Exceso de empatía
La empresa era compleja, toda vez que implicaba, entre otras cosas, analizar cómo nos han llegado las noticias a lo largo de la historia, o la creciente sensación de miedo que nos invade diariamente ante tanta información, pero lo verdaderamente complicado, al menos para mí, fue lidiar con la enorme cantidad de documentación que tenía... Leer más La entrada Exceso de empatía aparece primero en Zenda.

Escribir El dolor de los otros me ha llevado tres años. Quizá a alguien le sorprenda, dadas las escasas cien páginas del ensayo, pero cada persona tiene sus tiempos y sus demonios, y para los primeros soy lenta (a veces) y de los segundos puedo andar sobrada (también a veces). El caso es que, más allá de las dificultades de abordar un tema como el exceso de empatía, con sus múltiples ramificaciones, la principal dificultad ha sido lidiar conmigo misma y con mis ganas de abandonar el proyecto. Esto, que a algunos les puede parecer absurdo, a otros les sonará, me temo, bastante familiar, pues somos muchos los escritores que debemos lidiar con semejante cruz, lo cual no es óbice para seguir y hasta para disfrutar en otros momentos de lo conseguido.
Huelga decir que, cuando me enfrentaba a esas montañas de notas, la tentación de abandonar se antojaba más que razonable. ¿Y por qué me había metido yo en semejantes jardines —me decía— pudiendo hacer una novela o una biografía? A veces incluso paré por períodos breves. Pero siempre volvía a mi ordenador y a mi manuscrito. Eso sí: retomarlo me exigía volver a empaparme de todo; es decir, más esfuerzo. Mientras tanto, no eran pocas las veces que oía a algún colega decir que disfruta escribiendo, que por eso no para de publicar, lo cual acrecentaba aún más la sensación de extrañamiento. Menos mal que también recordaba a otros, como Rafael Chirbes, que en sus diarios describía muy bien cuánto deseaba terminar un libro y cuántas veces lo dejaba porque sentía que ese era un esfuerzo inútil.
Luego había otro problema. Cada vez que leía un artículo que mencionaba la palabra empatía me entraban sudores fríos. ¿Y si dice lo que digo yo? ¿Y si antes de acabar mi libro a alguien se le ocurre escribir algo parecido? En cierta ocasión, David Trueba dijo que siempre que se le ocurría una historia para un guion —un padre que se va de viaje por Europa con su hija, por ejemplo— había un tío, en la otra punta del mundo, que decidía escribir una historia sobre lo mismo. ¿Y si me pasaba eso a mí, cuando ya tenía tan avanzado el libro? De hecho, fueron varias las ocasiones en las que vi la palabra en cuestión —empatía— en libros o artículos, pero luego los leía y comprobaba que no tenían nada que ver con lo que yo estaba haciendo. A veces ni siquiera tenían que ver con la empatía, y el título solo era un gancho para atraer al personal, lo cual me colocaba de nuevo en la casilla de salida. Además —y esto David Trueba también lo decía—, dos personas pueden escribir sobre lo mismo y hacer dos obras totalmente distintas. Autosabotaje neutralizado. Tocaba continuar.
Las noticias brutales seguían y siguen. El debate sobre mostrar o no mostrar era cada vez más intenso, si cabe. Y la realidad cada vez más compleja. Además de ir avanzando en la escritura marcándome metas cortas, la responsabilidad de aportar un poco de luz a todo eso se fue imponiendo. Al fin y al cabo, este libro es producto de una obsesión, de muchos años de obsesión que me han llevado a leer y a ver cualquier cosa que cayera en mis manos sobre el tema. Y cuando algo se superpone a todo lo demás, no hay nada que una pueda hacer.
Bien, seguí. Por eso El dolor de los otros está ya, felizmente, en las librerías. Se lo debía a mis amigos y a la gente que me animó a seguir; me lo debía a mí, pero sobre todo se lo debía a tantas personas de las que supe alguna vez, en alguna noticia, y a las que no he podido olvidar.
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Autor: Dolores Conquero. Título: El dolor de los otros. Editorial: Cuadernos del Laberinto. Venta: Todostuslibros.
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