«Una persona que vive mal con su trabajo es muy difícil que viva bien su vida»
A partir de la traducción del texto de Virginia Woolf ‘Un cuarto propio’, la periodista y narradora Tamara Tenenbaum (Buenos Aires, 1989) pespunta una glosa del libro de la autora inglesa que termina adquiriendo cuerpo autónomo y contemporáneo, en el que se analizan cuestiones como el amor en tiempos de aplicación de citas, la precariedad laboral o la maternidad. El resultado, ‘Un millón de cuartos propios’, que le ha valido el Premio Paidós 2025 en el que se reconoce aquellos trabajos que reflexionan sobre cuestiones de nuestro tiempo. Leo en su ensayo que «nadie sueña con trabajar de nada. Uno […] La entrada «Una persona que vive mal con su trabajo es muy difícil que viva bien su vida» se publicó primero en Ethic.

A partir de la traducción del texto de Virginia Woolf ‘Un cuarto propio’, la periodista y narradora Tamara Tenenbaum (Buenos Aires, 1989) pespunta una glosa del libro de la autora inglesa que termina adquiriendo cuerpo autónomo y contemporáneo, en el que se analizan cuestiones como el amor en tiempos de aplicación de citas, la precariedad laboral o la maternidad. El resultado, ‘Un millón de cuartos propios’, que le ha valido el Premio Paidós 2025 en el que se reconoce aquellos trabajos que reflexionan sobre cuestiones de nuestro tiempo.
Leo en su ensayo que «nadie sueña con trabajar de nada. Uno solo sueña con tener plata». ¿Así de materialistas estamos?
Es una novedad histórica y es interesante, por lo menos en tiempos recientes; diría que durante el XX en general, los sueños de la juventud de las clases medias y bajas tenían que ver con trabajar en lo que les gustara, en algo que suscitase el respeto entre pares, y pienso en ciertas fantasías específicas, como tener un hijo médico, alguien que hace algo por la gente y la gente lo respeta. Es lógico que esto haya entrado en crisis, en parte porque la mayoría de las personas hace trabajos que no les representa recompensas muy claras y en condiciones muy malas, de todo tipo. Un trabajo que sea esforzado físicamente, el paradigma de los muchachos que llevan y traen paquetes por la ciudad, por ejemplo, o trabajos en los que la gente está sentada en una oficia llenando formularios que siente que no sirven para nada… Es lógico que la sensación sea esa, el deseo de tocar un botón y tener dinero.
El sueldo, el horario o la precariedad no ayudan mucho a soñar con un buen trabajo…
Exacto. Esto tiene que ver, por un lado, con las condiciones en las que el trabajo se hace, con la precariedad e inestabilidad de no saber cuánto tiempo estaremos trabajando. No sería tan grave si el mundo del trabajo fuera cambiante, con más derechos y bien remunerado… El problema de la inestabilidad es básico, no es cuestión de acostumbrarse al cambio. Sería bueno acostumbrarse al cambio con un piso pagado, en ese caso sí, si los alquileres fueran accesibles. El asunto es que, para la mayoría de la gente, pagar el alquiler es un problema serio. Me parece que es lógico que el trabajo no tenga buena prensa, pero que sea lógico no es muy positivo.
«Me parece que es lógico que el trabajo no tenga buena prensa, pero que sea lógico no es muy positivo»
Según su tesis, destruye el lazo social…
Que los sueños y esperanzas estén en ganar dinero tocando un botón, eso es destructivo del lazo social. Las comunidades tenían que ver con el mundo del trabajo, y nos olvidamos a veces de eso. Trabajes donde trabajes, te enfrentas a personas diferentes, ya sean pacientes, estudiantes, clientes, y eso es lazo social, saber hablar y vivir y acompañar esos vínculos efímeros que procura el trabajo, que duran lo que dura un almuerzo del que vino a comer a tu restaurante. Vino para que vos le ofrezcas un servicio y el hecho de que vos se lo ofrezcas implica un vínculo interesante. Darnos servicios entre nosotros era parte del lazo social, y no es irrelevante que ya no nos importe ser útil para nadie.
«Que los sueños y esperanzas estén en ganar dinero tocando un botón es destructivo del lazo social»
Virginia Woolf, ¿hoy estaría más cerca del Me too, del «sí es sí» o de otras corrientes con más aristas o complejas, como la de la feminista Camille Paglia?
