Pobreza, made in USA

¿Por qué una tierra de abundancia permite que 1 de cada 8 de niños no tenga cubiertas las necesidades básicas y que muchos de sus ciudadanos malvivan y mueran en las calles? El sociólogo Matthew Desmond reflexiona sobre la pobreza en Estados Unidos. La entrada Pobreza, made in USA se publicó primero en Ethic.

May 16, 2025 - 11:30
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Pobreza, made in USA

¿Por qué hay tanta pobreza en Estados Unidos? Escribí este libro porque necesitaba dar una respuesta a esa pregunta. Durante la mayor parte de mi vida adulta, he investigado y he divulgado sobre la pobreza. He vivido en barrios muy pobres, he pasado tiempo con personas que viven en la pobreza en todo el país, he analizado minuciosamente estudios estadísticos e informes gubernamentales, he escuchado, he aprendido de activistas comunitarios y representantes sindicales, he diseñado políticas públicas, he leído sobre la historia del estado de bienestar, la planificación urbana y el racismo estadounidense, he impartido cursos sobre la desigualdad en dos universidades. Sin embargo, con todo eso a las espaldas, nunca he dejado de sentir que me faltaba una teoría básica sobre el problema, un esquema claro y convincente de por qué hay tanta penuria en esta tierra de abundancia.

Empecé a prestar atención a la pobreza cuando era niño. Crecí en una casa de sesenta mil dólares. Se encontraba a un par de kilómetros de Winslow (Arizona), un pequeño pueblo de la Ruta 66 al este de Flagstaff. Era una casa pequeña, con paredes revestidas de madera, rodeada de una tierra dura en la que solo brotaban cardos. Me encantaban la estufa de leña y los árboles del paraíso. Nos habíamos trasladado allí cuando mi padre aceptó un puesto como pastor de la Primera Iglesia Cristiana. El cepillo parroquial no daba para mucho y papá siempre se quejaba de que los obreros ferroviarios de la ciudad cobraban más que él. Él sabía griego antiguo, pero ellos tenían un sindicato.

Aprendimos a arreglar todo lo que se rompía o a apañarnos sin ello. Cuando le hice un agujero a una ventana con mi rifle Red Ryder de aire comprimido, así se quedó. Una vez un amigo de la familia y yo arreglamos el motor de mi primera camioneta con piezas que habíamos sacado de un desguace. Después de que mi padre perdiera su trabajo, el banco se quedó la casa, cuando todavía no era algo tan habitual, así que aprendimos a prescindir también de ella. Yo culpaba principalmente a papá, pero una parte de mí también se preguntaba por qué esa era la respuesta que se daba en nuestro país a una familia que estaba pasando por dificultades.

¿Por qué hay tanta pobreza en Estados Unidos?

Fui a la universidad, la Estatal de Arizona, solicitando todas las becas y préstamos que pude. Trabajé de camarero en el turno de mañana en Starbucks, de teleoperador, de lo que encontraba. En verano, levantaba el campamento y me iba a un bosque cercano a mi ciudad natal a trabajar de bombero forestal. En periodo lectivo, pasaba tiempo con las personas sin hogar que rondaban por el campus, no sirviéndoles una sopa en comedores de beneficencia ni repartiendo calcetines, simplemente me sentaba a charlar un rato con ellas. Creo que todo aquello me ayudó a procesar, como puede hacerlo un adolescente, lo que veía a mi alrededor, que era dinero. Muchísimo dinero. En Winslow algunas familias estaban mejor que otras, pero el campus era otro nivel. Mis compañeros de facultad conducían coches BMW y Mustang descapotables. Durante la mayor parte de mis estudios no tuve coche, y cuando lo tuve, fue una camioneta Ford F-150 de 1978 con un motor de desguace y agujeros de buen tamaño en el suelo, que me permitían ver pasar la carretera a toda velocidad mientras conducía. Mis compañeros de clase salían a comer sushi. Yo almacenaba latas de sardinas y galletas saladas en mi cuarto. La ciudad de Tempe, a las afueras de Phoenix, donde se encuentra el campus principal de la Universidad de Arizona, había gastado cientos de millones de dólares en construir un lago artificial de tres kilómetros de largo en medio del desierto, un charco gigante que pierde dos tercios de su agua por evaporación cada año. A unas manzanas de distancia, la gente pedía limosna por la calle. Y yo me preguntaba cómo podía haber tanta privación en medio de tanto derroche y opulencia.

Empecé a darle vueltas a esta cuestión en las aulas, matriculándome en asignaturas que, esperaba, me ayudarían a dar un sentido a mi país y a su confusa y descarada desigualdad. Continué mis estudios en la Universidad de Wisconsin (el único programa que me aceptó), donde me centré en la crisis de la vivienda. Para acercarme lo más posible a ese problema, me mudé a Milwaukee, viví en un parque de caravanas y después en una pensión. Me hice amigo de familias que habían sido desahuciadas y seguí su trayectoria durante meses y años, comiendo y durmiendo en sus casas, viendo crecer a sus hijos, riendo y discutiendo con ellos y, más tarde, asistiendo a algunos de sus funerales.


Este texto es un fragmento de ‘Pobreza, made in USA’ (Capitan Swing), de Matthew Desmond. 

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