Viajar es una brutalidad
Martínez Llorca estructura su reflexión en torno al movimiento en veinticuatro capítulos. Los dos primeros se constituyen en una afirmación y un prólogo. Capítulos desiguales en extensión y en interés. Así, por ejemplo, el primero destapa una crítica velada al torrente turístico que originan las turbamultas de ciudadanos que deambulan por el mundo “buscando lo... Leer más La entrada Viajar es una brutalidad aparece primero en Zenda.

Tiene este nuevo libro de Martínez Llorca una capacidad, más que suficiente, para arropar a quien viaja y ha hecho del viaje un modo de vida recurrente. El título del libro, Tal vez viajar (La Huerta Grande, 2025) tiene escondido, entre su enunciado, un subtítulo sugerente: Una agenda de jardines, oasis y horizontes. Con esta perspectiva, y con este bosque recién dibujado, se nos arrebata cualquier pretexto para morir, como nos recuerda Robert Louis Stevenson en una de las citas de apertura. Y con este resultado, no hay más sendero que leer, vivir y viajar.
Tal vez viajar es un ensayo que se justifica por lo lírico de su tono y por la reflexión que sobre el viaje y su sentido, que sobre el viaje y los sentidos realiza la memoria del autor. Gracias a esta, Martínez Llorca ha podido transcribir, en forma de capítulos breves, las emociones y reflexiones producidas durante los viajes realizados a lo largo de su vida. Ahora nos invita a recorrer esos paisajes inscritos en el palacio de su memoria. Y lo hace entremezclándolos con una fina y sabia cultura literaria que no olvida el texto que le sirvió de referencia y cabeza tractora para decidirse a escribir este ensayo: el Libro del desasosiego, de Pessoa, un verdadero y largo viaje inmóvil.
Las páginas de Tal vez viajar nos advierten de los peligros de mitificar los viajes, e incluso nos revela datos sorprendentes, como aquel que reza que un alto porcentaje de los rescates que se realizan en alta montaña son para salvar a gente que fue allí con la intención de suicidarse en soledad. Solo hay que viajar para conseguir vislumbrar lo que somos. Porque si algo te enseña viajar es que lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos. Esa atracción por pasarlo mal, la decisión de que tu maleta será tu casa termina fundiendo al becerro de oro de la idolatría por el viaje. A través de las páginas del ensayo de Martínez Llorca, se nos obliga a buscar dentro de nosotros lo que otros ya han sido en aquellas remotas montañas, o en aquellos rincones solitarios. Será la única forma de encontrar la conexión con la naturaleza y cuestionar los parámetros de consumismo que hoy mueven la aventura de viajar por el mundo.
Me gustaría resaltar que hay una combinación mágica de este ensayo con las experiencias literarias del autor. Y de tal forma las imbrica, con tan natural armonía las cose con el hilo conductor de su razón reflexiva, el viaje, que en ocasiones parece que estás leyendo un sugerente diario de lectura nutrido con sus viajes. Así, son notables las referencias a Rilke y el ya citado Pessoa, a Thoreau y a Conrad, a Bowles y a Zweig y Stevenson; ¡hasta el Shylock! de El mercader de Venecia de Shakespeare aparece. Una maravilla el símil realizado. Aunque de entre todas, hay una referencia que sin duda ha retumbado. Es la que nos recuerda Cesare Pavese cuando afirmaba que viajar era una brutalidad.
Pavese me obliga a subrayar uno de los mejores capítulos que tiene el libro: “Las redes, maldita sea”. En realidad es una denuncia al pensamiento jíbaro al que nos han acostumbrado las redes sociales. Y no solo el pensamiento se ve sometido, sino la actitud demostrada por el viajero y el turista del selfi. Martínez Llorca recuerda que el estilo literario más profundo es el silencio, y lo hace para revelar la soledad enferma en la que el fenómeno de las redes sociales nos sumerge cuando viajamos. El autor menciona a Olivia Laing, autora de La ciudad solitaria, para glosar que quienes deseen de verdad purificar los porqués y las razones de sus viajes tienen que sopesar que el viaje debería ser una forma de rebeldía, pero en las redes sociales pasa a ser un instrumento de rentabilidad, una rentabilidad que tiene que ver con la vanagloria. Viajar se convierte, entonces, en una brutalidad. El narcisismo asociado a esta actitud, como nos refiere, no cesa de generar problemas por exceso y por defecto: pudre.
He de concluir esta reseña sobre Tal vez viajar, y quiero hacerlo volviendo al pensamiento que Martínez Llorca relaciona con su manera de viajar: “El estilo literario más profundo es el silencio”. Una cita que daría para otro ensayo. Y un enunciado que podría ser el mejor motivo para quien decide viajar trascendiendo lo físico con el fin de abandonarse en lo que de emoción verdadera y filosofía tiene sobrevivir en la naturaleza de los lugares sin que estos sangren. Así que, valga el oxímoron, nos advierte el autor, viajar es alcanzar una gloria anónima.
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Autor: Ricardo Martínez Llorca. Título: Tal vez viajar. Editorial: La Huerta Grande. Venta: Todos tus libros.
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