Fue en la Ciudad de México en 1990, en la conferencia organizada por Octavio Paz para celebrar la caída del Muro de Berlín, cuando Mario Vargas Llosa, recién derrotado en las elecciones peruanas, denunció a México como una «dictadura perfecta». Fue un momento estremecedor. La palabra 'perfecta' revelaba con claridad que el régimen mexicano había cooptado a sus intelectuales sin necesidad de recurrir a los métodos burdos —encarcelamiento, tortura o exilio— que mantenían a raya a los intelectuales de Europa del Este. Paz, que aspiraba a que la conferencia impulsara su campaña por el Premio Nobel, escuchó en un silencio pétreo, mientras su amigo cercano, el editor y escritor Enrique Krauze, sentado frente a Mario, lo miraba atónito. La intervención...
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