Apple contra Netflix y dos series sin nada que ver: The Studio vs La cúpula de cristal
En The Studio, creado por el dúo cómico de Seth Rogen y Evan Goldberg, la pareja creadora de Supersalidos y Superfumados da un paso hacia la madurez con una reflexión tan sentida como temeraria sobre el eterno conflicto entre arte y negocio en una Meca del Cine cada vez más desdibujada. En tiempos de franquicias,... Leer más La entrada Apple contra Netflix y dos series sin nada que ver: The Studio vs La cúpula de cristal aparece primero en Zenda.

Procedamos con la comparación más injusta posible: una serie de Apple TV+, The Studio, contra otra de Netflix, La cúpula de cristal. La primera, una comedia meta sobre lo que se cuece en Hollywood a través de las desventuras de un directivo novato; la segunda, una clásica historia de secuestros, desapariciones y traumas en la Suecia contemporánea. La primera, una comedia alocada y chillona, la segunda un thriller nórdico basado en una novela de Camilla Läckberg donde se compaginan los tópicos del género con la habitual introversión de sus personajes. Ambas tienen la fortuna de ocupar el número uno de sus respectivas casas en el momento de escribir estas líneas, y ambas son absolutamente representativas de la concepción de “contenido” de cada una de sus plataformas.
En The Studio, creado por el dúo cómico de Seth Rogen y Evan Goldberg, la pareja creadora de Supersalidos y Superfumados da un paso hacia la madurez con una reflexión tan sentida como temeraria sobre el eterno conflicto entre arte y negocio en una Meca del Cine cada vez más desdibujada. En tiempos de franquicias, secuelas, IPs y cine familiar como única salida, el cinéfilo Matt Remick (Rogen) se encuentra en la encrucijada de asesinar figuradamente a los creadores en pos del negocio. Para ello tenderá una encerrona a un entrañable Martin Scorsese, llegará a las manos con el tierno Ron Howard y, en definitiva, hará todo aquello que dijo que no iba a hacer cuando se dedicó a ello. Un mecanismo cómico que Rogen y Goldberg manejan de manera sublime elevando sus enredos habituales, perfectamente reivindicables, a través de una puesta en escena que, perdón por el tópico, trasciende lo televisivo, así como recurriendo a un desfile de cameos dispuestos todos ellos con pragmatismo narrativo (y no solo un inefable sentido metaficcional). Café para muy cafeteros, puede, pero una perfecta mezcla de comedia popular y gamberra y reflexión para interesados en los conflictos del Hollywood contemporáneo y su devenir en las últimas tres o cuatro décadas.
El caso de La cúpula de cristal es distinto. Estamos ante una miniserie de seis capítulos basada en la novela homónima de un as de la novela negra nórdica, pero ya solo lo copioso de la producción de la plataforma en este género provoca recelo sobre si esto es etiqueta “premium”. Aunque en su defensa, probablemente la serie sueca, protagonizada por una arrebatadora Léonie Vincent, no aspira para nada a eso. La historia de una psicóloga que arrastra las consecuencias de haber sido secuestrada de niña y lo que ocurre cuando regresa a su pueblo natal en el norte de Suecia (espóiler: sí, secuestros y asesinatos) juega con misterios del pasado, secretos familiares y formidables paisajes nórdicos. Nada nuevo bajo el glaciar, que efectivamente provee a la serie de un entorno rural nevado y fantasmal que convierte automáticamente cualquier thriller en algo sustancialmente mejor.
No me cabe duda de que The Studio es la mejor serie, como tampoco me cabe duda de que La cúpula de cristal es el producto que recomendar a todo aquel que considere adentrarse en una u otra. Ambas son perfectamente competentes y si una de ellas destaca, bien podría ser por mirarse el ombligo excesivamente a costa de no caer en los rampantes tópicos de la segunda. Ambos personajes protagonistas, no obstante, se debaten en el eterno conflicto interno entre deseo y realidad, entre individuo y grupo, entre deseo y obligación… y la relación inevitable que se establece entre ambos grupos de poder. Una forma un tanto abstracta de definir dos series que no tienen absolutamente nada que ver, pero que al fin y al cabo han ocupado los días de vacaciones de este cronista.
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