Cuando los espectadores tenemos que hacer los deberes. Qué es la suspensión de la incredulidad y cómo afecta al entretenidísimo thriller 'La cita'
No todos los medios audiovisuales son iguales. Al contrario que el videojuego, en el que es indispensable la interacción y la participación directa del jugador, que controla al protagonista y debe ejercer una toma de decisiones más o menos guiada por la narrativa y el diseño, que pueden tener diferentes índices de libertad, el cine —y esto se expande obviamente a la televisión—, es un medio considerado como "pasivo". A priori, nuestra labor como espectadores se limita única y exclusivamente a sentarnos en la butaca o en nuestro sofá y exponernos a lo que la pantalla decida lanzarnos sin realizar un mayor esfuerzo. Nada más lejos de la realidad, porque existe un concepto esencial para poder disfrutar correctamente de una obra de ficción que requiere de una implicación activa durante el visionado: la suspensión de la incredulidad. Yo era ateo, pero ahora creo La suspensión de la incredulidad es un término acuñado por el poeta y filósofo Samuel Taylor Coleridge en 1817, encuentra su origen en un concepto arraigado a los principios del teatro grecorromano, y su significado es mucho más sencillo de lo que cabría esperar. Simple y llanamente, es la necesidad de evitar el pensamiento lógico y anclado en nuestra realidad para abrazar la del relato y así poder experimentar una catarsis a través de los personajes, sus conflictos y sus acciones. Por poner un ejemplo llevado al extremo, jamás podríamos gozar de una fantasía épica si cuestionamos constantemente que los orcos, los dragones y los elfos no existen. Por otro lado, de un modo más terrenal, sería imposible digerir una catedral del cine de acción y las artes marciales como 'The Raid' si en cada escena de combate centramos nuestra atención en el absurdo de que un solo hombre pueda acabar con 30 criminales a puñetazo limpio y sin sufrir prácticamente ningún daño. Pero, en defensa de nuestra condición como público, hay que señalar la labor del guionista, el director y el resto del equipo a la hora de moldear universos coherentes y cuyas reglas sean lo suficientemente sólidas como para generar la ilusión. Si vamos a ver un hombre que vuela, explícame que existe la posibilidad; si un personaje va a hacer algo radicalmente opuesto a la naturaleza que se ha planteado, siembra antes semillas que lo sugieran o te arriesgarás a una desconexión inmediata al grito de "venga ya", incluso cuando este cambio radical obedece a un plot twist con intención de sorprender. C0nfianza ciega Si estoy hablando de esto no es por simple casualidad, sino que obedece al estreno en nuestros cines de 'La cita' —'Drop'—, la última producción de la factoría Blumhouse y la Platinum Dunes de Michael Bay dirigida por Christopher Landon —'Feliz día de tu muerte'—; un thriller, en su mayor parte embotellado, que abraza todos los cánones hitchcockianos para adaptarlos a un lenguaje actual y que condensa en 100 minutos una buena dosis de tensión, diversión y giros disparatados. No obstante, a pesar de haberme entretenido sobradamente con este enrevesado ejercicio de suspense de diseño, no fueron pocos los momentos en los que sentí que la cinta se movía constantemente en el alambre en cuanto a la suspensión de la incredulidad respecta, haciendo peligrar su integridad dramática. Pero más allá de lo hiperbólico de su narrativa, cargada de sorpresas tan inesperadas como retorcidas, el mayor impedimento para comprar sin matices la propuesta se encuentra en los protagonistas y cómo reaccionan a ellas. En Espinof 11 libros esenciales para cualquiera que quiera aprender a hacer cine sin pasar por una escuela A pesar de jugar la carta de la autoconsciencia con un tiento envidiable y de abrazar plenamente su naturaleza de pasatiempo disparatado, los mecanismos dramáticos que impulsan a 'La cita' son lo suficientemente extravagantes como para no justificar hasta el último detalle cada acción de cada personaje. Desgraciadamente, Landon no pule del todo este ángulo, abriendo la puerta a una de esas situaciones que se ajustarían perfectamente al dicho "va tanto el cántaro a la fuente que termina rompiéndose", pero en el que susodicho recipiente no se quiebra en ningún momento. Esto, en última instancia, y siempre a título personal, impidió que me sumergiese del todo en un thriller paranoico que, por otro lado, y a pesar de repetir por enésima vez el ya cliché de los encuentros románticos que salen mal, es irreprochable en lo que respecta a técnica y forma. Lástima que, pese al apreciable esfuerzo y a la encomiable labor de sus intérpretes principales, no me lo haya terminado creyendo del todo. En Espinof | Las mejores series de 2024 En Espinof | Las mejores películas de 2024 - La noticia Cuando los espectadores tenemos que hacer los deberes. Qué es la suspensión de la incredulidad y cómo afecta al entretenidísimo thriller 'La

No todos los medios audiovisuales son iguales. Al contrario que el videojuego, en el que es indispensable la interacción y la participación directa del jugador, que controla al protagonista y debe ejercer una toma de decisiones más o menos guiada por la narrativa y el diseño, que pueden tener diferentes índices de libertad, el cine —y esto se expande obviamente a la televisión—, es un medio considerado como "pasivo".
