DC Facsímil. Batman: La Saga de Ra’s Al Ghul
Este facsímil podría ser la edición definitiva de la saga más Bondiana de Batman. Dos genios como O'Neil y Adams se unieron para entregar épica y leyenda a partes iguales



Edición original: Facsimile Edition. Limited Collectors’ Edition C-51 USA
Edición nacional/España: Panini
Guion:Denny O’Neil
Dibujo y color:Neal Adams, Irv Novick
Entintado:Dick Giordano
Formato: 80 páginas. A color. Grapa.
Precio:15 €
La resurrección de la saga
«¡Eres un magnífico enemigo!»
¿Por dónde empezar? La respuesta fácil sería el principio, pero ese es el problema, ¿Cuál principio? ¿El momento en que Julie Schwartz decidió que Denny O’Neil y Neal Adams deberían trabajar juntos en Batman? ¿aquella saga mágica de Green Lantern/Green Arrow? ¿O fue cuando O’Neil decidió que era el momento de crear su propio y colorido villano para el personaje? ¿Quizá Schwartz, que le sugirió el nombre?
Supongo que, al menos cronológicamente, el origen de la extraña pareja debería comenzar por ese Detective Comics #395 (enero de 1970). Tal como recoge Janette Kahn en la introducción del Facsímil (ya llegaremos a la estupenda edición), fue el propio público el que pidió que aquel dibujante maravilloso se dejara de Brave and the Bolds y dibujara algunas de las dos series principales de Batman.
El bueno de Adams ya estaba retorciendo los “simplones” guiones que le pasaban (ay, un genio con un ego a la altura) para oscurecerlos y hacerlos más realistas. La afición era consciente de ello, pero hace falta un editor con olfato como Schwartz para recoger el guante y tomarlo en serio, además de encontrarle la pareja ideal. La magia comenzó a surgir en ese mencionado Detective bajo el nombre de El secreto de las tumbas expectantes.
Desde entonces surge un entendimiento y amistad entre dibujante y un joven O’Neil, que comparte el gusto por la revitalización del personaje. Uno que había “sufrido” una batmanía difícil de curar, pese a los intentos de diversos artistas, incluido el por entonces editor jefe Carmine Infantino. Uno que tenía más de estrella pop y héroe de ciencia ficción que de detective oscuro, terror de supersticiosos y caballero de la noche.
Tanto se compenetraron, decíamos, que, de nuevo gracias a las malas ventas y al instinto de Schwartz, surge aquella saga que con el tiempo se ha titulado “Héroes errantes” (abril 1970-abril 1972). Una auténtica maravilla de la que hemos hablado una y mil veces. Quedémonos con que el público del momento no supo entenderla y la cancelación llegó finalmente. Y que para muchos es, aparte de una valentía indiscutible de O’Neil, un do de pecho impresionante de Adams.
Entre medias de ese periplo que abriría, entre otras obras de distintas editoriales, la Edad de Bronce de los cómics superheroicos estadounidenses, llega la obra de la que hablamos ahora. De nuevo, mira tú por donde, Schwarzt es el que le sugiere a O’Neil lo de crear un nuevo villano. El propio guionista admite que llevaba ya una buena tanda de números sin ese arquetipo tan característico de la serie.
Es más, es el editor quien también le pone el nombre en bandeja, Ra’s al Ghul, que según parece significa “cabeza del demonio” en árabe (¡es cierto! es ras alghul, o رأس الغول, y la traducción literal es cabeza del ogro, comprobad en un traductor ;)). Eso inspira al escritor a crear un hombre de mundo, exótico y poderoso, muy en la línea de los malos de Bond, aunque O’Neil reniegue de ello (para defenderse suele citar un artículo de Jonathan Lethem llamado “The Ecstasy of Influence”, ahí queda eso).
Pero hay que admitir que Adams tuvo mucho que ver en su éxito, con ese aspecto tan cautivador, de cráneo algo deforme (aunque no a los niveles de Tom Grindberg), con estragos de la edad, peinado y barba (¿patillas? ¿doble chivo?) característicos y esa morbosamente atractiva falta de cejas. Coronemos la creación con la idea del guionista de emparentarlo previamente con la Liga de los Asesinos, no me cabe duda de que por sugerencia de Adams, el cual fue su creador durante su mítica etapa con Deadman en Strange Adventures alrededor de 1968.
