Stephen King y sus oscuras historias cargadas de sufrimiento

Ése fue el motivo de que descubriese a Stephen King tarde, unos tres o cuatro años después de Carrie (Brian De Palma, 1976), donde debí rendirme por primera vez ante el arquitecto del miedo en el cine de terror moderno. Le creí popular porque vendía mucho —o empezaba a hacerlo—, y no lo era en... Leer más La entrada Stephen King y sus oscuras historias cargadas de sufrimiento aparece primero en Zenda.

Apr 13, 2025 - 06:11
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Stephen King y sus oscuras historias cargadas de sufrimiento

Preferiría morir antes que ser mínimamente gregario. Lo mío, cuando no es el individualismo irreductible, son las minorías, las élites. Tengo, pues, todo un prejuicio, y cada día más arraigado, que me hace temblar cada vez que escucho hablar de lo común, de lo popular, de lo mayoritario… Como todos los prejuicios, este mío también me defiende. Verbigracia, de esos paladines del activismo que pastorean a las masas, a voces y entre batucadas, por las calles. Pero también ocurre —siempre pasa con las monomanías— que me ofusca y me aturulla.

Ése fue el motivo de que descubriese a Stephen King tarde, unos tres o cuatro años después de Carrie (Brian De Palma, 1976), donde debí rendirme por primera vez ante el arquitecto del miedo en el cine de terror moderno. Le creí popular porque vendía mucho —o empezaba a hacerlo—, y no lo era en modo alguno. Para el común de los espectadores de aquellos años, el cine de terror era Tiburón (Steven Spielberg, 1975). Pero nada más lejos del favor del grueso de los mortales que la historia de una telequinética como Carrie (Sissy Spacek), que sufre acoso escolar hasta límites entonces inimaginables y en casa vive tiranizada por su madre —Margaret (Piper Laurie)—, quien utiliza el fanatismo religioso para manipularla y asustarla, reprimiéndola constantemente, haciéndola sentir culpable por su propia existencia. Eso es lo que hay hasta que, en la fiesta de fin de curso, Carrie —habiendo sido víctima de la última broma, la más pesada—, convierte el gimnasio donde se está celebrando el baile de graduación en un auténtico matadero: la sangre corre a raudales. No creo que aquella, ni siquiera el remake de 2013 dirigido por Kimberly Peirce, sea una película popular.

"El pequeño tiene el resplandor: le son dadas visiones del pasado y del futuro: los muertos le interpelan como si estuvieran vivos"

Todo lo contrario, Carrie sólo gustó a quienes saben de la ira de los frustrados, a quienes se interesan por lo miserables que pueden llegar a ser las mayorías con el diferente: un aula entera, todos los alumnos de un colegio, contra una muchacha apocada que no sabe defenderse. Hasta que el gimnasio del Ewen High School, donde se está celebrando el baile de graduación, se convierte en el umbral del nuevo cine de terror de los años 70, el surgido entre el ocaso de los vampiros y demás criaturas de la noche y el amanecer de los endemoniados. Pero yo, por mis prejuicios ante todo lo que me suene a popular, presencié esa sombría majestuosidad tarde.

Fue con El resplandor (Stanley Kubrick, 1980), a cuya proyección asistí en el cine Paz de Madrid —la misma sala donde se había estrenado, esas mismas navidades, esa segunda gran adaptación de King, ésta realizada por Stanley Kubrick—, cuando comprendí que el escritor era todo un alucinado. En aquella historia, localizada en el invierno del hotel Overlook, con el establecimiento incomunicado por la nieve de las Montañas Rocosas (Colorado), Jack Torrance (Jack Nicholson), contratado para la conservación de la casa durante la inclemencia del tiempo, decide olvidarse de la novela que pretendía escribir para intentar emprenderla a hachazos con su esposa —Wendy (Shelly Duvall)— y su hijo, Danny (Danny Lloyd). Pero el pequeño tiene el resplandor: le son dadas visiones del pasado y del futuro: los muertos le interpelan como si estuvieran vivos.

"Además de un gran cinéfilo, el de Portland, lugar donde frecuentemente localiza sus angustias, es uno de los pocos escritores que se muestra totalmente satisfecho con las adaptaciones a la pantalla de sus novelas"

Aquella fue la primera vez que me descubrí, como solo lo hago ante los genios, ante el último de los grandes maestros del cuento de miedo estadounidense que ha dado Nueva Inglaterra: una tradición que arranca con Nathaniel Hawthorne, oriundo de Salem; continúa con H. P. Lovecraft, el outsider de Providence, y Stephen King, un hijo de Maine —por cierto, como John Ford— llamado a renovar con sus historias, alucinadas como las de quienes poseen el resplandor, el cine de terror finisecular. Entre De Palma y Kubrick, el entonces aún joven maestro fue adaptado por Tobe Hooper: Phantasma II, El misterio de Salem’s Lot (ambas de 1979).

