Diez conejitos, de Maurice Sendak: un libro se pone en escena
La recuperación póstuma de Diez conejitos, libro que Maurice Sendak concibió en un primer momento para su Nutshell Library y que ahora se encarna por vez primera, permite entender esto de una manera sencilla. La apariencia del álbum no puede ser más clara y su entereza no puede ser más lograda (reflejo, quizás, del magisterio... Leer más La entrada Diez conejitos, de Maurice Sendak: un libro se pone en escena aparece primero en Zenda.

Los estudiosos del álbum ilustrado han privilegiado siempre el análisis de la relación entre ilustraciones y palabras. Sólo en un segundo momento la reflexión ha derivado al lugar donde acontece dicho encuentro: el libro. Sin embargo, ese nuevo objeto de estudio, el libro, ha sido considerado generalmente desde presupuestos formales o materiales, que viene a ser lo mismo, según su entender. Han atendido entonces los estudiosos a la morfología del libro, a los accidentes del volumen y el papel. Rara vez (a diferencia de lo que ocurre con los artistas) han reflexionado sobre ese lugar de encuentro como un escenario, como el ámbito donde acontece la representación o el juego. Y sin embargo, este principio, que apunta a la condición teatral o cinematográfica de muchos álbumes ilustrados, es fundamental para comprender la naturaleza de esta forma de arte. En otro nivel de comprensión, ese escenario, ese lugar para el juego y la representación, responde a formas internas que aprovechan las posibilidades de los actores (las palabras, los dibujos) y entonces el libro alcanza su condición plena de obra de arte consumada y no es abordable desde lecturas puramente formales o sociológicas sino que requiere de una mirada estética, de un acercamiento integral.
La recuperación póstuma de Diez conejitos, libro que Maurice Sendak concibió en un primer momento para su Nutshell Library y que ahora se encarna por vez primera, permite entender esto de una manera sencilla. La apariencia del álbum no puede ser más clara y su entereza no puede ser más lograda (reflejo, quizás, del magisterio que Crockett Johnson, otro virtuoso de la puesta en escena, ejerció sobre Sendak). El libro debía ser pequeño, como los quería Beatrix Potter, otra de sus maestras. De esta forma, se ajustaba al tamaño de las manos de sus espectadores infantiles (y, de paso, ejercía la fascinación que las miniaturas provocan siempre en los adultos). Una vez abierto, parecía un libro para aprender a contar, una traslación gráfica de las canciones populares de cuenta. Parecía, y evidentemente lo era, pues ofrecía un ejercicio de numeración del uno al diez. Sin embargo eso es sólo una parte del libro, la primera que se ofrece a la vista. Concebido casi como un álbum mudo, Sendak compone un truco de magia (no demasiado lejos de los “libros de uña”, por cierto, que permitían con el deslizamiento rápido de los filos de las páginas otro efecto no menos mágico: un ancestro del cine mudo). El ejecutante es un pequeño niño disfrazado de mago. Una vez puesto en escena, frente a un atril, el niño irá sacando de uno en uno conejos de su chistera: uno, dos, tres… Los números aparecerán al pie de la hoja, como si fueran los números de página (otro pequeño truco).
A partir de aquí entra en juego la magia del dibujo y su composición, que a través de pequeñas variantes casi invisibles para el espectador ingenuo de los espectáculos de magia (el ritmo de los perfiles de los actores a derecha e izquierda; el sutil desplazamiento del encuadre para dejar espacio a las apariciones, lateralizando el atril que sostiene la chistera; los colores de los conejos y, sobre todo, la extraordinaria viveza de los rostros del niño mago ante las repercusiones de su propio truco: seguridad-suficiencia-desagrado-enfado-resignación…, que se convierten en un perfecto reloj de las emociones) consigue una gradación inmejorable del truco, la sensación viva, como lectores, de asistir a él. La trama es tan sencilla y tan vieja como la historia del aprendiz de brujo: el pequeño mago va sacando conejos de la chistera, pero conforme crece el número se complica el gobierno de éstos.
Es entonces cuando se inicia la segunda parte del espectáculo. El libro va a desandar el camino (del diez al uno), iniciando un proceso de desintegración. De nuevo se gradúan las caras, de nuevo se reajusta el espacio, todo vuelve a su origen. Ha acabado la función y lo acontecido desaparece, fuese y no hubo nada, como en el célebre soneto cervantino. En la mano queda el librito, como una cáscara de nuez, pero lo que ha acontecido y ya no está es la obra, que sin embargo podrá volver a aparecer, como por ensalmo, si se regresa al comienzo y se abre su cubierta.
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Autor: Maurice Sendak. Traductor: Iago Nicolás. Título: Diez conejitos. Editorial: Kalandraka. Venta: Todos tus libros.
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