy Neal Coulson, catedrático de Zoología y Director Adjunto del Departamento de Biología de la Universidad de Oxford, cuyos preceptos son los mismos que dirigen un proyecto pionero en Portugal liderado por la asociación Rewilding Portugal. Allí, para recuperar el ecosistema de la región del Gran Valle del Côa, están impulsando una restauración del salvajismo natural a través de la inserción del tauros, que recuerda a los grandes uros prehistóricos que habitaban la región hace miles de años.
Coulson defiende la desextinción de los grandes herbívoros rumiantes por la función ecológica que aquellos animales pueden cumplir hoy en la conservación y recuperación de la biodiversidad terrestre, estableciendo un símil con la fauna que hoy todavía sobrevive en África.
En el continente africano, a pesar de que también ha sufrido la pérdida de grandes mamíferos herbívoros, los elefantes, las jirafas, los rinocerontes, los ñus o los hipopótamos juegan un papel clave en la conservación del ecosistema. Derriban árboles secos, arrancan vegetación, mantienen abiertas las sabanas, nutren y oxigenan la tierra, crean praderas, añaden nutrientes al agua y alimentan con sus excrementos las cadenas tróficas acuáticas y terrestres.
Su actividad tiene un gran impacto en el medio ambiente natural, y de ella se benefician tanto las plantas como otros animales, insectos y microorganismos, siendo además también clave en la prevención de incendios. Dispersan semillas, mantienen sanas las orillas de los ríos y contribuyen a que se mantengan estables las poblaciones de carnívoros salvajes. Incluso ayudan a mantener a raya a los depredadores domésticos introducidos por el ser humano, como perros y gatos, que en ausencia de estos animales se mueven a sus anchas arrasando con la fauna pequeña de su entorno.

Por eso, expertos en zoología y biología animan a que las empresas como Colossal dirijan sus esfuerzos a rediseñar estos grandes animales extintos para que cumplan funciones ecológicas perdidas, en lugar de pretender manipular genéticamente a animales vivos en un intento fatuo de revivir llamativas especies que les aseguren portadas y titulares virales de medios.
"Deberíamos centrarnos en mantener y restaurar la función ecológica utilizando las especies existentes en las zonas en las que viven o vivieron", defiende Coulson. "Puede que la ciencia que lo haga no sea tan apasionante como la ingeniería genética de Colossal Biosciences, pero será más fácil de aplicar y más útil desde el punto de vista ecológico".
Imágenes | DiBgd - Emőke Dénes - J. Gamarra
En DAP | Parque Jurásico era ciencia ficción. Pero con esta albóndiga de mamut todo ha cambiado
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Sí a Parque Jurásico, pero no al velociraptor: estamos cerca de resucitar animales extintos, pero primero deben ir los herbívoros
fue publicada originalmente en
Directo al Paladar
por
Liliana Fuchs
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