En ese número donde aparece la Liga, Detective Comics #411 (mayo 1971), también se va introduciendo al personaje a través de su hija Talia (en esta aventura tiene mucho más protagonismo y personalidad de la que mostrará en la saga que reseñamos), de hecho, un último recuadro al final nos invita a ver el número de debut. Nos quedan los motivos de la villanía de Ra’s al Ghul, los cuales, si bien posteriormente serían claramente relacionados con el ecologismo, en aquel momento quedan mucho más difusos. Aunque mencione en alguna ocasión que ansía una tierra “limpia y pura como una montaña barrida por la nieve.”
Vamos pues por fin al primer número compilado en este Limited Collectors’ Edition C-51 (agosto 1977) que reproduce el facsímil, el Batman #232 (junio de 1971). Una historia redonda y magníficamente narrada que no es de extrañar haya adquirido el aura legendaria de la que goza hoy en día. Intentando también imaginarnos como lectores de la época, pasar de “La rabia ciega del hombre de los diez ojos” de Frank Robbins e Irv Novick a esto, debió dejar con las mandíbulas en el suelo.
Empezando por una primera página absolutamente impactante, en la que Robin cae bajo los disparos de desconocidos. Pero para mí, el verdadero sorpresón era encontrar a Ra’s directamente en la Batcueva argumentando cómo ha averiguado la identidad secreta de Batman. La entrada del nuevo villano por tanto no puede ser más desarmante y espectacular. Sin embargo, no muestra sus colmillos, pues sus motivos son más humildes, reclamando la ayuda del mejor detective del mundo. Su hija parece estar en manos de los mismos captores de Robin.
Comienza el periplo, pero aprovechan guionista y dibujante para dar un repaso al comienzo del héroe y de regalo el de su pupilo, como si intuyeran que esta historia se sostendrá y se reeditará sin necesidad de continuidades. Éste es sintético pero certero, y gracias a Adams homenajea algunas de las mejores viñetas de aquel histórico Detective Comics #33 donde se nos mostró ese mismo origen de Batman por primera vez (del DC #38, el debut de Robin, no tanto).
La épica se crea con los viajes por medio mundo y aventuras a juego. Pelea callejera y con leopardo en Calcuta, escalada entre disparos por la cordillera del Himalaya. Y al final el detective descubriendo el falso pastel. Ni Robin ni la Hija del Demonio que daba título al episodio estaban realmente en peligro. Todo era una prueba del villano para comprobar si Bruce era el digno yerno que busca. Dicha sorpresa, con inocente beso de Talia incluido, se quedaría colgada y sin continuación aparente en el siguiente número de la colección.
Pero no nos adelantemos, recreémonos en el dibujo. De nuevo ese comienzo con Robin “ajusticiado” no sería tan desconcertante si no fuera por la expresividad del muchacho. Los rostros en primer plano de Alfred y Bruce se sienten reales. El de Ra’s inquietante. Ya hemos comentado la escena de origen, pues vayámonos entonces a esa coreografiada pelea con el Leopardo. O a las obviamente verticales viñetas de la escalada, pero artesanalmente aprovechadas. Las explicaciones de Batman, que alternan su rostro y sus gestos claramente molestos de la situación. Y esa sugerente Talia y su beso que pilla desprevenido al Caballero Oscuro.
Cierto es que no llega al nivel de excelencia de Green Lantern/Green Arrow. Los fondos no están trabajados en la mayoría de las viñetas salvo elegidas excepciones. El entintado de Dick Giordano no trabaja tanto el detalle, probablemente porque aquellos delicados entramados no estaban allí. Y el guion también peca de pequeños apaños para llevarnos a donde quiere. De la misma manera que Batman engaña a sus patrones para que le digan el camino, O’Neil usa algún matón de tres al cuarto para llevarnos a la guarida de la Liga de Asesinos.
En todo caso, lo dicho, redondo. Saltamos un par de número de O’Neil que se consideran de la saga pero que, suponemos por la falta de Adams, no se incluían en el LCE. Tampoco es que fueran los siguientes al #232 ni seguidos, que en aquellos tiempos la continuidad no era una obligación. Nos referimos al Batman #235 y #240 y O’Neil y Novick, dos historias con protagonismo de Ra’s al Ghul pero autoconclusivas e independientes entre ellas. Así llegamos directamente a Batman #242 (junio 1972), el cual, aunque tampoco es de Adams, si es necesario para la saga que se abre.
En el LCE, y por tanto este facsímil del mismo, le pusieron por la cara Capítulo II. Sin embargo, en el original se leía “comienzo de la más sensacional… más peligrosa… y ciertamente más importante aventura en la ilustre carrera de Batman.” Otras entradillas similares fueron borradas en cada capítulo. También se tomaron alguna que otra licencia en esta edición, como eliminar anuncios de la época que ocupaban un tercio de página y alargar la viñeta correspondiente para que ocupara el espacio restante. Pero de las ediciones hablaremos al final, especialmente en lo que respecta al coloreado.
