5 poemas de Cantaré mañana todavía, de Antonio Gala

Esta antología rescata uno de los géneros a menudo poco valorados en la obra de Antonio Gala: la poesía. El libro incluye poemas de juventud, títulos poco conocidos y poemas inéditos. El conjunto permite resituar al autor en el núcleo andaluz de la llamada Generación del 50. La edición ha corrido a cargo de Luis... Leer más La entrada 5 poemas de Cantaré mañana todavía, de Antonio Gala aparece primero en Zenda.

Mar 17, 2025 - 07:32
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5 poemas de Cantaré mañana todavía, de Antonio Gala

Esta antología rescata uno de los géneros a menudo poco valorados en la obra de Antonio Gala: la poesía. El libro incluye poemas de juventud, títulos poco conocidos y poemas inéditos. El conjunto permite resituar al autor en el núcleo andaluz de la llamada Generación del 50. La edición ha corrido a cargo de Luis Cárdenas García y Pedro J. Plaza González.

En Zenda reproducimos cinco poemas de Cantaré mañana todavía: Antología poética (1949-2005), de Antonio Gala (Fundación José Manuel Lara).

***

PARÁBOLA DEL PÁJARO BLANCO

En el ramaje melodioso del aire
a gorjear se ha puesto un pájaro blanco.

Si veis a mi corazón, decídselo.

Decídselo lentamente en voz baja.

No le digáis que el huerto está todo así, dulce,
que el gris ha huido y que ha llegado el sol.

Decidle solamente que un pájaro blanco
se puso a gorjear entre el frondor del aire.

No le toquéis el sueño.
El sueño que logró conciliar a fuerza
de morderse el anhelo de sus labios.

Sed compasivos: no le toquéis el sueño.

Pero si tropezáis a mi corazón paseando
con la vista en la tierra mustia,
decidle que hay un pájaro blanco
gorjeando todo el día aquí cerca.

Podéis hablarle antes de otras cosas,
porque él suele miraros distraídamente,
pero no dejéis de decirle al partir
lo de este nuevo pájaro.

Si veis a mi corazón, decidle
que él y yo estamos aguardándolo siempre.

Decidle que tiene dispuesto un cobijo
apartado y tranquilo de inviernos,
y que aún conservo el lugar
donde se aposentaba en mi pecho entonces.

O si no, mejor será que no le digáis nada.
Miradlo a los ojos y dejadlo pasar sencillamente:
él os comprenderá.

(Platero. Verso y Prosa, número 12, 1951)

***

7

Hay noches en que al dar las cuatro
y decir alguien: «Son las cuatro
de la mañana ya. Me voy»,
el corazón se hace el desentendido
y exclama: «Son las cuatro todavía…».
Corazón digo, y es decir una polvorienta flor de trapo,
una pintada rosa de los vientos
que en repentinas tardes de verano
se echa a morir con todos sus sentidos
como si fuese rosa verdadera,
y no se sabe entonces si se queja o si canta…

Ahora, sin duda, convendría
hablar de algo muy serio a este respecto
(sea de las cansadas extrasístoles,
sea del corazón artificial
que en una gran ciudad de Norteamérica
se haya experimentado,
como si el corazón solo sirviera
para vivir cuando es así que sirve
para morir más que para otra cosa)
y convendría deducir, sin duda,
brillantes consecuencias
que aumentasen el bienestar
del país o que produjesen
una evidente mejora en la economía política,
en la estadística o en otras
profundas ciencias de las que depende,
al parecer, la felicidad toda
de esa extraña criatura
que hemos dado en llamar sencillamente humana…
Pero no puedo pensar yo más que en tus manos
que, por otra parte, bien lo sé,
no producen gran cosa,
y en la pequeña luz de tu sonrisa,
que no arreglará el mundo, por supuesto,
ni evitará las restricciones.

Porque es que hay noches en que, al dar las cuatro,
se querría decir a quienes cumplen
con suma gravedad sus deberes sociales
(con tanta gravedad que apenas pueden
perdonar la traviesa impertinencia
de que el jazmín dé buen olor, o el césped tome
en abril un color tan llamativo,
o todo el bosque tiemble con el trino
de un pájaro inservible),
se les querría decir:
«Yo aquí me quedo para siempre»,
y salir de uno mismo
y pasearse con las manos a la espalda por unos largos ojos
(sin saber siquiera si para ver de lejos usan gafas)
y adormecerse sobre un hombro
(que no es útil para nada de nada
y que no sostendría un par de kilos
por más de diez minutos).

