¿Existe la mente colectiva? La ciencia detrás de la sincronización neuronal

Nuevas técnicas de neuroimagen permiten ver cómo se sincronizan nuestros cerebros cuando colaboramos, interactuamos o aprendemos de forma simultánea. La entrada ¿Existe la mente colectiva? La ciencia detrás de la sincronización neuronal se publicó primero en Ethic.

May 16, 2025 - 11:30
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¿Existe la mente colectiva? La ciencia detrás de la sincronización neuronal

La ciencia ficción ya ha coqueteado con una idea tan inquietante como fascinante: la posibilidad de compartir pensamientos y emociones. Por ejemplo, en X-Men, el profesor Charles Xavier utiliza su máquina «Cerebro» para detectar mutantes por todo el planeta y hablarles por telepatía. Y en Avatar, los Na’vi se conectan con Eywa (algo similar a una consciencia colectiva) a través de la red biológica de la luna Pandora para transmitirse sentimientos.

Pero también existen versiones menos amigables. El Azotamentes de Stranger Things controla al resto de criaturas del Mundo del Revés a través de una mente colmena. Y en Juego de Tronos, el Rey de la Noche controla con muy «mala vibra» a miles de caminantes blancos.

Una realidad compartida

Resulta que la ciencia real se ha basado en la ciencia ficción y está «siguiendo al conejo blanco» para explorar, desde 2002, si nuestros cerebros pueden sincronizarse. En este campo, la neurocientífica holandesa Suzzane Dikker es una referente. Pero fue el psicoanalista Carl Jung quien introdujo el concepto «sincronicidad» en la práctica clínica (cuyas interpretaciones, paradójicamente, se alejan de la ciencia).

Dado que estudiar un solo cerebro humano no basta para entender a fondo los mecanismos neuronales que sostienen nuestras conductas sociales, diversas investigaciones han adoptado un enfoque basado en la interacción dinámica entre múltiples cerebros: la llamada neurociencia de segunda persona.

En el corazón de esta perspectiva se encuentra el hiperescaneo, una metodología que permite registrar la actividad cerebral de dos o más personas mientras se relacionan entre sí (similar a la empleada para entrenar pilotos de robots Jaeger en la película Pacific Rim).

Se ha demostrado que los cerebros pueden coordinarse como si actuaran al mismo ritmo

Así, se ha demostrado que los cerebros pueden coordinarse como si actuaran al mismo ritmo. Esta sincronía, además de abrir nuevas vías para entender trastornos de la interacción social como el autismo y varios trastornos psiquiátricos, no es un superpoder. Hay quien lo llama conexión, feeling, química, etc. Incluso quien lo atribuye a creencias pseudocientíficas como «energías» o «vibraciones cósmicas».

En realidad, la sincronía es una capacidad inherente al cerebro humano. Se ha comprobado que las neuronas que se encuentran en lugares del cerebro equivalentes en dos personas se activan a la vez.

Entonces, cabe la pregunta: ¿sería descabellado hablar de una mente colectiva? De momento, podemos afirmar científicamente que «estar en la misma onda» resulta ser más que una expresión. Prepare palomitas.

Hiperescaneando el cerebro

Uno de los métodos que emplea la neurociencia de segunda persona es el hiperescaneo de espectroscopia funcional de infrarrojo cercano (fNIRS, por sus siglas en inglés). Esta técnica no invasiva cuenta con varios avances para la neurociencia cognitiva si se compara con otras modalidades empleadas también para el hiperescaneo. Por ejemplo, no obliga a permanecer inmóvil a la persona, como sí lo hace la resonancia magnética y la magnetoencefalografía; y tiene mejor tolerancia al movimiento que la electroencefalografía.

La fNIRS registra simultáneamente la actividad neuronal externa de dos o más personas mientras interactúan en tiempo real. Para ello, se coloca en la cabeza de todas las personas que participan un aparato con múltiples fuentes y detectores, con el objetivo de «leer la mente» (como el Sombrero Seleccionador de Harry Potter, pero en versión tecnológica). Por lo general, es un gorro pegado al cuero cabelludo.