Sigamos pues con el capítulo titulado “Bruce Wayne: ¡Descanse en paz!”. El impactante título es provocado por una argucia de Batman, pues ha decidido declarar la guerra total a al Ghul y no quiere que su identidad, conocida por su enemigo, sea un problema en el conflicto. También necesita aliados, a los cuales se dedica a reclutar en este episodio.
Empezando por Cerillas (Matches) Malone. Primera aparición (y última, jejeje) del gánster de tres al cuarto que servirá de disfraz a Batman de entonces en adelante para codearse con los bajos fondos. El Doctor Harris Blaine, especialista en biofísica, y Lo Ling, inesperada incorporación al grupo del experto luchador.
El guion es entretenido a más no poder, con más giros que las piernas de Mortadelo cuando necesita ir al baño. El dibujo es de Novick, el cual cumple bastante bien, y aporta incluso más claroscuros, a los que los trazos de Giordano sientan de maravilla. Pero claro, se echa de menos al maestro.
Este vuelve en el Batman #243 y de qué manera. El número abre con una pelea espectacular entre Batman y Ling, pues aún no tiene muy claras sus lealtades. Adams despliega su talento entre posturas, rostros y un dominio de la narrativa secuencial que, como el propio guion indica, convierte cuatro segundos en una vida entera.
Robin se quita de la ecuación con una mentira piadosa y aparece la última incorporación de este variopinto grupo de asalto, Molly Post, campeona internacional de esquí. Juntos se enfrentan en Suiza a los hombres e hija del malvado enemigo… para encontrarlo muerto. Ese gran giro de la trama precede al mejor de todos. Aparece por primera vez el famoso Pozo de Lázaro en el que Ra’s al Ghul revive “¡con un júbilo demente y amargo en los ojos!»
La expresión es casi innecesaria, porque Adams, no sabemos si espoleado por la comparación con Novick, ha vuelto imbatible. Ahora los fondos son mucho más abundantes, los primeros planos no escatiman en tramas que pueda seguir Giordano. Los cabellos y ropajes que caen por su propio peso o ligereza vuelven a ser marca de fábrica del genio del noveno arte. Y la resurrección de La Cabeza del Demonio es espectacular, casi cinematográfica.
Llegamos por tanto a la conclusión de la saga con “¡El demonio vive de nuevo!”, en Batman #244. En este, ambos creadores se potencian el uno al otro con una aventura inolvidable. La cual comienza con ese Ra’s enajenado que ataca bestialmente al equipo en retirada. La anatomía de los cuerpos es dominada absolutamente por el artista, que nos regala un combate brutal y sin concesiones en el que cae Ling.
Mientras Blaine también se retira para socorrerlo, Batman y Molly se lanzan por las montañas suizas en una trepidante carrera de esquís (sólo Adams puede conseguir que un hombre vestido de murciélago no resulte ridículo, sino espectacular, mientras se desliza por la nieve). En un acto de heroicidad de la campeona, ella también sale herida para perder la última pieza del equipo. No sin que Batman descubra la pista que le lleva al encuentro final.
Es en un desierto sin localización exacta en el que la ambientación de Adams resulta magistral. Entre tiendas, camellos y la vegetación paupérrima, los enemigos irreconciliables luchan hasta la extenuación en duelo sinigual. Me perdonaréis la verborrea, pero una pelea de espadas a pechacos descubiertos y peludos narrada por O’Neil y Adams no merece menos. Como hizo su némesis, y con una ayudita de Talia, Batman vuelve de entre los muertos para tumbar a Ra’s al Ghul y, besazo mediante, llevarlo ante la justicia. Pelos como escarpias.
La edición se culmina con las portadas originales, estas desgraciadamente a pequeña escala, pero no por ello vamos a dejar de comentarlas. Empezando por la primera, Batman #232, con ese Ra’s maquiavélico en el fondo dictando sentencia (lo que ya de por sí spoileaba un poco el final). La reproducción no fue del agrado de Adams en un principio, pero luego bien que la imitaría para la portada de este LCE. Le sigue otra joya, en este caso de Mike Kaluta, y otra más convencional pero no por ello menos espectacular del propio Adams.
La última, Batman #244, merece algo más de historia. Desde la composición de colores, que entre el cielo anaranjado y la silueta del título de la colección azul amarillo y rojo resulta hipnótico. Pasando por esa engañosa espada clavada al lado de Batman pero que podría estar atravesándole el pecho. Siguiendo por el lenguaje corporal de ambos protagonistas, los personajes del fondo… y acabando por ¡el doble pantalón!
