Manolo Díaz: «Me llamaron loco por creer que Julio Iglesias podía ser una estrella mundial»
Ha hecho tantísimas cosas, cosas alucinantes casi todas, que resulta muy difícil saber por dónde empezar a contar la historia de Manolo Díaz . De entre todos los pioneros de la música pop española, él seguramente sea el más polifacético porque vivió el nacimiento de la industria desde todos los ángulos posibles. Tocó en algunos de los grupos seminales del rock'n'roll nacional como Los Mágicos, Los Sonor o Los Polaris, fue el creador y principal compositor de Los Bravos, tuvo su etapa como cantautor protesta, produjo álbumes de Aguaviva o Vainica Doble y después se convirtió en uno de los ejecutivos discográficos más importantes del panorama internacional, impulsando las carreras de Julio Iglesias , Raffaella Carrà, Miguel Bosé o Juanes entre muchísimos otros. Uno se queda tan embriagado con sus relatos, que la idea de hacer una película, una serie, lo que sea, se antoja casi un deber cultural. Lo mismo le pasó a su sobrina, la periodista Belén Carreño , que después de toda una vida escuchándole contar anécdotas a cual más epatante al menos consiguió convencerle para reunirlas en un libro, 'Ayer tuve un sueño' , título inspirado en una de las canciones que compuso para Los Pasos. Ahora tiene 84 años y sufre la enfermedad de Parkinson, pero en su conexión online con este periódico Manolo parece estar en plena forma, con su sentido del humor intacto, y sólo necesita algún que otro apunte de su sobrina para datar sus recuerdos. «Yo no entendía la idea del libro, no pensaba que mi vida fuera de interés para nadie», dice con plácida sinceridad. «Siempre ha tenido un síndrome del impostor importante. De toda la vida», añade la autora de esta sensacional biografía cuya creación arranca en el verano de 2022, cuando los Grammy Latinos pulverizaron sus dudas sobre lo increíble de su trayectoria honrándole con el Premio del Consejo Directivo de la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación. El carácter espontáneo, afable y transparente de Manolo le hizo ganar muchos más amigos que enemigos en una industria depredadora y traicionera. El mejor de ellos Julio Iglesias, con quien ha seguido manteniendo contacto diario durante muchísimos años. «Siempre llama él», asegura con disimulado orgullo. «Ahora llama menos, pero cuando se enteró de que yo tenía Parkinson estuvo varios meses llamado todos los días, ¡todos los días! Me decía: «Venga ya, tú no tienes Parkinson ni tienes nada. Lo que tienes tú son…», bueno, esa parte no la voy a decir aquí», ríe Manolo, que aseguro que tuvo a «la compañía en contra» cuando abogó por apostar fuerte por la internacionalización del cantante, a quien veía potencial de convertirse en una estrella mundial. «Recuerdo, por ejemplo, que llamé al presidente de CBS en Italia para decirle que Julio tenía que ser una prioridad y que necesitábamos un plan de marketing agresivo para él, y me respondió: «¡Pero por favor Manolo, estás loco! Julio está anticuado, ahora estamos en el rock. Julio puede encajar en España, pero fuera no»». Cuando Manolo empezó a trabajar como ejecutivo discográfico, la industria española era «muy primitiva, muy paleta» , y además bastante corrupta. «Estaba dirigida por una serie de empresas españolas, con capital español y dirección española, que solían hacer muchísimas trampas con las declaraciones de las ventas de los discos. Se hacía doble contabilidad, pero lo más frustrante era que parecía imposible que nunca fuéramos a ser capaces de competir con la industria anglosajona. Por ejemplo, grupos como Los Brincos nunca tuvieron repercusión internacional, cuando en realidad lo hacían muy bien». De su época con Los Bravos , lo que más recuerda es «lo complicado que era trabajar con su cantante, Mike Kennedy», un tipo que «ahora se arrepiente de los maltratos que me hizo pasar», asegura. «Como artista de carácter difícil era insuperable. También era un gran cantante, claro. Pero fuera del escenario liaba unas de aquí te espero. Por ejemplo, era cleptómano. Robaba en las fruterías, en El Corte Inglés… lo hacía como un juego, no por necesidad, sino por la excitación del riesgo. Me hizo pasar momentos de una vergüenza impresionante. Ahora está más cariñoso, vive en Vitoria y el pobre ya está muy enfermo». En su relato también aparecen personajes más en la sombra pero fundamentales en el devenir de la música pop española, como Jesús Nuño de la Rosa , fundador de las primeras salas de conciertos como Imperator, Paraninfo, La Tuna, Ale's Club, El Ducal, Piper o Club Studio, «un precursor, un visionario que nos permitió ganar nuestros primeros dineros tocando para pagar las letras de nuestros instrumentos, que nos ayudaba a sobrevivir, y que por lo tanto fue esencial para que se creara aquella primera escena musical», asegura Díaz. Más de tres décadas después, Manolo dejó la industria musical habiendo vivido su momento de mayor esplendor en todos los sentidos, al retirarse justo antes de su hecatombe a principios de este siglo. « Cuando llegó la revolución digital, la industr