No diría que Camille Paglia es más compleja que la mayoría de las feministas, diría que esta mujer es bastante simple, la verdad. Es una intelectual a la que le gusta llamar la atención…
Pongo otros ejemplos, que veo que este no le entusiasma: feministas como Roudenesco, o Julia Kristeva…
Sí, entiendo lo que dices, pero no creo en ese concepto de que hay feministas que son críticas con el feminismo y otras que no. Despentes o Paul Preciado, igual de emblemáticas, son muy críticas, la mayoría de las intelectuales están a favor de cosas y en contra de otras. Es imposible saber dónde hubiera estado Virginia hoy, y quizás hubiera estado en un lugar que no nos gustase mucho. Escribió hace mucho tiempo y, aunque sus textos mantienen vigencia, sus libros están plagados de alusiones racistas que hoy se leen muy raras. ¿Sería racista hoy Virginia? Yo creo que no, pero en su época era lo normal, estaban muy normalizados esos pensamientos, lo que no significa que todo el mundo fuera así y que todo el mundo pensara lo mismo. Siempre hubo gente que veía las cosas muy temprano y algunas las vio la propia Virginia. Pienso que Virginia sí tuvo un maneje muy interesante de su posición de clase. En Un cuarto propio, la cuestión de lo material está muy presente, y tiene muy claro que ser heredera es un privilegio. Realizó un trabajo importante con las feministas de clase obrera, las apoyó de manera inteligente e interesante. Sin embargo, en el capítulo donde habla sobre cómo se come en las universidades de mujeres y en las de varones, hace un análisis pormenorizado de esa comida, pero nunca se pregunta quién cocina esa comida. Ella no cocinaba, claro, era burguesa. Creo que si Virginia viviera hoy hubiera visto muchas de esas cosas y hubiese estado cerca de otras posiciones.
¿Qué porción de azar determina las cuestiones que aborda en el ensayo, la precariedad laboral, el amor, el modo en que nos alimentamos…?
Mucho, en el sentido del azar o del nacimiento, algo que me obsesiona, aunque no es muy original. La mayoría de la gente que ha pensado sobre la justicia, en algún momento se obsesiona con la pregunta: «Si yo hubiera nacido en una familia pobre, ¿hubiera podido hacer todo lo que he hecho?». Ese es el azar más importante, la familia en la que naces.
Pero nuestra sociedad nos recuerda esa perversidad de que si te va mal en la vida es porque, de alguna manera, te lo has buscado, pareciera que el mero hecho de desear algo, de poner voluntad en su consecución, lo asegurara…
Sí, en Argentina también ocurre a pesar de que el 50% de la población está en la pobreza… Es bastante enloquecedor vivir en un mundo donde se repite eso sabiendo cómo son las cosas, hay que recordarlo, sobre todo a las personas privilegiadas, porque las personas que no tienen privilegios lo tienen muy presente. Somos nosotros quienes repetimos ese relato que viene a decir, más o menos, que nos merecemos el dinero con el que hemos nacido, y siento que hay un cansancio social muy grande con eso, con esa idea que encarnan los nepobabies, que nacen en un entorno privilegiado y lo tienen todo hecho. No es cierto que las circunstancias no influyan. Un cuarto propio habla mucho de eso y me interesó retomarlo, porque hay algo muy refrescante en la naturalidad con la que Virginia habla de las diferencias económicas que tienen que ver con el nacimiento; ella se refiere sobre todo a la circunstancia de ser mujer, pero hoy podemos habar de que la circunstancia de ser pobre es mucho más determinante.
«Hoy casi toda la gente que conozco quiere dejar el celular como antes se quería dejar los cigarrillos»
Que la lectura sea algo cada vez más arrumbado, que haya perdido protagonismo frente a las pantallas con imágenes, ¿es algo que se puede enmendar?
No sé… Por un lado sí, se lee menos que cuando no había televisión, series o redes sociales, la palabra escrita tienen en nuestro mundo de hoy mucha menos importancia que otros formatos, lo sufro como escritora pero también como ser humano, me desespera aprender algo por un vídeo, es ridículo. Pienso que en los últimos años hay más conciencia de esto, quizás entre grupos pequeños de personas, tal vez. La gente empezó a preguntarse por la relación entre los niños y la tecnología y qué les hacía a sus cerebros, y hoy casi toda la gente que conozco quiere dejar el celular como antes se quería dejar los cigarrillos. En ese sentido, veo a gente que se vuelca en la lectura y se da cuenta de que puede recuperar el cerebro que tenía antes de tener todo el día el teléfono en la mano. Me parece que, en ese sentido, tanto la lectura o el teatro pueden experimentar un renacimiento.
