La comentada reacción de una soltera de ‘First Dates’ al ver a su cita en silla de ruedas: «Mira, ni con él ni…»

‘First Dates’ sigue haciendo magia. Desde su estreno en 2016, First Dates se ha consolidado como uno de los formatos más entrañables y exitosos de la televisión española. A medio camino entre un programa de telerrealidad y un experimento social, la fórmula parece simple: dos desconocidos cenando en un restaurante decorado con encanto. Pero su ... Leer más

Apr 8, 2025 - 21:03
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La comentada reacción de una soltera de ‘First Dates’ al ver a su cita en silla de ruedas: «Mira, ni con él ni…»

‘First Dates’ sigue haciendo magia.

Desde su estreno en 2016, First Dates se ha consolidado como uno de los formatos más entrañables y exitosos de la televisión española. A medio camino entre un programa de telerrealidad y un experimento social, la fórmula parece simple: dos desconocidos cenando en un restaurante decorado con encanto. Pero su éxito reside en algo más profundo: la autenticidad con la que se narran los encuentros.

Este espacio de Cuatro ha conseguido mantenerse fresco con el paso de los años gracias a la variedad de perfiles que participan. Jóvenes, mayores, personas con diferentes orientaciones, culturas y capacidades se sientan en las mesas del restaurante más televisivo con un solo objetivo: conectar. Y en cada episodio, se renueva el interés del público por ver cómo, a pesar de las diferencias, el amor puede surgir en los lugares más inesperados.

La clave del programa está en su tono natural y cercano, y en la capacidad de emocionar sin caer en dramatismos forzados. Casos como el de Alejandro y Alejandra lo demuestran: personas reales con historias auténticas, que nos recuerdan que todos merecemos una oportunidad para amar y ser amados.

Superarse es el primer paso.

Una noche más, el restaurante más famoso de la televisión abrió sus puertas para dar nuevas oportunidades a solteros y solteras de encontrar el amor. Fue el caso de Alejandra, de 35 años, y de Alejandro, de 37. Dos solteros de Barcelona que visitaron First Dates con entusiasmo y con la esperanza de conocer a esa persona especial que lo cambia todo.

El primero en entrar fue Alejandro, un soltero de Premià de Dalt que llegó al programa de Cuatro con una historia personal que dejó impresionado a Carlos Sobera. El joven, entrenador personal de profesión y que había trabajado anteriormente como vigilante de seguridad, como gogó e incluso como striper en Estados Unidos, tuvo un accidente de moto y sufrió una lesión que lo dejó en silla de ruedas.

Pero lejos de deprimirse, Alejandro decidió afrontar su situación con optimismo. «Nunca me he deprimido. Vas aprendiendo día a día a cómo vestirte, cómo ducharte, cómo ir al baño… Pasan los años y ya está todo aprendido», explicó el participante, asegurando que en el presente está feliz y que se siente bien.

Más allá de las apariencias.

El programa le preparó una cita con Alejandra, una modelo de fitness y azafata de eventos, apasionada del deporte. Cuando Alejandra vio a su cita, quiso dejar las cosas muy claras.

«No me considero una persona superficial. Nunca lo he sido (…). Mira, ni con él ni con cualquier persona que tenga una discapacidad la rechazaría. El tema de la inclusión para mí es genial. ¿Por qué rechazar a una persona así?», comentó ante las cámaras del programa, mostrándose totalmente abierta a conocer a su cita.

Palabras como las suyas no solo dan muestra de madurez, sino que ayudan a visibilizar una realidad que aún necesita más espacios de normalización. Alejandra demostró que el amor no entiende de limitaciones físicas, sino de conexión, respeto y afinidad emocional.

Cuando dos caminos se cruzan.

La cita fue un éxito. Alejandra y Alejandro se dieron cuenta de que compartían muchas aficiones, sobre todo el deporte. Poco a poco, descubrieron que no había nada que no encajara y, como no podía ser de otra manera, ambos accedieron a tener una segunda cita.

Historias como esta no solo conquistan a la audiencia por su dulzura, sino por lo que representan. First Dates se convierte así en algo más que un programa de citas: en un espejo donde todos podemos vernos reflejados, con nuestras inseguridades, nuestras esperanzas y nuestras ganas de ser comprendidos.

Alejandro y Alejandra no solo encontraron afinidad; también regalaron a los espectadores una lección de empatía y humanidad. Y por eso, el restaurante del amor seguirá abriendo sus puertas cada noche, confiando en que, entre copas y conversaciones, siempre habrá una chispa dispuesta a prender.