‘Severance’, una distopía entre pasillos

La exitosa serie estadounidense coloca ante nosotros una parodia de la vida corporativa para exponer una inquietante idea: cuando trabajamos, dejamos de existir. La entrada ‘Severance’, una distopía entre pasillos se publicó primero en Ethic.

May 13, 2025 - 13:30
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‘Severance’, una distopía entre pasillos

El color blanco brilla en los pasillos que recorren las entrañas de Lumon. En ellos, los trabajadores de la compañía deambulan de un lado a otro en una planta inabarcable: no saben dónde se encuentra su final, cuántos departamentos hay o cuánta gente se encuentra en ella. Un lugar kafkiano, repleto de protocolos y gestos recargados, donde ni siquiera el trabajo —«misterioso e importante», como señalan desde la empresa— arroja un exiguo halo de luz a la naturaleza de la empresa.

Es la planta «separada», donde los trabajadores acuden para perder su identidad: al bajar en ascensor, el chip insertado en su cerebro se activa y, de pronto, los individuos dejan de recordar sus experiencias personales, tornándose en un cuerpo vacío, tan solo dispuesto a la producción. Es entonces cuando despiertan en la oficina de la misma manera que Gregor Samsa lo hizo en insecto: desorientados, ajenos a un cuerpo que no es el suyo, atrapados entre los barrotes construidos por los números que flotan, inocentes, en medio de la pantalla.

Una escisión que yuxtapone una contra otra, con un eco esquizofrénico, las dos identidades, convirtiéndose en el eje central en torno al cual gira Severance: trabajar es dejar de existir. Una idea, pero también un anhelo lleno de suspiros que bailan al viento de la historia y que encuentran su reflejo en las primeras figuras industriales, sometidas al incesante ritmo del tiempo y el sonido de las tuercas, pero también hoy, cuando la inteligencia artificial se asoma, poco a poco, al umbral de lo humano. Una fantasía disciplinaria que evoca una vieja mirada occidental, bajo la cual los animales no tienen alma, constituyendo máquinas de extraño origen orgánico.

¿No hay quien sueña con la conversión del empleado en un autómata carente de hálito? Un sometimiento que anticipa la naturaleza del trabajo, devorando al individuo hasta destriparlo de su dignidad: solo viviendo, se nos dice, no tiene uno derecho a la vida.

‘Severance’ se alza como una parodia de la vida corporativa

Bajo las luces fluorescentes se ofrecen, sin embargo, retazos de la propia vida: retiros espirituales para el fomento de la conexión entre los empleados, descansos de 10 minutos monopolizados por una desafiante música de jazz, pequeñas actividades lúdicas para conocerse mejor uno a otro, visitas furtivas a la cocina.

Severance se alza así como una reveladora parodia de la vida corporativa, origen de esa cruel paradoja en la que solo es posible vivir durante las artificiales representaciones de la vida en la oficina, pero no durante la vida misma, vedada a causa de las exigencias productivas. Ni siquiera el cuidado diseño —una suerte de moderna revisión midcentury— ni el delicado estilo visual —con la rectitud y la artificiosa felicidad propias de la década de 1950— es capaz de engañarnos: estamos ante una farsa cruel.

Es aquí, sin embargo, donde la serie lanza un inesperado grito de optimismo. Los empleados, con una identidad cercada por las brillantes paredes de la oficina, sin apenas conciencia de la inabarcable magnitud del mundo exterior, no imitan el desesperanzado comportamiento de la mula, golpeando las teclas del ordenador sin apenas levantar la cabeza.

A pesar de la constreñida vida a la que se enfrentan –atrapados, una y otra vez, entre los implacables engranajes del trabajo— asistimos, extrañados, a la torpeza del descubrimiento propio y ajeno, reconociéndose como personas. Y también de la forma más reveladora en el interior de una existencia cercenada: como amantes.

Una distracción que no solo resulta imperdonable bajo el peso de la disciplina laboral, pero también impensable. Nos preguntamos, en un primer momento, cómo un individuo que apenas existe puede ser capaz de amar. La respuesta va implícita en la naturaleza de la serie: si trabajar es no existir, solo al desear, en cambio, puede alguien afirmar ser humano. Ecos de un mito, el del amor romántico, que parece ajeno a una realidad acelerada, carente de piedad por el hecho de sentir.

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