Los camisas negras agreden a Toscanini

Ajeno a estas minucias, el parmesano Arturo Toscanini fue un perfeccionista que dirigió con idéntico talento a la filarmónica de Nueva York y a la sinfónica de la NBC, entre otras muchas formaciones. Esta segunda fue creada en 1937, ex profeso para su batuta, con algunos de los mejores instrumentistas de los Estados Unidos de... Leer más La entrada Los camisas negras agreden a Toscanini aparece primero en Zenda.

May 14, 2025 - 10:28
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Los camisas negras agreden a Toscanini

Parece ser que la diferencia entre una orquesta sinfónica y otra filarmónica es meramente nominal. Si acaso, divergen en algunas ocasiones, cuando la filarmónica está integrada por instrumentistas amateurs, músicos de fin de semana que en las mañanas dominicales ocupan un templete del parque para solaz de los ociosos que se deleitan entre los jardines y los estanques. Es de suponer que en el Stadtpark de Viena se escucharán los debidos valses. En Madrid, en el templete de El Retiro, nos conformamos con la banda municipal interpretando pasodobles. En efecto, esos que tanto detesta el Gobierno. Pero, a lo que vamos, con independencia de los gustos del Gabinete —tan sobradamente conocidos como esa manida canción protesta de hace 50 años—, es a lo que diferencia a las orquestas sinfónicas de las filarmónicas. Aquellas siempre son profesionales, éstas, a veces, no tanto.

Ajeno a estas minucias, el parmesano Arturo Toscanini fue un perfeccionista que dirigió con idéntico talento a la filarmónica de Nueva York y a la sinfónica de la NBC, entre otras muchas formaciones. Esta segunda fue creada en 1937, ex profeso para su batuta, con algunos de los mejores instrumentistas de los Estados Unidos de entonces. Disuelta en 1954, el músico que hoy nos ocupa solo sobrevivió tres años a la formación que puso a su disposición la entonces popular cadena radiofónica. Ahora bien, las innumerables grabaciones de las distintas emisiones de la NBC —fue el primer director al que se televisó conduciendo a los músicos—, constituyen un legado valioso. Tanto que, a decir de los biógrafos del parmesano, fue todo un pórtico de entrada para las audiencias estadounidenses a la música del repertorio académico europeo —esas composiciones datadas entre los siglos XVII y XX, cuyo espectro abarca desde música barroca hasta contemporánea, o lo que es lo mismo: obras de Bach, Mozart, Beethoven o Brahms, entre otros—, esa que, con tanta petulancia, se autodenomina “clásica”. Aunque llamarla así en el país donde se compuso la música más hermosa del amado siglo XX —el rock & roll, el jazz, los blues del delta del Mississippi— se me figura tan grosero como despreciar en España los pasodobles.

"De todas las corrupciones que entraña la política, la peor es su contaminación de la cultura. Porque es la cultura la que verdaderamente emancipa a la persona"

De Toscanini aún se alaba su precisión, intensidad y pasión en la dirección musical, logrando interpretaciones llenas de energía y emoción. Fue un perfeccionista y su legado continúa siendo una referencia en la música clásica. Pero estas líneas vienen a celebrar su momento estelar, con independencia de su magisterio en la dirección de las sinfonías de Beethoven: sus grabaciones de la Quinta y la Novena aún son objeto de culto entre los melómanos.

Otro catorce de mayo, el de 1931, Toscanini, que además de un gran artista ya había vivido lo suficiente como para ser un sabio (nació en Parma en 1867), era perfectamente consciente de que la política es la actividad más despreciable que puede ejercer el ser humano. Ciencia infausta, que no empírica, porque se basa en ideas de vehementes y siempre causa daño y sufrimiento a unos u a otros, el músico sabía que la política corrompe cuanto toca, desde las viejas amistades hasta las cuentas públicas. Pero de todas las corrupciones que entraña la política, la peor es su contaminación de la cultura. Porque es la cultura la que verdaderamente emancipa a la persona. La gente cultivada es mucho más difícil de pastorear por las calles, gritando como un mantra la consigna del líder o la lideresa, que los abducidos por una ideología: grey gris y dócil, por mucho que clamen. Ya no les llaman militantes, ahora son activistas, pero su sectarismo es exactamente igual de inquietante que el de esas sectas pseudorreligiosas que lavan el coco a quien se deja para llevarlo al matadero. Recuérdese que política y religión son dos formas de la misma trampa. La política es perfectamente consciente del poder de la cultura, de ahí su afán constante de manipularla. En nuestro execrable tiempo, el laurel es la subvención, el premio; frente a él, el cardo, la cancelación.

