Claudio O'Connor: "Viví mi vida arriba del escenario"
Claudio O’Connor no necesita presentación, pero la merece. Es una figura que se impuso a fuerza de garganta, convicción y una ética que nunca negoció. Convirtió su camino en trinchera, su voz en marca de época. Supo ser el rugido de Hermética, el pulso de Malón, la cabeza de su propia banda y hoy, con [...] Ver más noticias en Indie Hoy.

Claudio O’Connor no necesita presentación, pero la merece. Es una figura que se impuso a fuerza de garganta, convicción y una ética que nunca negoció. Convirtió su camino en trinchera, su voz en marca de época. Supo ser el rugido de Hermética, el pulso de Malón, la cabeza de su propia banda y hoy, con La H No Murió, vuelve a encender una llama que jamás se apagó. Pero más allá de los discos y los escenarios, hay algo en O’Connor que desborda la música: una forma de estar en el mundo, con los pies en la isla y el corazón en la multitud. No es mito: es un cuerpo presente que sigue dando todo, sin nostalgia, sin descanso, con la certeza de que mientras tenga voz, el metal sigue respirando.
O’Connor no tiene demasiado tiempo para imaginar. En la cuenta regresiva hacia su próximo show el sábado 17 de mayo en Teatro Vorterix, el vértigo de la producción se impone sobre cualquier escenario idealizado. Pero cuando se le pregunta qué se le viene a la cabeza, una imagen se forma igual: “Estamos a punto de agotar. Me imagino un marco muy copado, con mucha gente cantando”, cuenta en conversación con Indie Hoy. La expectativa está, aunque el presente lo acapare con listas, correcciones y ajustes de último momento. Y eso lo entusiasma aún más: porque el regreso no es solo al escenario, sino también a un repertorio que no visita desde hace años. “Volver a cantar estas canciones que hace un montón que no toco… desde 2017”, suspira.
Este reencuentro con su trayectoria solista llega de la mano de una banda invitada con la que nadie lo hubiera vinculado de entrada: Darlo Todo. “No es que me puse a buscar músicos o a convocar a los que tocaban antes —cuenta—. El tiempo que me lleva Malón, más La H, se me iba a hacer imposible coordinar eso”. La propuesta surgió casi de casualidad. O’Connor ya conocía a Penumbra, baterista de Darlo Todo, por su trabajo detrás de cámara filmando videoclips.
“Yo lo tenía como director, nada más. Me enteré que era baterista también y le pregunté. Un día le dije: che, ¿no quieren hacer un show? Yo canto, ustedes tocan. Y se recoparon. Ellos también tienen un cantante que no toca instrumentos, entonces para este proyecto no iba a estar. Se armó como algo medio en chiste, medio por curiosidad. Me gustó también el título: Claudio O’Connor y Darlo Todo. Darlo todo en el escenario, dejar el alma ahí arriba”.
La colaboración no se quedó en la sala de ensayo. Hace unas semanas, estrenaron juntos una versión de “Imágenes paganas”, el clásico de Virus. “Me invitaron ellos, querían hacer ese cover. Les dije: me encanta, esa canción le gusta a todo el mundo. Porque si no te gusta ese tema, sos un extraterrestre”, recuerda el músico. Lo grabaron, filmaron el videoclip y el resultado fue inmediato: la gente lo recibió con entusiasmo. Para O'Connor, también fue una forma de rendir homenaje. “Federico Moura fue un artista inmenso. No sé, capaz estoy diciendo una boludez, pero hay algo medio místico para mí. Virus es una gran banda de los 80. Yo los vi en vivo en el 81, en un recital que se llamaba Prima Rock, cuando no tenían ni disco todavía, cuando no eran nadie”.
