Confianza en la utopía

El Jardín hace frontera con un territorio donde predominan valores contrarios; digamos, incurriendo en una simplificación en la que no cae el autor, valores de la sociedad capitalista. Los pobladores del Jardín pertenecen a una etnia mágica, los Curupira, protectores de los bosques, que cada año mandan a uno de los suyos a que pase... Leer más La entrada Confianza en la utopía aparece primero en Zenda.

May 16, 2025 - 04:28
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Confianza en la utopía

Volva, el narrador y protagonista de El jardín del diablo, vive en un imaginario territorio no muy extenso, el Jardín, donde impera la armonía entre todos sus seres. Se deduce, porque Iván Repila evita monótonos datos específicos, que los humanos andan en comunión con la naturaleza. Con todo lo animado. Con las plantas. Y también con los animales. En particular con las hormigas, que funcionan como leitmotiv de toda la obra y que implican una apelación a la idea de solidaridad plasmada en la cita del famoso ensayo de Maeterlinck que abre el libro.

El Jardín hace frontera con un territorio donde predominan valores contrarios; digamos, incurriendo en una simplificación en la que no cae el autor, valores de la sociedad capitalista. Los pobladores del Jardín pertenecen a una etnia mágica, los Curupira, protectores de los bosques, que cada año mandan a uno de los suyos a que pase la frontera y lleve al país vecino la buena nueva ecologista, dicho con terminología de hoy. En esta ocasión le ha tocado la misión a Volva, quien asume ese peligroso cometido —ninguno de sus predecesores ha vuelto del viaje— tras los ritos de rigor y junto a un acompañante incorpóreo, la Mandrágora, su mejor amigo y pariente, quien mantiene viva la conexión con su gente.

La novela cuenta esa experiencia desde una distancia temporal grande, veinte años, al modo de una evocación que Volva elabora como si fuera un cuento que cuenta a su hija, a la niña dormida a quien se dirige con el apelativo cariñoso “búfala”. Altas dosis de ternura y profunda emoción galvanizan el componente reflexivo que acompaña el relato de su experiencia, tras la cual él sí retornará a la tierra de los suyos.

"No exageraría nada si dijera que El jardín del diablo es una novela de tesis concebida con una misión propagandística"

Esta línea narrativa básica entronca con una variante del realismo mágico, pero, trascendida la frontera, el relato se convierte en una estilizada recreación de nuestro mundo, de nuestra sociedad. Iván Repila presenta sucesos que evocan un relato de acción y describe realidades que guardan suficiente paralelismo con las de nuestra vida actual. El extranjero, por explicarlo de alguna manera, se parece a la sociedad occidental del presente. Volva buscará trabajo, progresará en él, cuidará de unas señoras ancianas, se sentirá atraído por los alicientes de la sociedad del consumo, mejorará las condiciones de su alojamiento, sabrá del cambio climático…

Más o menos, Volva se convierte en un integrado en la sociedad en la que rigen principios opuestos a los de la suya. Pero nunca perderá el hilo con su gente. Su amigo invisible Nargan y otros seres cercanos están con él en conexión mental y visionaria. De este modo tiene lógica narrativa su regreso al Jardín, que propicia la recapitulación general destinada a la inocente “búfala”. La proximidad emocional con la hija da pie, por otra parte, a un motivo capital de la obra, una recreación tan cálida como meditativa acerca de la paternidad. En estas fechas actuales en que mucha de nuestra narrativa se centra en las tensiones y conflictos entre padres e hijos, Repila presenta un alegato intenso a favor de las relaciones paterno-filiales. Este elemento destacado de la novela tiene algo de materia pegadiza o de gustoso tributo que paga a una inquietud suya, pero también posee un sentido: la hija encarna la confianza en un porvenir positivo en el que confía el autor.

No exageraría nada si dijera que El jardín del diablo es una novela de tesis concebida con una misión propagandística. Frente a las abundantes distopías literarias y cinematográficas de nuestros días que presagian un futuro tenebroso y que se han convertido en uno de los moldes narrativos para la denuncia política de la izquierda anticapitalista, Repila trasmite un mensaje esperanzado. Frente a la distopía, proclama la utopía de una sociedad futura no maleada y ecologista.

"Para construir su fábula antiapocalíptica Repila no acude a un simbolismo costumbrista. Opta por la parábola inventiva"

Este recado lo presenta en términos un tanto publicitarios. En su estancia más allá de la frontera del Jardín, Volva descubrió que existían gentes con sentimientos anticapitalistas que se reunían para difundir sus creencias; que existía una minoría de feministas, antiespecistas, o antirracistas, además de ecologistas, supongo, aunque no los mencione. Esas gentes estaban “tan rabiosos, tan acongojados”, comenta. Incluso se percibía en ellos una militancia revolucionaria: “aspiraban a cambiarlo todo, o a demolerlo, a prender fuego a las cláusulas de su esclavitud, a implosionar las diferencias de clase desde dentro”. Estos grupos contestatarios, añade, “no despreciaban el Jardín”. Y es que para Repila, en el Jardín igualitario está el futuro.

Para construir su fábula antiapocalíptica Repila no acude a un simbolismo costumbrista. Opta por la parábola inventiva. Y en consonancia con tal enfoque adopta algunos procedimientos técnicos inusuales. La comunión mental indicada de Volva con el Jardín se subraya mediante la utilización de líneas impresas en color. Y los capítulos no siguen el acostumbrado orden progresivo sino en una secuencia descendente que va desde el 33 hasta el 0. Con este moderado vanguardismo la forma apoya el carácter excepcional de un argumento fabulístico y de fanta ficción.

El jardín del diablo contiene una historia emotiva que apela a los sentimientos, aunque también bastante abstracta. Esto último supone una dificultad inicial, pues se tarda algo en conectar con su contenido y en comprender qué ocurre en el exótico mundo curupira. Habría convenido un arranque menos abrupto y habrían hecho falta algunos párrafos descriptivos que nos pusieran en situación. Al contrario ocurre en el sentido de la novela, que deja bien clara la apuesta del autor. Valiente por ir sin disimulos a contracorriente y atrevida por desafiar las evidencias de que vivimos en un mundo bastante deprimente. Pero entre tantas calamidades como vemos todos los días no está de más una mirada esperanzada, incluso si peca de optimismo panglossiano.

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Autor: Iván Repila. Título: El jardín del diabloEditorial: Seix Barral. Venta: Todos tus libros.

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