Begoña Méndez. Heridas abiertas.

Wunderkammer, 2020. 127 páginas. Ensayo sobre diferentes diarios de escritoras que abarca a Santa Teresa, Soledad Acosta, Zenobia Camprubí, Idea Vilariño o Susan Sontag, entre otras. Desde una óptica feminista y muy personal analiza las diferentes funciones que cumplieron los diarios en la vida y control de esas autoras, heridas abiertas que nos permiten atisbar más allá de una intimidad a la intemperie. Si en el libro que comentaba ayer había más paja que grano, este es todo lo contrario. Todo en estas páginas es pura fibra, análisis certero y emocional, porque Begoña no lee desde una distancia estética o analítica, sino que, por el contrario, se siente interpelada y atravesada por la vida de las autoras. Segundo libro que leo de la autora y que me confirma que es una escritora excepcional en el lenguaje, brillante en el discurso y luminosa hasta cegar. Muy bueno. Para la mujer, significó sobre todo una forma sutil de encierro: cautiverios con olor a pan recién horneado y a dulce piel de bebé. Por eso la intimidad como protección frente el mundo fue, en primera instancia, un espacio masculino. Sin ser el primero, Diario íntimo de Amiel (Suiza, 1821-1881) es uno de los... The post Begoña Méndez. Heridas abiertas. first appeared on Cuchitril Literario.

May 14, 2025 - 10:32
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Begoña Méndez, Heridas abiertas
Wunderkammer, 2020. 127 páginas.

Ensayo sobre diferentes diarios de escritoras que abarca a Santa Teresa, Soledad Acosta, Zenobia Camprubí, Idea Vilariño o Susan Sontag, entre otras. Desde una óptica feminista y muy personal analiza las diferentes funciones que cumplieron los diarios en la vida y control de esas autoras, heridas abiertas que nos permiten atisbar más allá de una intimidad a la intemperie.

Si en el libro que comentaba ayer había más paja que grano, este es todo lo contrario. Todo en estas páginas es pura fibra, análisis certero y emocional, porque Begoña no lee desde una distancia estética o analítica, sino que, por el contrario, se siente interpelada y atravesada por la vida de las autoras.

Segundo libro que leo de la autora y que me confirma que es una escritora excepcional en el lenguaje, brillante en el discurso y luminosa hasta cegar.

Muy bueno.

Para la mujer, significó sobre todo una forma sutil de encierro: cautiverios con olor a pan recién horneado y a dulce piel de bebé. Por eso la intimidad como protección frente el mundo fue, en primera instancia, un espacio masculino. Sin ser el primero, Diario íntimo de Amiel (Suiza, 1821-1881) es uno de los más emblemáticos. Ensayista, poeta y psicólogo, alcanzó la fama literaria gracias a sus cuadernos íntimos. Fue el precursor en transformar las impresiones emocionales del yo en un texto público, una práctica que se normalizar! a un siglo más tarde con el advenimiento y el éxito del psicoanálisis freudiano. El escritor suizo hizo de su vida interior el eje de su quehacer literario. Pero si la intimidad era una madriguera reservada a los hombres y su discurso literario, un privilegio masculino, ¿dónde descansaban las mujeres? ¿Qué había dentro de sus cuerpos, qué emociones en sus fueros internos? ¿Cómo y dónde volcaban sus afectos?
Las primeras autoras de lo íntimo escribieron sometidas a los ideales de feminidad que los hombres habían construido para ellas, sujetas a las figuraciones masculinas acerca de «lo femenino». En 1881, Amiel apuntó en su diario: «El ideal que se forja la esposa y la madre, la manera como ella entiende el deber y la vida, contienen la suerte de la comunidad. Su fe se convierte en la estrella de la barca conyugal, y su amor en el principio vital que forma el porvenir de todos los suyos. La mujer es la salud o la pérdida de la familia. Ella lleva sus destinos en los pliegues de su manto».
La mujer finisecular vivía subordinada a los deberes familiares y maternos, pues ella debía ser el divino ángel del hogar: la responsable de asegurar la salud, la felicidad y el futuro de los suyos. El fragmento de Amiel me interesa porque evidencia el mecanismo por el cual la mujer desaparece como sujeto real en virtud de su mi-tificación: una vez convertida en tótem sagrado para la vida familiar, la mujer es una figura muda y sin autonomía. Escribo esto con la espalda dolorida porque las palabras del suizo caen sobre mis hombros con todo el peso de los mantos simbólicos que tuvieron que llevar las mujeres sobre sus cuerpos. Escribo encorvada porque ninguno de mis privilegios de clase media y de cuarto propio, ninguna de mis emancipaciones pequeñas ni de mis tímidas rebeldías me sirve para que se me quite de encima la claustrofobia heredada: mutismos y asfixias que también me configuran, aunque esté en las antípodas de ser una mujer de su casa.
La escritura íntima acabó por identificarse con lo femenino a causa del advenimiento de este nuevo modelo de mujer, la madresposa angelical.

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