Hay noches —repito—
en las que al dar las cuatro
se comprende muy bien que sea la vida
solo callarse de una buena vez,
con la mejilla apoyada contra otra mejilla,
y escuchar a lo lejos, entre una vaga niebla,
cómo ladran los perros a la luna de turno
y la noche hace sitio
sin esfuerzo a la aurora.

(De Valverde, 20)

***

13

Canto y me alegro. Miro
la calle atardecida
y los jardines de oro
al paso de noviembre.
La luz, desorientada,
resbala por la acera como una lagartija.
Pero canto y me alegro, porque anoche
aún me aquejaban lástimas de amor
sin saber bien por qué.

Canto y me alegro. Hay días
que debieran prenderse como bosques de pinos
para evitar que nos aproximáramos.
Porque de pronto, una mañana, abres
los ojos y lo encuentras todo ardiente
y queman las caricias.
Por eso canto hoy
y por eso me alegro.
Porque estos labios han de ser ceniza
y encima de este pecho
ninguna frente más
habrá de reclinarse.

Canto y me alegro. No quiero mentirme:
todo lo que poseo
está al alcance de mi mano ahora.
Si no lo tomo y sufro,
es porque el sufrimiento me embellece
esta tarde de otoño en la que vivo.
Por eso cantaré mañana todavía,
y pasado mañana
mi voz será aquel hueco de silencio
que se hace de repente
en la conversación de dos amantes.

Canto y me alegro y esa es la razón
de mi júbilo. Pueden
herirme, desgarrarme espadas, zarpas,
taladrarme la sed de parte a parte:
pronto la muerte me impondrá sus manos,
me nombrará su hijo predilecto
y ya no ha de quedar de cuanto he sido
más que un poco de frío y este canto.

(De La acacia)

***

ARCO DE DIANA

El cielo de pizarra
surcado de arcoíris
enmarca el Arco de Diana
junto al embalse azul.
El corazón se queda
en suspenso esperando
escuchar unas voces
que todavía existen.
Todo es uno y lo mismo.
Todo es igual y siempre
quien sufrió y quien gozó
al pie de esta belleza
aún goza y aún padece.
No morimos del todo.

(De El poema de Tobías desangelado)

***

SONETO EN QUE SE CUENTA CÓMO MUERE
ALONSO QUIJANO DESPUÉS DE HACER MORIR
AL INMORTAL DON QUIJOTE

Relincha con ternura Rocinante.
Solloza Sancho. Se arrebuja el ama.
Negro a la cabecera de la cama,
murmura el cura en un latín errante.

Muda Sansón Carrasco de semblante.
La sobrina una lágrima derrama.
El barbero, a quien nadie le reclama,
todo lo ve con su habitual desplante.

«Ya no estoy loco», dice el moribundo,
y mira en torno… Don Quijote muere
de pronto entre un olor de lluvia y cieno.

Gira sin tino el renovado mundo.
Y en su inmortalidad solo interfiere
un tal cuerdo lector Quijano el Bueno.

(De Trajes y tipos en el «Quijote».
Fondos de indumentaria del Museo Nacional de Teatro, 2005)

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Autor: Antonio Gala. Título: Cantaré mañana todavía: Antología poética (1949-2005). Editorial: Fundación José Manuel Lara. Venta: Todos tus libros.

BIO

Antonio Gala (1930-2023) fue dramaturgo, ensayista, novelista y, sobre todo, poeta. Ganó, con Los verdes campos del Edén, el Premio Nacional de Teatro Calderón de la Barca en 1963, a la que siguieron obras tan destacadas como Anillos para una dama (1974) y Petra regalada (1980), el libreto de la ópera Cristóbal Colón (1990) o el musical Carmen Carmen (1988). Su obra poética, que arrancó con Enemigo íntimo (accésit del Premio Adonáis), continuaría con títulos como Sonetos de La Zubia (1981 y 1987), Testamento andaluz (1985), Poemas de amor (1997) o El poema de Tobías desangelado (2005). Tras su fallecimiento, se publicó Poemas de lo irremediable (inéditos 1947-1952) (2023), cuya edición corrió a cargo de Luis Cárdenas García y Pedro J. Plaza González. Fue además autor de las novelas El manuscrito carmesí (1990, Premio Planeta), La pasión turca (1993), Más allá del jardín (1995), La regla de tres (1996), Las afueras de Dios (1999) y El imposible olvido (2001), y de los libros de relatos El corazón tardío (1998), Los invitados al jardín (2002) y El dueño de la herida (2003). Bajo el título de Cosas nuestras (2008) se han recopilado los libros de artículos Charlas con Troylo (1981), En propia mano (1985), Cuaderno de la Dama de Otoño (1985) y Dedicado a Tobías (1988).

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