Ha hecho tantísimas cosas, cosas alucinantes casi todas, que resulta muy difícil saber por dónde empezar a contar la historia de Manolo Díaz . De entre todos los pioneros de la música pop española, él seguramente sea el más polifacético porque vivió el nacimiento de la industria desde todos los ángulos posibles. Tocó en algunos de los grupos seminales del rock'n'roll nacional como Los Mágicos, Los Sonor o Los Polaris, fue el creador y principal compositor de Los Bravos, tuvo su etapa como cantautor protesta, produjo álbumes de Aguaviva o Vainica Doble y después se convirtió en uno de los ejecutivos discográficos más importantes del panorama internacional, impulsando las carreras de Julio Iglesias , Raffaella Carrà, Miguel Bosé o Juanes entre muchísimos otros. Uno se queda tan embriagado con sus relatos, que la idea de hacer una película, una serie, lo que sea, se antoja casi un deber cultural. Lo mismo le pasó a su sobrina, la periodista Belén Carreño , que después de toda una vida escuchándole contar anécdotas a cual más epatante al menos consiguió convencerle para reunirlas en un libro, 'Ayer tuve un sueño' , título inspirado en una de las canciones que compuso para Los Pasos. Ahora tiene 84 años y sufre la enfermedad de Parkinson, pero en su conexión online con este periódico Manolo parece estar en plena forma, con su sentido del humor intacto, y sólo necesita algún que otro apunte de su sobrina para datar sus recuerdos. «Yo no entendía la idea del libro, no pensaba que mi vida fuera de interés para nadie», dice con plácida sinceridad. «Siempre ha tenido un síndrome del impostor importante. De toda la vida», añade la autora de esta sensacional biografía cuya creación arranca en el verano de 2022, cuando los Grammy Latinos pulverizaron sus dudas sobre lo increíble de su trayectoria honrándole con el Premio del Consejo Directivo de la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación. El carácter espontáneo, afable y transparente de Manolo le hizo ganar muchos más amigos que enemigos en una industria depredadora y traicionera. El mejor de ellos Julio Iglesias, con quien ha seguido manteniendo contacto diario durante muchísimos años. «Siempre llama él», asegura con disimulado orgullo. «Ahora llama menos, pero cuando se enteró de que yo tenía Parkinson estuvo varios meses llamado todos los días, ¡todos los días! Me decía: «Venga ya, tú no tienes Parkinson ni tienes nada. Lo que tienes tú son…», bueno, esa parte no la voy a decir aquí», ríe Manolo, que aseguro que tuvo a «la compañía en contra» cuando abogó por apostar fuerte por la internacionalización del cantante, a quien veía potencial de convertirse en una estrella mundial. «Recuerdo, por ejemplo, que llamé al presidente de CBS en Italia para decirle que Julio tenía que ser una prioridad y que necesitábamos un plan de marketing agresivo para él, y me respondió: «¡Pero por favor Manolo, estás loco! Julio está anticuado, ahora estamos en el rock. Julio puede encajar en España, pero fuera no»». Cuando Manolo empezó a trabajar como ejecutivo discográfico, la industria española era «muy primitiva, muy paleta» , y además bastante corrupta. «Estaba dirigida por una serie de empresas españolas, con capital español y dirección española, que solían hacer muchísimas trampas con las declaraciones de las ventas de los discos. Se hacía doble contabilidad, pero lo más frustrante era que parecía imposible que nunca fuéramos a ser capaces de competir con la industria anglosajona. Por ejemplo, grupos como Los Brincos nunca tuvieron repercusión internacional, cuando en realidad lo hacían muy bien». De su época con Los Bravos , lo que más recuerda es «lo complicado que era trabajar con su cantante, Mike Kennedy», un tipo que «ahora se arrepiente de los maltratos que me hizo pasar», asegura. «Como artista de carácter difícil era insuperable. También era un gran cantante, claro. Pero fuera del escenario liaba unas de aquí te espero. Por ejemplo, era cleptómano. Robaba en las fruterías, en El Corte Inglés… lo hacía como un juego, no por necesidad, sino por la excitación del riesgo. Me hizo pasar momentos de una vergüenza impresionante. Ahora está más cariñoso, vive en Vitoria y el pobre ya está muy enfermo». En su relato también aparecen personajes más en la sombra pero fundamentales en el devenir de la música pop española, como Jesús Nuño de la Rosa , fundador de las primeras salas de conciertos como Imperator, Paraninfo, La Tuna, Ale's Club, El Ducal, Piper o Club Studio, «un precursor, un visionario que nos permitió ganar nuestros primeros dineros tocando para pagar las letras de nuestros instrumentos, que nos ayudaba a sobrevivir, y que por lo tanto fue esencial para que se creara aquella primera escena musical», asegura Díaz. Más de tres décadas después, Manolo dejó la industria musical habiendo vivido su momento de mayor esplendor en todos los sentidos, al retirarse justo antes de su hecatombe a principios de este siglo. « Cuando llegó la revolución digital, la industria permaneció inmóvil, muda, cierra y sorda . No hizo nada. Siempre fue lenta ahora de reaccionar a los cambios. ¿Por qué? Porque los cambios implican inversiones a largo plazo, y los presidentes de las compañías tienen unos bonos, unos regalos de fin de año si cumplen con una serie de resultados económicos. Eso incentiva el resultado del presente, pero no contempla el futuro. La industria discográfica siempre se ha centrado en ordeñar la vaca, así que no me extrañaría nada que con el tema de la inteligencia artificial volviese a llegar tarde una vez más».
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