Así conseguí que mi planta araña fuera más frondosa: este es el sencillo truco que seguí para multiplicarla

Hay plantas de interior que se ganan la fama a pulso, y la planta araña es una de ellas. No es solo que sea resistente: es una superviviente nata. La primera que tuve fue un esqueje de la planta de mi padre y, años después, sigue conmigo. Aguanta errores, descuidos y falta de luz como pocas. Pero, si hay algo que me obsesionaba, era ese aspecto algo escuálido que mantenía pese a estar sana. No estaba enferma ni mal cuidada, simplemente... parecía poco vistosa. Esa sensación de tener una planta que vive, pero no luce. Una maceta con una única roseta central puede tener su encanto minimalista, pero a mí me pedía algo más salvaje, más verde. Y así empecé a investigar cómo convertir una planta araña normal en una mata densa y frondosa, de esas que ocupan visualmente su espacio. Pocos pasos Lo bueno es que no hay que reinventar la jardinería para lograrlo. Basta con conocer sus ciclos, sus brotes y aprovechar lo que la propia planta te ofrece. En mi caso, bastaron tres pasos sencillos, algo de paciencia y una ventana luminosa para conseguir una transformación total. En Decoesfera Adiós a las macetas en el suelo: Siete ideas virales para decorar con plantas en casa y dar vida a tus paredes y a rincones que pasaban desapercibidos Todo empieza con luz. Sin sol directo, pero en un rincón donde las hojas puedan estirarse a gusto. En mi caso, fue el balcón de la cocina. Allí empezó a sacar sus características arañitas, esos hijuelos que cuelgan como si fueran adornos. Si no los has visto nunca, parecen mini plantas listas para emanciparse. Durante semanas me dediqué solo a observar y cuidar. Riego moderado (solo cuando la tierra empezaba a secarse), temperatura estable y nada de moverla de sitio. Con ese ambiente estable, las arañitas crecieron rápido, algunas incluso florecieron. También me ayudó un poco de abono líquido a principios de primavera, pero sin exagerar. Ese primer paso me enseñó algo clave: si la planta está contenta, se multiplica sola. El problema es que muchas veces no le damos el entorno que necesita para arrancar con fuerza. Cortar esquejes con precisión Una vez las arañitas alcanzaron unos cinco o seis centímetros, era el momento de intervenir. Con unas tijeras limpias (esto es importante para evitar contagios), corté varias en la base del tallo. Hay quien prefiere dejarlas colgando hasta que desarrollan raíces, pero yo opté por el corte directo. Aquí conviene no emocionarse. Cortar demasiadas a la vez puede debilitar la planta madre, así que seleccioné solo tres. Las más sanas, las más equilibradas. Cada una tenía ya un pequeño brote de raíz en la base, apenas visible, pero suficiente para empezar. Me aseguré también de no cortar justo en la roseta principal, para no dañar los tallos nuevos. Y sí, es cierto que da un poco de respeto cortar por primera vez, pero si se hace con cuidado, no hay riesgo real. Replantar en la misma maceta En lugar de preparar macetas nuevas, decidí integrar los esquejes en la misma tierra de la planta madre. Quería que crecieran juntas, formando una masa vegetal compacta. Abrí pequeños huecos en el sustrato y coloqué los esquejes con delicadeza, presionando un poco para que se afirmaran. Durante los primeros días, mantuve el riego constante (sin encharcar), y coloqué la maceta en un lugar más cálido. En menos de tres semanas, los esquejes habían arraigado y empezaban a sacar nuevas hojas. Era evidente: el experimento funcionaba. El cambio fue sorprendente. La planta pasó de ser una figura solitaria a una composición rica, llena de texturas y matices. Esa densidad le dio un aire completamente nuevo al rincón donde estaba. Una vez lograda la frondosidad, el mantenimiento es sencillo. Sigo regando cuando noto que las hojas empiezan a perder tersura, y abono cada dos o tres semanas en primavera y verano. A veces recorto alguna hoja seca, pero sin grandes podas. La clave está en no dejar que se agote el espacio en la maceta. Sé que en algún momento tendré que trasplantarla, porque empieza a parecer una jungla. Pero mientras tanto, disfruto de esa explosión de verde que antes no tenía. Después de años probando plantas más exóticas, la planta araña sigue siendo una de mis favoritas. No es solo su resistencia o su capacidad para purificar el aire. Es esa generosidad con la que se multiplica, como si te invitara a seguir cultivando. Y si además se puede convertir en una mata espectacular con unos cuantos esquejes, ¿qué más se puede pedir? Foto | Joana Costa En Decoesfera | Cómo tener un jardín floreado en primavera si no tienes tiempo para ello: cinco flores que se cuidan solas En Decoesfera | Cómo cuidar la Chamaedorea elegans o palmera de salón, la planta perfecta para principiantes que se puede cul

May 14, 2025 - 10:10
 0
Así conseguí que mi planta araña fuera más frondosa: este es el sencillo truco que seguí para multiplicarla

Así conseguí que mi planta araña fuera más frondosa: este es el sencillo truco que seguí para multiplicarla

Hay plantas de interior que se ganan la fama a pulso, y la planta araña es una de ellas. No es solo que sea resistente: es una superviviente nata. La primera que tuve fue un esqueje de la planta de mi padre y, años después, sigue conmigo. Aguanta errores, descuidos y falta de luz como pocas. Pero, si hay algo que me obsesionaba, era ese aspecto algo escuálido que mantenía pese a estar sana.