A priori, nuestra labor como espectadores se limita única y exclusivamente a sentarnos en la butaca o en nuestro sofá y exponernos a lo que la pantalla decida lanzarnos sin realizar un mayor esfuerzo. Nada más lejos de la realidad, porque existe un concepto esencial para poder disfrutar correctamente de una obra de ficción que requiere de una implicación activa durante el visionado: la suspensión de la incredulidad.
Yo era ateo, pero ahora creo

La suspensión de la incredulidad es un término acuñado por el poeta y filósofo Samuel Taylor Coleridge en 1817, encuentra su origen en un concepto arraigado a los principios del teatro grecorromano, y su significado es mucho más sencillo de lo que cabría esperar. Simple y llanamente, es la necesidad de evitar el pensamiento lógico y anclado en nuestra realidad para abrazar la del relato y así poder experimentar una catarsis a través de los personajes, sus conflictos y sus acciones.
Por poner un ejemplo llevado al extremo, jamás podríamos gozar de una fantasía épica si cuestionamos constantemente que los orcos, los dragones y los elfos no existen. Por otro lado, de un modo más terrenal, sería imposible digerir una catedral del cine de acción y las artes marciales como 'The Raid' si en cada escena de combate centramos nuestra atención en el absurdo de que un solo hombre pueda acabar con 30 criminales a puñetazo limpio y sin sufrir prácticamente ningún daño.
Pero, en defensa de nuestra condición como público, hay que señalar la labor del guionista, el director y el resto del equipo a la hora de moldear universos coherentes y cuyas reglas sean lo suficientemente sólidas como para generar la ilusión. Si vamos a ver un hombre que vuela, explícame que existe la posibilidad; si un personaje va a hacer algo radicalmente opuesto a la naturaleza que se ha planteado, siembra antes semillas que lo sugieran o te arriesgarás a una desconexión inmediata al grito de "venga ya", incluso cuando este cambio radical obedece a un plot twist con intención de sorprender.
C0nfianza ciega
Si estoy hablando de esto no es por simple casualidad, sino que obedece al estreno en nuestros cines de 'La cita' —'Drop'—, la última producción de la factoría Blumhouse y la Platinum Dunes de Michael Bay dirigida por Christopher Landon —'Feliz día de tu muerte'—; un thriller, en su mayor parte embotellado, que abraza todos los cánones hitchcockianos para adaptarlos a un lenguaje actual y que condensa en 100 minutos una buena dosis de tensión, diversión y giros disparatados.
No obstante, a pesar de haberme entretenido sobradamente con este enrevesado ejercicio de suspense de diseño, no fueron pocos los momentos en los que sentí que la cinta se movía constantemente en el alambre en cuanto a la suspensión de la incredulidad respecta, haciendo peligrar su integridad dramática. Pero más allá de lo hiperbólico de su narrativa, cargada de sorpresas tan inesperadas como retorcidas, el mayor impedimento para comprar sin matices la propuesta se encuentra en los protagonistas y cómo reaccionan a ellas.
A pesar de jugar la carta de la autoconsciencia con un tiento envidiable y de abrazar plenamente su naturaleza de pasatiempo disparatado, los mecanismos dramáticos que impulsan a 'La cita' son lo suficientemente extravagantes como para no justificar hasta el último detalle cada acción de cada personaje. Desgraciadamente, Landon no pule del todo este ángulo, abriendo la puerta a una de esas situaciones que se ajustarían perfectamente al dicho "va tanto el cántaro a la fuente que termina rompiéndose", pero en el que susodicho recipiente no se quiebra en ningún momento.
Esto, en última instancia, y siempre a título personal, impidió que me sumergiese del todo en un thriller paranoico que, por otro lado, y a pesar de repetir por enésima vez el ya cliché de los encuentros románticos que salen mal, es irreprochable en lo que respecta a técnica y forma. Lástima que, pese al apreciable esfuerzo y a la encomiable labor de sus intérpretes principales, no me lo haya terminado creyendo del todo.
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Cuando los espectadores tenemos que hacer los deberes. Qué es la suspensión de la incredulidad y cómo afecta al entretenidísimo thriller 'La cita'
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Espinof
por
Víctor López G.
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