La idea de reinterpretar clásicos no es nueva en su carrera. Ya lo había hecho en Un poco de respeto (2012), un disco que firmó bajo el nombre de O’Connor. “Esa vez fue como un cónclave —señala—. Si te ponés a elegir artistas para homenajear, tenés que hacer un poco de respeto, claro. Fue difícil, quedaron muchos candidatos afuera. Nos hubiera gustado hacer un disco quíntuple, pero bueno... también te tenés que adecuar a lo que las compañías requieren. Cuando firmás un contrato, a veces te piden que seas una fuerza. Y no podés sacar una colección de 20 CDs así nomás”.
El impulso estaba: cruzar géneros, sacudir moldes, no quedarse con lo obvio. “Ya nos hubiéramos salido del rock y nos metemos en el folklore, en el tango”, se imagina Claudio. Siempre con el mismo objetivo: cantar lo que lo conecta con su historia, con sus referentes y con el público.
Volver a ese repertorio fue, para Claudio O’Connor, algo más que un ejercicio nostálgico. En sus palabras, fue revivir una energía dormida: “Hace mucho que no escuchaba ni tocaba esas canciones. Las letras, todo… me encantan”. En el primer ensayo, le habían preparado un teleprompter con las letras por si hacía falta, pero no lo necesitó. “Ni lo miré. No es que los escucho todos los días, pero estaban ahí. Todavía estaban en mi cerebro”.
La memoria del cuerpo y la memoria emocional se activan también con los aniversarios. Río extraño, uno de los discos más personales de su carrera solista, cumple quince años este 2025. Al evocar aquella época, Claudio no piensa en los estudios ni en las giras, sino en un cambio de vida: “Fue cuando conocí la isla donde vivo ahora, en el Delta. Alquilé una casa por vacaciones, después por un año, y terminé escribiendo todas las letras de ese disco en el río. Por eso se llama así”.
Ese período marcó su reconexión con la naturaleza. “Me había olvidado que el Delta estaba tan cerca y que era tan lindo —admite—. Nunca había vivido ahí. De chico había venido a pasar el día, nada más. Pero vivirlo… escuchar los pájaros, conocer las especies, la marea, la sudestada… es como viajar a otro planeta”. Desde fines de 2018 vive ahí con su esposa "y la verdad que no nos sacan ni a patadas”.
Entre esa vida serena y su figura como ícono del metal argentino, hay un contraste inevitable. Y él lo sabe. “No me lo creo mucho, qué sé yo. Hasta un punto, viste”, admite. A pesar de los reconocimientos, Claudio prefiere no distraerse con el peso simbólico de su nombre: “Mi objetivo es dar buenos shows, que la gente sienta algo en el corazón cuando escucha las canciones. No me meto en las redes, no leo comentarios. Miro el video cuando se estrena y listo”.
Las señales de lo que representa llegan por otras vías. En la calle, en los saludos, en los camarines, en el cariño directo. “Ahí me doy cuenta que soy algo para esas personas —cuenta—. Somos algo, mis compañeros y yo, algo bueno que es parte de sus vidas. Lo fue con Hermética, lo es ahora con La H No Murió, un nombre que no surgió en una reunión de marketing sino desde abajo, desde las gargantas del público. “Lo gritaban siempre. Cuando tocábamos algún tema de Hermética, el canto era ese: ¡La H no murió!. Entonces dijimos: bueno, el nombre lo puso la gente”.
El proyecto La H No Murió nació con una intención más acotada. “Yo pensaba que íbamos a hacer un par de shows y listo —admite—. Una fecha, se recuerda y punto. De hecho, yo era uno de los que decía eso”. Pero algo cambió cuando se subieron al escenario y empezaron a tocar temas que no habían sonado en décadas: “Cuando uno toca con su banda, puede meter uno o dos temas de Hermética, pero tienen que encajar en la lista. No podés patear la pelota afuera, descalibrás todo el concierto. En cambio, con esto nos dimos el lujo de tocar canciones que no tocábamos desde Cemento”.
Y si bien el cuerpo ya no es el mismo, la entrega es total. “Era un desafío porque en esa época era mucho más joven, tiraba unos agudos que la concha de su madre —cuenta entre risas—. Ahora tengo que laburar para lograrlos. Antes era más fácil. Pero bueno… por suerte viví mi vida arriba del escenario. Nunca paré de dar shows. Así que tengo un oficio adquirido”.
