Crónica de una crónica

¿Cómo mantener diferenciado el esqueleto de los datos bajo el músculo y la sangre de la imaginación? Irene Vallejo Con el tiempo fui recogiendo información sobre aquel crimen, con la intención de escribir esta novela sobre lo sucedido en la braña de La Zorera (un puñado de casas en el monte): una recién parida y... Leer más La entrada Crónica de una crónica aparece primero en Zenda.

May 17, 2025 - 01:28
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Crónica de una crónica

¿Cómo mantener diferenciado el esqueleto de los datos

bajo el músculo y la sangre de la imaginación?

Irene Vallejo

La historia de Gancedo, el último ajusticiado en plaza pública en Asturias, me acompaña desde niño. Cometió su crimen diez kilómetros río arriba de mi pueblo; la ejecución fue unos quince en la otra dirección, en Tineo. Mi padre me contó los hechos, que conocía de primera mano: Mero, el hermano de Gancedo que denunció el asesinato e hizo que la Justicia se pusiera en marcha, pasó los últimos años de su vida muy cerca de nuestra casa, en Tuña. Yo no llegué a conocerlo.

Con el tiempo fui recogiendo información sobre aquel crimen, con la intención de escribir esta novela sobre lo sucedido en la braña de La Zorera (un puñado de casas en el monte): una recién parida y su hijo mueren en 1897 y reciben sepultura, juntos, con gran duelo de sus allegados, porque la difunta dejaba viudo y tres hijos muy pequeños. Pero el cuñado de la muerta, Mero, traslada su convicción de que pudo ser un asesinato y la Justicia actúa. Se exhuman los cadáveres, se detiene e interroga a los sospechosos y se los procesa.

"Tenía muchos datos, pero eran osamenta sin músculo ni sangre. Y sobre todo, faltaba documentación sobre los personajes femeninos, verdaderos protagonistas"

La Fiscalía pide tres penas de muerte en el juicio que tiene lugar en la Audiencia de Oviedo en 1898. Para Gancedo, por haber dado muerte a su mujer y a su hijo; como inductoras, a su madre, a la que apodaban la Lleona, y a su amante, la joven vecina Concha «la Guapa».

Lo bueno que tienen las novelas históricas (lo es Crónica de la luz y de la sombra, en la que narro estos hechos) es que la línea argumental viene dada. Al cabo de bastantes años recopilando datos sobre esta historia descubrí que sabía mucho sobre el juez de instrucción, sobre el fiscal y el presidente del Tribunal, sobre el confesor y el verdugo (el mítico Gregorio Mayoral), sobre los sucesivos abogados de Gancedo, sobre el periodista Ramón Torre, enviado especial… Valentín Andrés Álvarez, el economista y escritor de la Generación del 27, amigo de García Lorca (a quien acogió en su casona en 1932 cuando estuvo en Oviedo con La Barraca), de anciano recordaba que su maestro de primeras letras los sacó de la escuela al amanecer para ver cómo pasaba Gancedo camino del garrote vil.

"La Lleona, la madre de Gancedo, es una mujer extraña, seguramente loca, que no puede ver a su nuera leyendo ni consiente esas ideas peligrosas de prosperar lejos del pueblo"

Tenía muchos datos, pero eran osamenta sin músculo ni sangre. Y, sobre todo, faltaba documentación sobre los personajes femeninos, verdaderos protagonistas. Cuando soy consciente de ese vacío es cuando comprendo que puedo ponerme a escribir la novela; sé cómo completar el esqueleto de los datos con dosis medidas de oficio narrador. Manuela, la mujer asesinada, la hermana del cura de la parroquia (un carlista en una iglesia de patronato laico), es una inconformista a su manera que ama la lectura, que enseña a su marido a leer y a escribir en sus momentos de matrimonio feliz, que cree que la emigración puede mejorar sus vidas miserables y empuja a su marido a esa aventura, que sale mal. La Lleona, la madre de Gancedo, es una mujer extraña, seguramente loca, que no puede ver a su nuera leyendo ni consiente esas ideas peligrosas de prosperar lejos del pueblo; maquina primero para que su hijo se haga amante de la guapa Concha, su vecina, y luego para que Manuela desaparezca de sus vidas. Y Concha, una joven hermosísima, tiene quince años la primera vez que se acuesta con Gancedo, a los diecinueve un hijo con él y termina siendo la testigo de cargo de todo el caso, en el que también piden para ella, a sus veintiún años, pena de muerte.

Desde el principio, como conocía la cronología de los sucesos y la iba a aprovechar para estructurar la novela, pensaba que llevaría al frente la palabra crónica. Ya en la fase de revisión final, un poco por casualidad, di con una cita de Shakespeare que me permitió completar el título y reforzar la idea de que toda la obra avanza, creo yo, a base de dicotomías: luz y sombra, vida y muerte, civilización y barbarie, lo rural y lo urbano, hombres y mujeres, la sociedad patriarcal y una mujer valiente que quiere abrirse un camino propio, el carlismo y el republicanismo que denuncia la aberración de la pena de muerte, el verdugo de la primera parte de la historia que es la víctima al final… Y sobre todo, la terrible intimidad familiar del crimen casi perfecto frente al espectáculo obsceno en que se convierte la ejecución pública en 1899, una feria impúdica con la que termina esta historia a garrote vil.

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Autor: Antón García. Título: Crónica de la luz y de la sombra. Traducción: Marta López Fernández. Editorial: Pez de Plata. Venta: Todostuslibros.   

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