¿Siempre hay «lo político» en un libro?
Hay varios sentidos de lo político: hay un sentido trivial en el que todos los libros son político, como todo lo que uno hace; después hay libros que sí, y otros que no porque no hace falta, o no es la mejor lectura que muchos libros piden.
De todos los problemas o desafíos que plantea en el libro (el amor en época de Tinder, la precariedad, las relaciones líquidas…), ¿qué es lo que más nos mina como persona?
La precariedad laboral es uno de los grandes temas, si no el gran tema. Me gusta cómo planteas la pregunta, qué es lo que mina, me gusta cómo has usado el verbo. Una persona que vive mal con su trabajo y que tiene miedo a perderlo es muy difícil que viva bien en otros contextos de su vida. El trabajo toma demasiadas horas de nuestras vidas como para eso, duermes ocho horas, trabajas otras ocho, pero entre desplazamientos y almuerzo terminan siendo diez, volvés a tu casa y no tienes energía ni ganas de disfrutar de nada, apenas puedes acostar a tus hijos y soportar la angustia de no saber hasta cuándo vas a tener trabajo. Es una urgencia que hay que resolver.
El arte, en general, plantea otros modos de mirar, genera dudas, construye pensamiento crítico, mientras que este momento histórico se sustenta en certezas imposibles de garantizar. ¿Esto nos embrutece?
Es interesante esta pregunta, porque tiene que ver también con la precariedad. Lo veo mucho en el contenido dirigido a madres de bebés, que es un momento vital donde la gente está angustiada y con mucho miedo, y que te digan cualquier cosa con seguridad te tranquiliza muchísimo. Si ves el contenido para mamis te das cuenta de que es muy asertivo, «esto es lo mejor para vos, para tu bebé, para tu vida». También lo veo en consejos de alimentación, en la moda, en la mayoría de contenido mainstream que uno recibe. Los influencers se aprovechan de la angustia y ansiedad de la gente, que necesita que le cuenten cualquier cosa con certeza, así funciona el círculo. El modo cultural, por tanto, se vuelve certeza, lo que en Argentina llamamos «tirapostas», quien todo lo dice en términos indiscutibles, ese es el tono dominante de la cultura hoy. Pero la filosofía y el arte nos enseñan aprender a convivir con la incerteza y contemplarla como bella, así que sin proponérselo cumplen una función social muy interesante. Son discursos minoritarios y es difícil que se vuelvan mainstream puesto que manejan preguntas y no certezas.
«La filosofía y el arte nos enseñan a aprender a convivir con la incerteza y contemplarla como bella»
Otro discurso demente es el de quienes exigen el respeto a su privacidad al tiempo que entregan alegremente sus datos durante su navegación…
La privacidad es un problema enorme que no sé cómo se podría resolver, me preocupa sobre todo en los adolescentes, porque no tienen privacidad, ya no porque suban todo a las redes, sino porque están localizados todo el día por sus padres. Lo aceptamos por la idea de que el miedo de los padres justifica todo, pero nuestros padres también tendrían miedo, no vivíamos en un mundo mucho más seguro que este, pero no vivíamos con un radar en la mochila. Lo de compartir en redes sociales es muy difícil de enmendar, y es una locura los límites que está alcanzando, subiendo fotografías de bebés recién nacidos… ¿Cuándo se nos ocurrió a nuestras madres colgar en la puerta de su casa la foto de su hijo para que la viera todo el mundo? Estamos viviendo tiempos muy locos en los que nosotros estamos muy locos, pero también es preocupante entregar nuestra información a empresas y gobiernos irreflexivamente; es cierto, lo hacemos a cambio de servicios, para tener Twitter o lo que sea, no nos vamos a quedar fuera del mundo, pero tenemos que ser conscientes de que los datos son una moneda de cambio muy importante. Hay que regular bien este asunto, y ser más conscientes de lo que hacemos con nuestra información.
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