Hoy hace 35 años del “20 de abril del 90” y la chica por fin contestó la carta de la canción de Celtas Cortos
Celtas Cortos: los trovadores del desencanto noventero. Corría el final de los años ochenta cuando un grupo vallisoletano irrumpió en la escena musical española con una mezcla única de rock, folk y poesía urbana. Celtas Cortos no solo puso banda sonora a una generación desencantada, sino que supo capturar, en melodías de violín y guitarras ... Leer más

Celtas Cortos: los trovadores del desencanto noventero.
Corría el final de los años ochenta cuando un grupo vallisoletano irrumpió en la escena musical española con una mezcla única de rock, folk y poesía urbana. Celtas Cortos no solo puso banda sonora a una generación desencantada, sino que supo capturar, en melodías de violín y guitarras eléctricas, la sensibilidad de un país en transición. Entre todas sus canciones, hay una que se elevó por encima del resto como himno melancólico: 20 de abril.
Esta semana se cumplen 35 años desde que ese «20 de abril del 90» al que canta la banda cayó en viernes. Aquel día, según la canción, su protagonista se vio solo, sin plan, sin consuelo y con una sola salida: escribirle a la ex que aún ocupaba todos sus pensamientos. «En plena soledad nocturna se acordó de su ex, una chica a quien le dio los mejores años de su vida», cuenta la historia. Mientras otros se refugiaban en el bar o en una cinta de casete, Cifu tomó papel y bolígrafo. Y escribió lo que muchos han sentido pero pocos se atrevieron a decir.
Cuando una carta se convierte en canción.
Lo que surgió de ese impulso fue una misiva que acabaría convertida en uno de los temas más reconocibles del pop español. La canción epistolar no solo habla del pasado, sino de las heridas que nunca terminaron de cerrar. «Pero, ¡ay!, insensato, una de las reglas fundamentales que ha permanecido invariable desde los tiempos de los fenicios es que nunca, pero nunca, nunca, nunca se le escribe a una ex y menos en un momento de bajón», reza el texto con ironía certera.
Treinta y cinco años después, el tema sigue sonando en fiestas, karaokes y momentos de bajona compartida. En una vuelta de tuerca que solo puede entenderse desde el humor, la revista GQ ha publicado una especie de respuesta ficticia de la mujer aludida en la canción. «Lo que muy pocos saben es que aquella chica respondió por alusiones en una carta llena de emociones a flor de piel y sentimientos encontrados», afirman desde el medio.
«20 de abril del 90»
30 de abril del 90.
«Hola, chata, ¿cómo estás?
¿Te sorprende que te escriba?
Tanto tiempo es normal.
Pues es que estaba aquí solo,
me había puesto a recordar,
me entró la melancolía
y te tenía que hablar.»
Hola «chato»: (¿Me has llamado chata? ¿de verdad? ¿te ha poseído Arturo Fernández?) Pues ya que lo preguntas estoy mejor que en brazos. Y sí, sí que ha pasado mucho tiempo. Y no, de ti realmente ya no me sorprende nada. O sea que tus amigos hoy no salen, y te has dicho en pleno calentón «voy a escribirle una carta a ésta, a ver si suena la flauta». Pues no, no ha sonado. De hecho no hay flauta, ni flautista, ni nada.
«¿Recuerdas aquella noche
en la cabaña del Turmo?
¿Las risas que nos hacíamos
antes todos juntos?
Hoy no queda casi nadie de los de antes,
y los que hay han cambiado,
han cambiado, sí.»
Lo de la cabaña lo recuerdo, claro que lo recuerdo. Yo allí contigo y con éstos, todos juntos de fin de semana romántico en ese submarino. Lo de las risas ya no tanto, mira por donde. Eso sí, estoy viendo como si fuera ayer a tus amigotes haciendo chistes verdes y poniéndose del revés mientras tú no podías ni sostener la guitarra. Y luego, los dos comas etílicos en medio de la montaña y la posterior peregrinación al hospital a las 5 de la mañana. Conducía yo, no sé si se te acuerdas, porque era la única que podía ver. Me alegro mucho de que tus colegas hayan cambiado, porque así no iban a ninguna parte.