"Antes incluso de la marcha de los camisas negras sobre Roma, Arturo Toscanini había integrado una lista de los Fascios de Combate en unas elecciones"

Aquel 14 de mayo de 1931, la cosa era mucho más dramática. El fascismo se había enseñoreado de Italia. El fascismo puro y duro —Mussolini y sus camisas negras—, que no ese insulto, casi universal, de la España de nuestros días, con el que se pretende denigrar desde la hombría hasta a los madrileños. La cita era en el Teatro Municipal de Bolonia y nuestro músico, ya de antiguo, estaba señalado por los fascistas. El nuevo orden mandaba que todos los conciertos se iniciasen con la “Marcha real” seguido de “Giovinezza”, el himno del Partido Nacional Fascista. Naturalmente, el músico se negaba a contaminar su arte con la siempre infausta política.

Los que escriben sobre este momento estelar de la humanidad con intencionalidad partidista hablan de Toscanini como de un antifascista. ¡Claro que era antifascista! Pero en la misma medida que anticomunista. Los comentaristas más ponderados —la BBC por ejemplo— sostienen que odiaba la política en su conjunto.

Años atrás, antes incluso de la marcha de los camisas negras sobre Roma, Arturo Toscanini había integrado una lista de los Fascios de Combate en unas elecciones. Pero no salió elegido. Aquellos eran los tiempos en que el fascismo lindaba con una revolución socialista, como pudieran serlo con posterioridad las SA de los nazis o las JONS españolas. En un primer momento, la llamada de la patria y de la clase social pueden confundirse, fusionarse en una sola. Casi todos los fascistas fueron antes socialistas. Mussolini, desde luego, fue un destacado militante socialista.

"Arturo Toscanini no volvió a Italia hasta después de la guerra. Herbert von Karajan, Leonard Bernstein, Gustavo Dudamel fueron algunos de los grandes directores de orquesta que le sucedieron"

A Toscanini le bastó esa mínima experiencia para comenzar a manifestar abiertamente su oposición a todas las dictaduras, a ambos lados del espectro político. Y esa noche como la que nos espera hoy, pero de hace 94 años, una escuadra de camisas negras le estaba esperando en el Teatro Municipal de Bolonia. El concierto era en memoria de Giuseppe Martucci, otro sobresaliente compositor italiano. Cuando se hizo público que el maestro no iba a interpretar los himnos que mandaba la ley de entonces, Leandro Arpinati —jefe de la fuerza de choque de los Fascios de Combate— y Costanzo Ciano —suegro de Mussolini— abandonaron la sala. Poco después llegaban Toscanini y su hija Wally. El primero en golpearle fue un tal Guglielmo Montani. El músico era un anciano. Pero seguía siendo un hombre con coraje. Dispuesto a enfrentar el asalto de aquellos bárbaros sin arredrarse, toda la fuerza del su arte —la cultura— contra la política le auxiliaba. Le propinaron puñetazos y patadas como solo los cobardes son capaces de golpear a alguien que no tiene más que su valor para defenderse. Tuvo que ayudarle el chófer y llevárselo de allí. En el hotel le aguardaban otros camisas negras, para obligarle a abandonar el país. No obstante lo cual, parece ser que el maestro tuvo algún problema con el pasaporte, que solo le fue devuelto cuando la prensa internacional comenzó a dar noticia de la agresión.

"Admiro a los hombres con coraje, desde el niño que no se deja amedrentar en el colegio hasta ese venerable anciano que fue Toscanini hace hoy 94 años"

Arturo Toscanini no volvió a Italia hasta después de la guerra. Herbert von Karajan, Leonard Bernstein, Gustavo Dudamel fueron algunos de los grandes directores de orquesta que le sucedieron en esa indudable democratización de la música académica europea a la que venimos asistiendo desde mediados del pasado siglo.

Los aficionados comparan la versión de la Novena de Beethoven de Toscanini con la de Karajan que, no muchos años después, cuando los nazis ascendieron al poder, para promocionar su carrera se hizo nazi, y hoy su versión de la Novena —como decíamos la semana pasada— es el himno europeo.

Yo no entiendo de música del repertorio académico del Viejo Continente. Pero admiro a los hombres con coraje. Desde el niño que no se deja amedrentar en el colegio, hasta ese venerable anciano que fue Toscanini hace hoy 94 años. Bravo y valiente, sin dejar que la infausta política contaminase su arte. ¡Así se escribe la Historia! ¡Y qué satisfacción procura recordarla en horas de desaliento!

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