No hay que ser un lince, aunque hay que pararse a pensar, para fijarse que Ra’s sostiene un traje completo de Batman mientras que Batman aparece vestido de cintura para abajo. El motivo es que Adams lo quería también desnudo de piernas, pero Schwartz se negó en redondo, ya que, si los supers llevan los calzoncillos por encima, se quedaría completamente desnudo. En todo caso, dijo, “los lectores no se darán ni cuenta”, y así fue… Eso versión del dibujante, algo enrevesada. Personalmente pienso que se equivocó y santas pascuas.
Para terminar de redondear el facsímil reproduce el anuncio de los siguientes LCE, que efectivamente se dedicarían a sendos combates de Superman con Wonder Woman y Muhammad Ali, respectivamente. Y finalmente las biografías de O’Neil y Adams por Mike Gold, las de Novick y Giordano por Cary Burkett, y la de Schwartz por Jack C. Harris.
¿Razones para hacerte con esta edición? El tamaño y, sin duda, el color. Salvo las pequeñas licencias que hemos mencionado, el facsímil reproduce perfectamente los colores de los números originales de Batman, si acaso con algo más de intensidad. Los de Adams fueron indicados por él mismo (recordemos que por esta época el colorista se limitaba a seguir las indicaciones del dibujante), siempre preocupado de la reproducción de su arte y pionero a la hora de aumentar los matices pese a la pobre tecnología disponible por aquel entonces. Basta comparar con el episodio de Novick, con colores mucho más planos y simples en comparación con el resto.
La primera edición española, Batman Álbum nº 5 de Bruguera, obviamente respeta esos colores y también es extragrande, pero por su horrible rotulación mecanizada y traducción regulera no la recomendaría. Zinco fue la siguiente en lanzarse, pero se basó en la reedición de la propia DC en la Saga of Ra’s Al Ghul (enero a abril de 1988). No tiene nada de malo porque añade los dos episodios saltados mencionados y uno que no entiendo por qué no se incluyó en el LCE; El caso del asesinato de Bruce Wayne, también de O’Neil y Adams y que remata ese cabo suelto de la historia. Además tiene nuevas portadacas de Jerry Bingham y el propio Adams, pero el tamaño es comic book y fue recoloreada… y aquí comienzan las desavenencias.
La verdad que el coloreado de Tom Ziuko es bastante respetuoso y en algunos casos incluso mejora el original, como cuando añade tonos diferentes para los flashbacks o arregla algún rostro extraño simplemente con la paleta. El problema para el gusto de muchos es el recoloreado del propio Adams y su exesposa, la difunta Cory Adams, del último episodio. Este, con todo el derecho del mundo al fin y al cabo, no es nada respetuoso y moderniza en exceso el relato, además de saturar en exceso los colores cálidos. En todo caso, seguimos relativamente dentro de lo aceptable.
El verdadero problema viene con la edición de marzo de 1991, Tales of the Demon. Aunque vuelve a saltarse el Batman #245, añade posteriores acercamientos de O’Neil a la leyenda de Ra’s al Ghul; DC Special Series #15 y Detective Comics #485-490. Sin embargo, el matrimonio Adams había descubierto el coloreado por ordenador y el resultado es algo doloroso a los ojos. Para colmo, Neal Adams decidió que era el momento de retocar muchos de sus propios trazos.
Cierto que sobre gustos no hay nada escrito y se trata del artista original o bajo su consentimiento, es un debate que entiendo y en el que no asumo tener la razón. En todo caso mi opinión está claramente en contra. El estilo del dibujo y la narración no encaja con los efectos digitales, con la sobreexposición de los colores, y los retocados estilísticos cambian en exceso algunos rostros. En general desmerece el trabajo previo en pos de una modernidad muy forzada.
El problema era que esta versión es la que últimamente hemos “disfrutado” en el primer tomo de Batman: La saga de Ra’s Al Ghul (Planeta DeAgostini, 2005), Batman. El Caballero Oscuro – La leyenda de Ra’s Al Ghul (ECC Ediciones, 2012) o Grandes autores de Batman: Neal Adams (ECC, 2015). Con lo cual las ediciones de Bruguera y en menor medida Zinco se estaban convirtiendo en revalorizados tesoros.
Por tanto, demos la bienvenida a esta bella edición, con el tamaño que merece, el color original… bueno, en la portada sí que se han colado los acabados digitales de los Adams, pero no seamos tan tiquismiquis que además es culpa de la reciente reimpresión USA (la última queja, lo prometo, ¡es imposible encontrar al traductor de la obra!). En fin, eso, tamaño, color, y mil detalles que reproducen la obra original a la perfección. No os la perdáis.
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