A Claudio O’Connor le cuesta elegir un disco por sobre otro. Cuando se le pregunta si tiene algún álbum de Hermética que recuerde con especial cariño, la respuesta es clara: “Le tengo cariño y amor a todos los discos que grabé, todas las cosas que he hecho”, dice. Habla de colaboraciones, de canciones sueltas, de apariciones con otras bandas. Y lo dice con la tranquilidad de quien transitó un camino largo y consciente. “Todo es motivo de orgullo. Y muestra del compromiso con la música, con la movida, con el rock. Son etapas de la vida, con cosas hermosas y otras no tanto, pero el compromiso es eso: aceptar lo que viene y no bajarse nunca del escenario. Eso es algo que, Dios no lo quiera, no debería pasar”.
Cuando mira alrededor, ve en el presente del metal una escena con potencial, aunque marcada por obstáculos. “Nadie se salva solo”, reflexiona citando a El Eternauta. La frase resuena como eco de su respuesta anterior, pero también como declaración de principios. O’Connor cree que hay bandas nuevas con madera para construir una buena carrera, pero que muchas veces el mercado no acompaña. “Estamos un poco condicionados —dice, hablando como artista—. Y ahora todo se puso más sinuoso. Pero el rock nunca se muere”.
Fuera del escenario, Claudio encuentra en el cine otro canal para esa intensidad. Le gusta la ciencia ficción, el misterio, el suspenso. Le gusta el terror, y también la comedia, pero aclara: “No es que miro todo”. Se nota que elige con cuidado. Como cuando, en medio del boom de El Eternauta, se entusiasmó con la serie. “Obvio que la vi. Yo ya había leído las historietas en los 80. Me dejó caliente. Me gustó mucho”. La vio tres veces y no descarta una cuarta.
“Me pasó lo mismo con Breaking Bad —admite—. La vi veinte veces. Me la compré en DVD”. A Ricardo Darín lo elogia con sinceridad: “Siempre me pareció muy talentoso. Te hace creer. Te la creés”. El elenco en general también le pareció excelente. Y remata: “La frase de ‘nadie se salva solo’ no podía haber caído en mejor momento. La historia tiene un mensaje de amor, de comunidad, de estar juntos en las buenas y en las malas”.
Esa forma de vivir lo colectivo también aparece en su recorrido como músico. Aunque no suele quedarse con anécdotas como trofeos, hay momentos que lo marcaron, como cuando tocó poco tiempo atrás con Iron Maiden en Buenos Aires. “Eso fue increíble. No es que le di la mano a todos, pero sí me saqué una foto, saludé a algunos”, recuerda. Recuerda cómo la banda de Steve Harris aprobó la participación de su grupo tras escuchar el material y leer una gacetilla con su historia. “Podían haber elegido a otra banda, pero nos dieron el ok para tocar las dos fechas —cuenta con orgullo—. Mientras tocábamos, algunos de ellos estaban ahí, mirándonos desde el costado del escenario”.
Después de tantos años, lo que mantiene viva la llama es la misma fuerza que lo empujó desde el principio: el amor por la música. “Yo le aposté mi vida a esto —concluye O'Connor—. La pandemia me mató. Estuve casi dos años sin salir de la isla. Es todo muy lindo acá, muy natural, pero… cuando salí, volví. Mientras la salud me lo permita, no me bajo. Que cambien la edad de jubilación si quieren, yo no me voy a jubilar hasta que un médico me diga que no lo puedo hacer más”.
El público también tiene que ver con esa persistencia. “Mucho amor, mucho cariño. Siempre. Desde abajo del escenario. Lo percibimos, lo sentimos. Y eso nos mantiene felices. Esa es nuestra felicidad”.
O'Connor y Darlo Todo se presentan el sábado 17 de mayo a las 21 h en Teatro Vorterix (Av. Federico Lacroze 3455, CABA), entradas disponibles a través de Allaccess.
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