El hombre que siempre reía
Era simpático hasta el disparate, de esos seres humanos a los que la naturaleza creó para que susciten alegría en torno a ellos: sonrisas, carcajadas y bienestar. Su bondad era divertidamente contagiosa, despertando en cuantos se cruzaban con él la necesidad instintiva de que los elevara a la ilustre categoría de amigos suyos. La entrada El hombre que siempre reía aparece primero en Zenda.

Era simpático hasta el disparate, de esos seres humanos a los que la naturaleza creó para que susciten alegría en torno a ellos: sonrisas, carcajadas y bienestar. Su bondad era divertidamente contagiosa, despertando en cuantos se cruzaban con él la necesidad instintiva de que los elevara a la ilustre categoría de amigos suyos. Tenía un ojo fuera de combate, inutilizado desde jovencito, pero el otro, el sano, era penetrante, lúcido, agudo. No tenía nada de ingenuo en el sentido convencional y meapilas del término. Se burlaba de todos y hasta de sí mismo con un punto desvergonzado, pícaro, que acentuaba todavía más su encanto. Allí donde iba se convertía en centro de atención, congregando en torno a su humor, su risa, sus ocurrencias, a grupos de amigos, a oyentes fascinados y a camareros fieles que lo adoraban. Era, en esencia, un fenómeno social.
Vinculado desde jovencito al mundo del cine, lanzó en España películas como las de James Bond, Tiburón o La guerra de las galaxias —llevó en un Seat 600 a Harrison Ford ciego de uvas y a Carrie Fisher vomitando por la ventanilla—, produjo películas como El maestro de esgrima o La carta esférica y consiguió, con cuatro capotazos y media verónica, que Roman Polanski hiciera con Johnny Depp La novena puerta y Viggo Mortensen Alatriste, con las que ganó una pasta tremenda. Nunca le conocí un enemigo. Con sólo dos copas, un chiste y cuatro carcajadas se metía a la gente en el bolsillo, y durante los quince años que estuvimos yendo juntos al festival de San Sebastián, nuestra mesa del bar del hotel María Cristina, donde entre productores, directores y actores se congregaba todo cuanto el cine español tenía de mejor en ese tiempo, fue siempre el lugar más envidiado, frecuentado y disfrutado de aquellos días.
De joven tuvo varias novias muy guapas, algunas bastante famosas; pero con el tiempo se dedicó en exclusiva a la que fue amour fou de su vida: un bellezón rubio que lo trató fatal e hizo muy desgraciado en lo sentimental, aunque él siempre la justificaba y se lo perdonaba todo. Murió esa mujer en un accidente de automóvil y él nunca volvió a relacionarse con otra, pasando el resto de su vida rodeado de fotografías que tenía enmarcadas por toda la casa. Ella fue su único lado sombrío, la sola tristeza que le quebraba la alegría vital. A veces, con un whisky en la mano y un cigarrillo en la otra, me hablaba de eso: de lo que podía haber sido con ella, de lo que fue, de lo que era. Después se quedaba absorto, y tras permanecer callado un momento soltaba una carcajada, hablaba de cine o de fútbol y pedía otra copa al camarero.
Murió hace un mes: una larga vida feliz y una mala última semana no es un mal resultado. Después de todo, ¿quién no tiene una mala semana en la vida? El caso es que fui a verlo al hospital de Marbella, donde vivía retirado; y aunque ya no podía hablar, me despidió con una última sonrisa cuando lo llamé —solíamos tratarnos así—, hijo de puta y maricona de playa por dejarme sin él. Murió un día después, y dudo que haya ido al Infierno, porque era demasiado buena persona; ni al Cielo, porque decía que es un coñazo estar todo el día en una nube, vestido con un camisón y tocando el arpa. Así que si me toca a mí palmar más pronto que tarde, que siempre toca, y puedo darme una vueltecita por el Purgatorio, sé cómo y dónde encontrarlo. Porque en algún rincón de ese lugar habrá un montón enorme de gente agrupada en un corro del que entrarán y saldrán benévolos camareros con bandejas llenas de copas, y en el centro se oirá la risa sonora, contagiosa, inolvidable, de Antonio Cardenal Palomares. Que durante treinta años fue casi mi hermano. Que fue mi amigo.
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Publicado el 14 de marzo de 2025 en XL Semanal.
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