Las máquinas en la mitología clásica

El progreso de la humanidad ha estado siempre unido al diseño de máquinas, y muchas de ellas ya fueron soñadas por nuestros antepasados. La mitología griega es buena muestra de ello. La entrada Las máquinas en la mitología clásica se publicó primero en Ethic.

Mar 17, 2025 - 11:02
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Las máquinas en la mitología clásica

Una máquina es, según el Diccionario de la RAE, cualquier «conjunto de aparatos combinados para recibir cierta forma de energía y transformarla en otra más adecuada, o para producir un efecto determinado». Por tanto, el hombre primitivo ya habría inventado la primera máquina cuando, con un hacha, logró transformar la energía vertical al hacerla caer sobre un objeto, en la horizontal provocada al partirlo en dos. Pero consideramos, históricamente, la invención de la máquina de vapor por parte del ingeniero escocés James Waltt como el inicio de la Revolución Industrial y, con ella, de un período histórico en que la ingeniería ha ido superándose día tras día en la construcción de mecanismos que hagan la vida más sencilla al ser humano.

A pesar de ello, muchos de los ingenios que más han sorprendido al ser humano desde entonces habían sido ya apuntados en la antigua mitología griega.  Solo tenemos que pensar en todos esos robots que también llamamos autómatas (del griego «autómatos», que significa actuar por propia voluntad).

En la mitología clásica aparece uno de los primeros relatos sobre autómatas, referido a Hefesto, dios de la forja y el fuego, máximo representante divino de la metalurgia. Su habilidad era tan asombrosa que el propio Zeus le encargó la construcción de un ser mecánico de grandes dimensiones que fuese capaz de defender la isla de Creta de los diversos ataques piratas que sufría. Y del taller de Hefesto nació Talos, un gigante de bronce programado para detectar la llegada de cualquier barco extranjero que se acercase a la isla y hundirlo lanzándole rocas de gran tamaño.

Pero no fue Talos el único autómata creado por Hefesto. En la Ilíada, Homero narra la existencia de las «Kourai Khryseai», las «Doncellas Doradas», que ayudan al dios del fuego en labores varias, y a quienes describe como «dos siervas hechas de oro con apariencia de muchachas vivas, pues tenían inteligencia y había en ellas voz y fuerza, y poseían destreza artesanal». Así, y desde una perspectiva mítica, podríamos considerar a Hefesto como el padre de la robótica e, incluso, de la inteligencia artificial.

Las «Doncellas Doradas» son una suerte de primeros robots mitológicos

Lo cierto es que la mitología griega tenía cierta querencia por los autómatas, y no solo por los antropomórficos. Los Argonautas, esos legendarios héroes comandados por Jasón que surcaron los mares en busca del vellocino de oro, no hubieran logrado su empresa sin la ayuda de un peculiar autómata. Para evitar que su navío fuese atacado en aquellos momentos en que ellos bajaban a tierra, dieron vida a un perro autómata. Otro perro, un mastín dorado, fue el que creó Rea, madre de las deidades olímpicas, para que cuidase a Zeus cuando este era un bebé.

Rea, madre de los dioses, creó un perro autómata para que cuidase al pequeño Zeus

Por último, en lo que dotar de vida a lo inanimado se refiere, no podemos olvidar el mito de Pigmalión y Galatea, tan exquisitamente narrado por Ovidio en sus Metamorfosis. Pigmalión, por más que deseaba casarse, no era capaz de encontrar la mujer perfecta. Obsesionado con la idea, esculpió una figura femenina, a la que bautizó con el nombre de Galatea, que respondía con exactitud a su concepto de belleza. Tanto que se enamoró de ella y que, tras penar por no poder amar a una escultura, obtuvo la ayuda de la diosa Afrodita, que la dotó de vida.

Además de los autómatas e inteligencias artificiales varias, si alguna máquina ha revolucionado la historia de la humanidad esa es la aeronave. Y resulta que la mitología antigua también refiere a la aviación con una leyenda que ha quedado inserta en la memoria de la civilización occidental.

El mito de Dédalo e Ícaro nos muestra antecedentes de la aviación

Minos, rey de Creta, necesitaba urgentemente recluir al Minotauro, un poderoso engendro mitad hombre mitad toro. Para ello, reclamó la ayuda del más hábil arquitecto de la isla, Dédalo, que, siguiendo las órdenes reales, construyó un laberinto inexpugnable en que se encerró al monstruo. Pero Minos, para evitar que la pericia del arquitecto pudiera ponerse al servicio de otro, encerró también, en el laberinto, a Dédalo y a su hijo Ícaro. Para poder huir, Dédalo dio forma a unas alas muy similares a las de las aves utilizando hilo, plumas y cera. Gracias a estas alas, él y su hijo lograron escapar del laberinto surcando los cielos.

Sin embargo, cuando intentaba volar más alto, Ícaro comprobó cómo la cera de sus alas era derretida por el calor solar, y acabó cayendo a las aguas, donde murió ahogado. La enseñanza de su historia la ambición excesiva puede tener terribles consecuencias. Tal vez, por ello, la ingeniería aeronáutica tiene muy en cuenta la altitud que pueden alcanzar los aviones sin poner en riesgo la vida de sus tripulantes.

Vivimos una época en que las máquinas se multiplican y la tecnología ocupa la práctica totalidad de las parcelas del ser humano. Pero siglos antes, el hombre y la mujer ya soñaron con ingenios tecnológicos que facilitasen el desarrollo de las tareas más cotidianas y expandieran los horizontes del progreso.

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