Las cuatro estaciones (Netflix) tiene mala leche pero no es condescendiente
Las cuatro estaciones es un remake, o adaptación, de la película de Alan Alda de 1981. El propio actor de MASH, de 89 años, hace un entrañable cameo mostrando sin ambages su enfermedad, quizá una demostración de la intención de mostrar con sinceridad los defectos y virtudes de sus seis protagonistas. El gran defecto de... Leer más La entrada Las cuatro estaciones (Netflix) tiene mala leche pero no es condescendiente aparece primero en Zenda.

Si, tal y como dicen en la serie de Tina Fey, hacen falta varias personas para componer un recuerdo más o menos completo de alguien, también se necesitan varias crisis y resarcimientos para hacer un retrato decente de una pareja veterana. Como si fuera un parpadeo, Las cuatro estaciones propone pasar un año con cuatro parejas maduras que afrontan las típicas complicaciones del matrimonio. Sus integrantes son todos estrellas con las que Fey parece compartir algo especial, empezando por actores con un don especial para hacer equilibrismos entre la comedia y el drama como Will Forte y Steve Carell, por mucho que sea la pareja gay incorporada por Colman Domingo (que también dirige un capítulo) y Marco Calvani la más loca e interesante.
Las cuatro estaciones es un remake, o adaptación, de la película de Alan Alda de 1981. El propio actor de MASH, de 89 años, hace un entrañable cameo mostrando sin ambages su enfermedad, quizá una demostración de la intención de mostrar con sinceridad los defectos y virtudes de sus seis protagonistas. El gran defecto de la serie es resultar un tanto complaciente consigo misma, algo que resta impacto al conjunto, pero en un ejercicio de coherencia eso mismo le permite trazar una sátira cariñosa de todos ellos.
Lo contrario, burlarse de la crisis de identidad de tres matrimonios bien situados, habría sido mucho más fácil. Y aunque Fey haya estado más afilada en otros momentos (quizá un registro humorístico absurdo le resulta más fácil a la cómica de SNL) también es cierto que sabe crear un escenario de juego para seis intérpretes notables capaces de exprimir al máximo los personajes. La serie subraya demasiado su locuacidad, quizá un intento de demostrarse inteligente frente a competidoras como The White Lotus, pero también sabe reflejar sus vaivenes con una aceptable economía de medios y que, desde luego, se permite menos licencias que aquellas.
Fey se abstiene en lo posible de hacer un comentario social, consigue que la condición acomodada del grupo no sea el motivo de ser del relato y que sus anécdotas y discusiones nazcan más de las peculiaridades psicológicas de cada uno. De modo que el espectador pronto puede identificarse con aquellos, cambiando sátira social por un retrato humano que invierte en humor negro y que convierte la gran crisis de la historia, el divorcio de uno de los protagonistas y la llegada de una mujer mucho más joven, en una oscilación vital más, que la serie observa con más curiosidad cómica que juicio moral. Obviamente, el desenlace (abierto pero concluyente) viene a poner los puntos sobre las íes, pero a la vez ortorga ese mismo espacio que pide el personaje de Colman Domingo.
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