El dispositivo registra los cambios en la oxigenación de la sangre mientras las personas examinadas realizan alguna tarea, emitiendo una onda continua de luz infrarroja y midiendo la intensidad lumínica que reemerge. Como las zonas que absorben más luz son aquellas con mayor hemoglobina oxigenada, esto se toma como indicativo de mayor actividad neuronal.

Así, se han obtenido conclusiones similares en múltiples contextos:

  • Un estudio publicado en Nature (2019) reveló que cuando docentes y estudiantes presentan cierta sincronía física previa, sus cerebros tienden a alinearse durante la interacción educativa. Esta sintonía neuronal podría estar relacionada con una mayor eficacia en el proceso de enseñanza-aprendizaje (un vínculo social práctico que podría aplicarse también a la música).
  • En el ámbito deportivo, una investigación con jugadores de baloncesto ofreció en 2020 la primera evidencia de sincronía cerebral ante un comportamiento cooperativo mejorado en un deporte de equipo. Estos resultados podrían ser la clave para entender cómo los equipos logran una compenetración casi automática en pleno juego.
  • Incluso en contextos emocionales más íntimos, como las relaciones románticas de pareja, se ha detectado mayor sincronización en aquellas parejas más sinceras (fenómeno que no se registra en otro tipo de parejas, como también corrobora un reciente estudio con electroencefalografía). Además, cuando comparten tareas colaborativas, como dibujar, sus cerebros también se acompasan. Estos resultados podrían contribuir a explicar el vínculo existente entre las parejas más sólidas.

Las estrellas de la película

Gracias a los estudios de hiperescaneo pueden verse en tiempo real las regiones cerebrales que se activan dentro de la cabeza (inside) según las interacciones sociales del exterior (out), algo similar a lo que ocurre en el cerebro de la niña protagonista de la película de Pixar Inside out. En este escenario brillan una serie de estructuras que son las estrellas del cerebro social (aunque queda mucha investigación).

El premio principal sería para las regiones asociadas al sistema de las llamadas neuronas espejo. Se han registrado patrones de activación compartidos en estas neuronas entre participantes que interactúan, colaboran o simplemente se observan mutuamente. La hipótesis principal es que ayudan a decodificar acciones realizadas por partes del cuerpo de otras personas para detectar sus objetivos y actuar posteriormente en sincronía.

Pero los sustratos neuronales que sustentan la simple observación difieren de los que intervienen en la interacción social. Por ello, también están implicadas las redes de «mentalización» (o redes de la teoría de la mente).

Es decir, se trata de un mecanismo de colaboración: mientras las neuronas espejo reflejan inicialmente en nuestro cerebro lo que observamos, las redes de mentalización permiten luego interpretar por qué alguien actúa de determinada manera, qué intenciones tiene o cómo se siente.

Junto a estas redes, también hay que citar la intervención del cerebelo, debido a su papel como predictor de movimientos durante las interacciones mutuas. Otras regiones que merecen mención son la corteza cingulada anterior y la ínsula anterior, ambas cruciales para fenómeno de la autoconsciencia.

Pensando en la mente colectiva

En el futuro, no sabemos si se podrán implantar pensamientos y creencias al estilo de la película Origen. Lo que sí podemos afirmar es que la mirada, la escucha y la atención facilitan una mayor sincronía intercerebral, lo que se relaciona con un mejor rendimiento en tareas colaborativas. Y que las discusiones y desacuerdos desajustan los cerebros, generando estrés y cansancio.

Si la ciencia real evoluciona hasta concedernos evidencias sólidas de una mente colectiva como la que ofrece la ciencia ficción, las personas responsables de esas investigaciones serán sin duda candidatas a ganar el Óscar. Perdón, el Nobel.


Jorge Romero-Castillo es profesor de Psicobiología e investigador en Neurociencia Cognitiva, Universidad de Málaga. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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