«Pero bueno, ¿tú qué tal? Di.
Lo mismo hasta tienes críos.
¿Qué tal te va con el tío ese?
Espero sea divertido.
Yo, la verdad, como siempre,
sigo currando en lo mismo.
La música no me cansa,
pero me encuentro vacío.»
Pero hablemos de mí, que veo que ahora de repente te interesa. Te cuento brevemente: sigo con el «tío ese», que tiene un nombre, se llama Joaquín. Es muy divertido, buena persona y romántico. Trabaja de profesor en la universidad, lo cual automáticamente lo convertirá para ti y tus amigotes en un aburrido trajeado y un vendido al sistema. Nadie es perfecto. Y por ahora no tenemos críos, pero estamos entrenando mucho, muy duro y por todas partes por si llega el día. Me duele leer que te sientes vacío, ¿tu grupito ese de fans putones ya no te llena? Aun así, y para que veas que no te guardo rencor, me alegro de verdad de que la música no te canse, sigue en ello porque lo demás se te da aún peor.
«¿Recuerdas aquella noche
en la cabaña del Turmo?
¿Las risas que nos hacíamos
antes todos juntos?
Hoy no queda casi nadie de los de antes,
y los que hay han cambiado,
han cambiado, sí.»
Veo que repites lo de la cabaña esa de los horrores. Y veo que has escrito la carta en rima asonante (tú es que no sabes rimar, Jesús, te lo he dicho muchas veces). Así que si sacas una canción sobre esto, por favor, no digas mi nombre.
«Bueno, pues ya me despido,
si te mola me contestas.
Espero que mis palabras
desordenen tu conciencia.
Pues nada, chica, lo dicho,
hasta pronto si nos vemos.
Yo sigo con mis canciones
y tú sigues con tus sueños.»
La verdad es que no te iba a escribir, pero cuando has dicho eso de «si te mola me contestas» he visto la luz. Y es que tienes los santísimos de apelar a mi conciencia. Yo que he sido tan mala de abandonarte porque (palabras textuales) «no tenía sensibilidad para apoyarte en tus complicados procesos creativos musicales». Así que tú sigue con tus canciones, no te vaya a dar otro ataque de ansiedad como aquella vez que intentaste trabajar de verdad. Yo seguiré con mis sueños, esos imposibles, que son básicamente tres comidas al día, ropa limpia, un poco de cariño y otros caprichos egoístas de «burguesa acomodada».
«¿Recuerdas aquella noche
en la cabaña del Turmo?
¿Las risas que nos hacíamos
antes todos juntos?
Hoy no queda casi nadie de los de antes,
y los que hay han cambiado,
han cambiado, sí.»
Pues eso, que te vaya bien en la cabaña, que veo que te has quedado ahí. Espero no encontrarme contigo, y si te encuentro y me hago la loca, no te lo tomes a mal, es que me das mucha pereza.
Hasta siempre, chato.
La nostalgia también tiene sentido del humor.
Por supuesto, todo es una broma, una reinterpretación juguetona de una historia que pertenece ya al imaginario colectivo. Pero lo que GQ ha hecho tiene un mérito: «le han dado la vuelta a la tortilla de una forma tan divertida, que no podemos dejar de compartirlo con vosotros». Es una forma fresca de revisitar el pasado sin caer en la solemnidad, con un guiño cómplice que los fans de Celtas Cortos sabrán apreciar.
Así que si esta semana te sorprendes tarareando 20 de abril sin saber por qué, ya sabes: estás celebrando el cumpleaños de una carta que nunca debió escribirse y de una canción que nunca ha dejado de sonar. Y tal vez, solo tal vez, estés recordando también a alguien que fue importante un día, un viernes cualquiera, en 1990.