Café Quijano, del bolero al rock en el Circo Price con destino a 'Miami 1990'
Ya anochece más tarde. El Price está lleno con antelación y una señora agobiada se queda la entrada que era para ti: me lo agradece muy efusiva. Casi puntuales, Café Quijano arranca con 'No, no soy yo', el primero de varios boleros. Suenan tristes, como debe ser, y especialmente ' No me reproches ', que Manuel Quijano y su voz de narrador de historias presentan mencionando al gran Calamaro , que canta en la grabación. Su puesta en escena es sobria. Van trajeados y hacen reverencias en cada aplauso; por momentos parecen la banda del Palace y el público disfruta, se emociona y canta entre tanto desamor. Manuel (Guitarra solista), Óscar (bajo) y Raúl Quijano (guitarra rítmica) se apoyan en una banda que va cambiando. Aparecen vientos, teclado y hasta una guitarra eléctrica con 'slide' a medida que el concierto crece. En ' Cuatro palabras, nada más ', se empieza a calentar la cosa. Las luces ya cambian a colores cálidos y la cadera de los Quijano oscila más. Hay hasta palmas y un solo de trompeta. La mujer que se ha quedado tu entrada señala al foso, diciendo: ' Ves, tienen dos partes, no todas son bolero '. La primera fase del concierto termina con 'Robarle tiempo al tiempo', uno de sus clásicos. Cada vez el concierto se parece más a la vida y los 3 hermanos desaparecen entre bambalinas. Cuando vuelven, empuñan guitarras, bajo eléctrico y visten más desenfadados. Empieza el rock con ' Sería mejor callarse ': Ahora hay solos, redobles de batería y ningún bolero. Cada vez hay más palmas y la señora que se sienta dónde deberías estar tú, sonríe y me cuenta cosas. En esta fase menos cortavenas hay más variedad musical. Hay un reggaeton, 'Dame esa boca', el toque western de 'Las llaves de Raquel', y hasta un amago de reggae-rap en 'No tienes corazón'. Las melodías son más pegadizas y digeribles, lógico, liberadas del corsé del estilo. El concierto empieza a acelerar y da la sensación de que el tiempo es muy subjetivo. A mi vecina de platea parece gustarle más el rock n'roll; yo, sadomasoquista, prefiero el bolero y morir hoy aquí. Antes de 'Sólo te puedo decir', Manuel Quijano se quita la chaqueta y se remanga la camisa. Así, de 'sport' y con una Telecaster amarilla se da un aire a Springsteen. Hacia el final, 'Perdonarme' raja de nuevo. No sé bien qué tiene el desamor, (Manuel Quijano se lo pregunta también), para ser la mayor fuerza creativa en la corta Historia de esta imperfecta Humanidad. El Price se pone en pie y saca los mecheros, pienso que es 1994, cuando aún no se había tomado la decisión de acabar con la raza, y me invade una nostalgia ancestral. El concierto acaba oficialmente con 'Lola', su gran éxito. Excepto mi compi de butaca, se levanta hasta el técnico. Hay fiesta, generalizada y de Sábado, pero a mí me cuesta. Dejo a mi compañera de butaca aplaudiendo antes de los bises. Piensa que voy al baño y vuelvo para el final, pero la verdad es que desaparezco entre las sombras de la calle Atocha y nunca más la vuelvo a ver. Mientras camino, suena ' La taberna del buda ' y la fiesta se escapa hacia la calle, las barras y balcones. Hoy no toca.
Ya anochece más tarde. El Price está lleno con antelación y una señora agobiada se queda la entrada que era para ti: me lo agradece muy efusiva. Casi puntuales, Café Quijano arranca con 'No, no soy yo', el primero de varios boleros. Suenan tristes, como debe ser, y especialmente ' No me reproches ', que Manuel Quijano y su voz de narrador de historias presentan mencionando al gran Calamaro , que canta en la grabación. Su puesta en escena es sobria. Van trajeados y hacen reverencias en cada aplauso; por momentos parecen la banda del Palace y el público disfruta, se emociona y canta entre tanto desamor. Manuel (Guitarra solista), Óscar (bajo) y Raúl Quijano (guitarra rítmica) se apoyan en una banda que va cambiando. Aparecen vientos, teclado y hasta una guitarra eléctrica con 'slide' a medida que el concierto crece. En ' Cuatro palabras, nada más ', se empieza a calentar la cosa. Las luces ya cambian a colores cálidos y la cadera de los Quijano oscila más. Hay hasta palmas y un solo de trompeta. La mujer que se ha quedado tu entrada señala al foso, diciendo: ' Ves, tienen dos partes, no todas son bolero '. La primera fase del concierto termina con 'Robarle tiempo al tiempo', uno de sus clásicos. Cada vez el concierto se parece más a la vida y los 3 hermanos desaparecen entre bambalinas. Cuando vuelven, empuñan guitarras, bajo eléctrico y visten más desenfadados. Empieza el rock con ' Sería mejor callarse ': Ahora hay solos, redobles de batería y ningún bolero. Cada vez hay más palmas y la señora que se sienta dónde deberías estar tú, sonríe y me cuenta cosas. En esta fase menos cortavenas hay más variedad musical. Hay un reggaeton, 'Dame esa boca', el toque western de 'Las llaves de Raquel', y hasta un amago de reggae-rap en 'No tienes corazón'. Las melodías son más pegadizas y digeribles, lógico, liberadas del corsé del estilo. El concierto empieza a acelerar y da la sensación de que el tiempo es muy subjetivo. A mi vecina de platea parece gustarle más el rock n'roll; yo, sadomasoquista, prefiero el bolero y morir hoy aquí. Antes de 'Sólo te puedo decir', Manuel Quijano se quita la chaqueta y se remanga la camisa. Así, de 'sport' y con una Telecaster amarilla se da un aire a Springsteen. Hacia el final, 'Perdonarme' raja de nuevo. No sé bien qué tiene el desamor, (Manuel Quijano se lo pregunta también), para ser la mayor fuerza creativa en la corta Historia de esta imperfecta Humanidad. El Price se pone en pie y saca los mecheros, pienso que es 1994, cuando aún no se había tomado la decisión de acabar con la raza, y me invade una nostalgia ancestral. El concierto acaba oficialmente con 'Lola', su gran éxito. Excepto mi compi de butaca, se levanta hasta el técnico. Hay fiesta, generalizada y de Sábado, pero a mí me cuesta. Dejo a mi compañera de butaca aplaudiendo antes de los bises. Piensa que voy al baño y vuelvo para el final, pero la verdad es que desaparezco entre las sombras de la calle Atocha y nunca más la vuelvo a ver. Mientras camino, suena ' La taberna del buda ' y la fiesta se escapa hacia la calle, las barras y balcones. Hoy no toca.
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