Además de un gran cinéfilo, el de Portland (Maine), lugar donde frecuentemente localiza sus angustias, es uno de los pocos escritores que se muestra totalmente satisfecho con las adaptaciones a la pantalla de sus novelas. De hecho, Brian De Palma es uno de los realizadores que más trae a colación. Siempre para elogiarle, porque siempre recuerda las estrecheces por las que pasaba, ya casado y con un hijo, antes de que la publicación de Carrie (1974), su primera novela, le consagrase como uno de los grandes autores de miedo y su posterior adaptación al cine marcara el comienzo de la constante y satisfactoria relación que ha mantenido con la pantalla. A menudo escribe los libretos de las películas basadas en sus novelas y los firma como Richard Bachman.

"Al ser uno de los escritores más adaptados por las dos pantallas, en la actualidad Stephen King es uno de los pocos que parece compartir la autoría de las distintas versiones de sus obras con el verdadero realizador"

En Danza macabra (Valdemar, Madrid, 2006), un extenso ensayo de 1981 sobre el horror en la literatura y en el cine —y en menor medida en el cómic, la radio y la televisión— explica que llama “danza macabra” al magnetismo que ejerce sobre nosotros algo que, en principio, debería hacernos sentir mal: la ficción que nos procura miedo. “La danza macabra es un vals con la muerte. Es una verdad de la que no podemos apartar la vista. Al igual que las atracciones de las ferias que imitan una muerte violenta, el relato de horror es una oportunidad de examinar qué es lo que pasa detrás de unas puertas que normalmente mantenemos cerradas”.

Según lo presenta King, el gótico americano se antoja más próximo al cuadro homónimo de Grant Wood que a la literatura gótica británica, de la que, a decir de otros comentaristas, es una variación. Para King tiene su propia idiosincrasia. En cualquier caso, Flannery O’Connor fue una de sus cultivadoras más destacadas. Pero, a juicio del maestro de Portland, el gran libro del género fue Dark Carnival (1947), la primera colección de relatos de Ray Bradbury. En su opinión, tanto Bradbury como Richard MathesonEl increíble hombre menguante (1956)— son escritores fantásticos, que no de ciencia ficción. Idéntico es el caso de Jack Finney, el autor de Los ladrones de cuerpos (1955), que en el 56 inspiró a Don Siegel La invasión de los ladrones de cuerpos. Para King, la fantasía es superior a la ciencia ficción. Sin embargo, un fragmento tan realista como ese donde se da noticia de la preocupación del Popeye de Santuario (William Faulkner, 1931) por su peinado antes de ser ejecutado es otra de las más altas cotas del gótico estadounidense.

"Su verdadera misión ya le ha sido encomendada a cambio de los poderes telepáticos que le han sido dados: acabar con una partida de políticos más corruptos y miserables de lo que es habitual en su profesión"

Al ser uno de los escritores más adaptados por las dos pantallas, en la actualidad Stephen King es uno de los pocos que parece compartir la autoría de las distintas versiones de sus obras con el verdadero realizador: su escalofrío tiene su propia impronta. Particularmente, me seducen en especial los personajes con poderes telepáticos. Quiero recordar al Johnny Smith (Christopher Walken) de La zona muerta (David Cronenberg, 1983). Se trata de un tipo que vuelve a casa en coche, luego de que su novia le haya hecho esperar a después del matrimonio para las efusiones que pretende con la joven, cuando el destino —para Johnny, “Dios”— le manda el tráiler de un camión que se abalanza sobre su coche: queda en coma durante varios años en el hospital. Cuando se despierta lo ha perdido todo: el trabajo, la novia… Pero su verdadera misión ya le ha sido encomendada a cambio de los poderes telepáticos que le han sido dados: acabar con una partida de políticos más corruptos y miserables de lo que es habitual en su profesión.

Unos meses antes de recrear por primera vez a Sarah Connor, Linda Hamilton fue la Vicky de Los chicos del maíz (Fritz Kiersch, 1984), considerada por unanimidad una de las mejores adaptaciones de Stephen King. Yo me quedo con Carrie, El resplandor, La zona muerta y Christine (John Carpenter, 1986). Que otros alaben Cadena perpetua (Frank Darabont, 1994). Entre las 180 películas basadas en relatos y novelas de Stephen King hay para todos los tipos de miedo.

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