No estaba enferma ni mal cuidada, simplemente... parecía poco vistosa. Esa sensación de tener una planta que vive, pero no luce. Una maceta con una única roseta central puede tener su encanto minimalista, pero a mí me pedía algo más salvaje, más verde. Y así empecé a investigar cómo convertir una planta araña normal en una mata densa y frondosa, de esas que ocupan visualmente su espacio.

Pocos pasos

Lo bueno es que no hay que reinventar la jardinería para lograrlo. Basta con conocer sus ciclos, sus brotes y aprovechar lo que la propia planta te ofrece. En mi caso, bastaron tres pasos sencillos, algo de paciencia y una ventana luminosa para conseguir una transformación total.

Todo empieza con luz. Sin sol directo, pero en un rincón donde las hojas puedan estirarse a gusto. En mi caso, fue el balcón de la cocina. Allí empezó a sacar sus características arañitas, esos hijuelos que cuelgan como si fueran adornos. Si no los has visto nunca, parecen mini plantas listas para emanciparse.

Img 9872 2

Durante semanas me dediqué solo a observar y cuidar. Riego moderado (solo cuando la tierra empezaba a secarse), temperatura estable y nada de moverla de sitio. Con ese ambiente estable, las arañitas crecieron rápido, algunas incluso florecieron. También me ayudó un poco de abono líquido a principios de primavera, pero sin exagerar.

Ese primer paso me enseñó algo clave: si la planta está contenta, se multiplica sola. El problema es que muchas veces no le damos el entorno que necesita para arrancar con fuerza.

Img 9875 2

Cortar esquejes con precisión

Una vez las arañitas alcanzaron unos cinco o seis centímetros, era el momento de intervenir. Con unas tijeras limpias (esto es importante para evitar contagios), corté varias en la base del tallo. Hay quien prefiere dejarlas colgando hasta que desarrollan raíces, pero yo opté por el corte directo.

Aquí conviene no emocionarse. Cortar demasiadas a la vez puede debilitar la planta madre, así que seleccioné solo tres. Las más sanas, las más equilibradas. Cada una tenía ya un pequeño brote de raíz en la base, apenas visible, pero suficiente para empezar.

Img 9871 2

Me aseguré también de no cortar justo en la roseta principal, para no dañar los tallos nuevos. Y sí, es cierto que da un poco de respeto cortar por primera vez, pero si se hace con cuidado, no hay riesgo real.

Replantar en la misma maceta

En lugar de preparar macetas nuevas, decidí integrar los esquejes en la misma tierra de la planta madre. Quería que crecieran juntas, formando una masa vegetal compacta. Abrí pequeños huecos en el sustrato y coloqué los esquejes con delicadeza, presionando un poco para que se afirmaran.

Durante los primeros días, mantuve el riego constante (sin encharcar), y coloqué la maceta en un lugar más cálido. En menos de tres semanas, los esquejes habían arraigado y empezaban a sacar nuevas hojas. Era evidente: el experimento funcionaba.

Img 9874 2

El cambio fue sorprendente. La planta pasó de ser una figura solitaria a una composición rica, llena de texturas y matices. Esa densidad le dio un aire completamente nuevo al rincón donde estaba.

Img 9872 2

Una vez lograda la frondosidad, el mantenimiento es sencillo. Sigo regando cuando noto que las hojas empiezan a perder tersura, y abono cada dos o tres semanas en primavera y verano. A veces recorto alguna hoja seca, pero sin grandes podas. La clave está en no dejar que se agote el espacio en la maceta. Sé que en algún momento tendré que trasplantarla, porque empieza a parecer una jungla. Pero mientras tanto, disfruto de esa explosión de verde que antes no tenía.

Después de años probando plantas más exóticas, la planta araña sigue siendo una de mis favoritas. No es solo su resistencia o su capacidad para purificar el aire. Es esa generosidad con la que se multiplica, como si te invitara a seguir cultivando. Y si además se puede convertir en una mata espectacular con unos cuantos esquejes, ¿qué más se puede pedir?

Foto | Joana Costa

En Decoesfera | Cómo tener un jardín floreado en primavera si no tienes tiempo para ello: cinco flores que se cuidan solas

En Decoesfera | Cómo cuidar la Chamaedorea elegans o palmera de salón, la planta perfecta para principiantes que se puede cultivar en interior o en exterior

-
La noticia Así conseguí que mi planta araña fuera más frondosa: este es el sencillo truco que seguí para multiplicarla fue publicada originalmente en Decoesfera por Joana Costa .